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Están locos

La lumbrera que ha sugerido mantener Garoña abierta para que sigamos jubilándonos a los 65 años merece el Nobel

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Las políticas anticrisis nos llevan a la prosperidad esquilmándonos, incentivan el consumo bajando los sueldos, garantizan las pensiones recortándolas, mejoran el mercado laboral empeorando los contratos y aseguran el futuro del Estado del Bienestar iniciando su demolición inmediata. Para crear empleo juvenil, impiden la jubilación y para allegar recursos públicos venden el patrimonio del Estado. En este contexto, la lumbrera que ha sugerido mantener la central de Garoña abierta para que sigamos jubilándonos a los 65 podría optar al Nobel.

Pensando en el banquero anarquista de Pessoa, Victor Serge acuñó la más certera definición de quiénes ostentan el poder. Son dementes lógicos. Sus razonamientos parecen coherentes, pero es solo la congruencia de lo ficticio. Y lo peor es que creerlos depende de nosotros. Como lectores de la actualidad nos sentamos ante el periódico con la misma actitud que ante un unicornio novelesco. Coleridge nos pedía suspender la incredulidad. Y ahí estamos, oyendo hablar de criaturas fabulosas y pensando que existen, dando por buenas las ensoñaciones y los delirios, como si fueran pulcros razonamientos.

La diferencia es que en los versos de Coleridge los golpes no duelen. Se puede hacer poesía sobre un gobierno que durante tres años alababa las maravillas del sistema financiero hasta que un buen día empieza a preparar el saneado masivo de las cajas. Se puede versar la historia de un gobernador del Banco de España que se permite pontificar sobre el mercado laboral y las pensiones mientras tiene la mitad del negocio bancario devorado por la termita inmobiliaria. Luego se cierra el libro, se confía en que uno nunca habrá de enfrentarse a tan siniestros monstruos y se tienen dulces sueños.

En la vida real, sin embargo, los crédulos acaban molidos a palos. Ahora vamos a descubrir que también el Gobierno había suspendido su incredulidad frente a los balances falseados de las cajas, cuyos directivos han prorrogado hasta el límite la burbuja inmobiliaria. No sé cómo se va a relatar a los ciudadanos que la mentira bancaria tiene premio: una tonelada de dinero público. Y esa nacionalización de las cajas que dan pérdidas ¿se va a narrar mientras se privatizan las loterías que dan beneficios? ¿Y va a coincidir en escena el rescate financiero con los recortes en Sanidad y Educación? ¿Y se van a simultanear esas acciones con el fin de los 426 euros para miles de parados? Me barrunto que esta gota va a colmar el vaso de la credulidad y los dementes lógicos van a quedar sin escapatoria. Esta ficción tiene un mal desenlace.