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Vísperas de nada

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Comparto eso de que los refranes son una fórmula de pereza mental, un atajo heredado que permite elegir lemas vitales simples, de consumo masivo que carecen de mucho valor porque, como habrá comprobado cualquier curioso del asunto, existen siempre dos versiones opuestas sobre un mismo concepto. Un refrán que recomienda ser precavido, por ejemplo, y otro que lo desaconseja. Así, con cada uno. Del denso refranero español, nunca fue tan actual aquello de «vísperas de mucho, días de nada». Es posible conjugarlo en pasado (tuvimos mucho durante unos años y míranos ahora) pero también amenaza con hacerse presente en la actualidad política municipal. Las expectativas son necesarias (forman parte de la ilusión, personal o colectiva) por lo que conviene mantenerlas. Pero si se traicionan todas, siempre, su función motor se desactiva. La semana que termina deja varios ejemplos que confirman la teoría de Marías padre que (mucho antes de que lo difundiera Punset por tierra, papel y aire) insistió en que las vísperas, las expectativas, influyen en la cabeza de todos como casi nada más. Para bien o para mal, para subir o bajar, avanzar o retroceder.

Contenedores culturales

De todas ellas, ninguna es mayor en lo colectivo y lo local que el Bicentenario. Estamos a un paso de que el Doce coincida con 2012, que la letra se haga número y el proyecto, presente. Esta semana se incorporó a esa presunta ilusión la Cárcel Real. Para los que crecimos pasando ante su solemne entrada (con aquella cita de Concepción Arenal: «Odia el delito y compadece al delincuente») es un motivo de alegría. Siempre fue un edificio con mala estrella que merecía, por pinta pintona, mejor destino. Ahora lo tiene. La recuperación de edificios históricos para la actividad ciudadana merece reconocimiento. Su abandono era un perjuicio común. Pero, una vez resucitados estos contenedores, su contenido es crucial, fundamental. La tarea no termina con la inauguración. Ahora falta instalarle un alma y conseguir que muchos gaditanos encuentren un motivo para ir de tanto en tanto. Repetir la escena del Gobierno Militar sería triste, porque confirmaría, con bienes inmuebles, lo que es sensación general doceañista. Que ese una convocatoria espléndida, visible y llamativa, por reiteración, pero con la que muy pocos encuentran un vínculo de atracción. Como dijo Rafael Román, el Bicentenario no es un Mundial de Fútbol. Su esencia es política, histórica, académica. No tiene que ser popular ni multitudinario, pero conviene huir del extremo contrario. Que no resulte irrelevante y elitista. El reto de la Casa de Iberoamérica (vulgo Cárcel Real) es, a escala, el mismo que el de toda la efeméride. Corremos el riesgo de que todos los proyectos inconclusos el año que viene se vuelvan luego eternos o imposibles, ya sin fecha, sin año simbólico que marque un compromiso ciudadano. Si ni con la promesa 2012 los defendimos, luego...

PSOE y PP, encerrados

Aún más próxima está la cita electoral de las municipales. El PSOE cerrará la próxima semana su lista local en un ambiente de expectativas frustrantes que lo infecta todo. Hasta destacados militantes de imponente currículo admiten que «da igual la alineación que saquemos si nos van a golear». En esa víspera de la decepción, se diluyen probables aciertos, como la inclusión de Jesús Yesa (uno de los responsables de Facua) en los primeros puestos de la lista. Por lo que tiene de participación, renovación y guiño a los críticos. El viernes por la tarde se reunieron los discordantes para decidir si hacen ruido. Otra cosa es que nadie quiera escucharlo. El PSOElocal también corre el riesgo de volverse irrelevante. Sería mala noticia para los ciudadanos. Un mayor equilibrio de fuerzas es uno de los pocos motivos para esperar que Cádiz recuperare el pulso que le falta en cada vena, algo parecido a proyectos e iniciativas. Si populares y socialistas intercambiaran papeles, con similar distancia, sin otras fuerzas con que pactar, el perjuicio civil sería el mismo.

Mientras, la estructura del PP municipal ha pasado el fin de semana en un hotel. Quizás para fingir la expectativa de que necesita una estrategia para arrasar.