José María Aznar y Mariano Rajoy saludan ayer a los asistentes a la convención popular. :: AFP
ESPAÑA

Aznar llama al PP a convertir las elecciones de mayo en un plebiscito contra Zapatero

El presidente de honor de los populares critica al Gobierno por confundir «reformas con recortes»

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La Convención Nacional que el PP celebra en Sevilla tiene ya una primera fotografía relevante: el afectuoso abrazo en el que se fundieron Mariano Rajoy y José María Aznar, al que todos los participantes en esta jornada inaugural mimaron de manera significativa. La 'guerra fría' entre aznaristas y marianistas, que tuvo su expresión más gélida en el Congreso de Valencia en 2008, se derrite ya en los libros de historia de este partido, centrado en la travesía a la Moncloa.

El discurso de Aznar bien valía el gesto cálido de Rajoy. El expresidente del Gobierno se arrogó el papel de ariete popular y arengó al partido a convertir los comicios autonómicos y municipales en un plebiscito contra José Luis Rodríguez Zapatero. «Son muchos los millones de españoles que desean que el próximo mes de mayo la victoria del PP sea tan concluyente que impida seguir ignorando la realidad: un país que reclama ya el cambio político que necesita», acotó Aznar.

La estrategia se antoja clara: redoblar la petición de adelanto electoral con la justificación añadida del hipotético -y probable según las encuestas- triunfo popular en la mayoría de las comunidades autónomas que eligen presidente. Según Aznar, el camino hacia la «España del empleo y el crecimiento económico» solo lo puede hallar Rajoy y no de la mano de un socialismo «que confunde reformas con recortes».

Y eso -abundó el ex presidente del Gobierno- los saben en el PSOE «aunque no quieren reconocerlo». Aznar también reprocha a la formación que dirige Zapatero que en vez de mirar de frente a los problemas se entretengan «en líos que solo a ellos les interesan».

Se refirió a las inquietudes sucesorias que cada vez resuenan con más fuerza en Ferraz. «En otras circunstancias, podría tener su gracia alimentar debates sobre quién sabe cuándo se irá, o si se irá o no se irá quien tendría que haberse ido ya», en clara referencia a la demora de Zapatero en desojar la margarita. «Pero la situación de España no está para bromas ni para pinganillos», remachó Aznar, al tiempo que aprovechó el quite para mostrar su rechazo al uso de la traducción simultánea en los plenos del Senado.

Modelo territorial

Las intervenciones de José María Aznar en grandes cónclaves populares, esporádicas de 2008 hasta ahora, se incrementarán en los próximos meses. El propio presidente de honor del PP se ofreció a Rajoy «para lo que pueda servirte de ayuda como un militante más» en la «gran tarea» de sacar a España del paro.

Una colaboración que puede ser contraproducente si los posicionamientos de Aznar se alejan de la escuadra y el cartabón con las que Rajoy ha centrado al PP.

Tal vez por ello, el expresidente de España matizó las duras críticas que vertió la semana pasada en León contra el estado de las autonomías, durante su alocución en un acto con militantes del PP en el exterior. «Que algo no funcione bien no significa que sea malo, significa que no funciona y que hay que arreglarlo», dijo Aznar ayer frente a la «inviabilidad» del actual modelo autonómico que defendió en León.

Pese a ello, Aznar, que nunca podrá dejar de ser Aznar, mostró su sorpresa por el revuelo que se armó tras afirmar que el actual estado autonómico era «inviable» económicamente. «Es sorprendente, por no decir otra palabra más fuerte, que cuando ponemos encima de la mesa ideas razonables y razonadas para hacer racional nuestro estado autonómico y asegurar que sea sostenible, se diga que queremos cambiar el modelo de Estado».

Es más, para el presidente de honor del PP, han sido los socialistas quienes, con sus «intentos» de cambiar «la Constitución por la puerta de atrás», han llevado el modelo «al borde del precipicio».

Aznar propuso como receta para curar «los daños graves, pero no irreparables» de la actual configuración de nuestro Estado, la de «recuperar el gran pacto de 1978», sobre todo en relación a España como «una nación que se otorga el derecho a la autonomía y se garantiza la solidaridad».