Vecinos de Ettadhamoun, en el oeste de Túnez, atraviesan uno de los escenarios de la revuelta, frente a un edificio con los bajos incendiados. :: AP
MUNDO

La rebelión acorrala al líder tunecino

El presidente Ben Alí afirma que renuncia a ser reelegido en medio de los graves disturbios, que se cobran 66 vidas

RABAT. Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Pocos habrían creído hace un mes que Túnez, la 'Suiza del Magreb', como astutamente ha querido venderse el país, el oasis de estabilidad del norte de África, se iba a ver hoy arrasada por la violencia que ha segado la vida de al menos 66 personas y que ha puesto al régimen de Ben Alí contra las cuerdas. Pero lo cierto es que, casi un mes después de que comenzaran las protestas por el desempleo y la corrupción en el país, el Gobierno no consigue poner freno a esta ola espontánea de manifestaciones que, sin cabecillas visibles, ha logrado cautivar la atención internacional, y que algunos ya denominan la 'revolución de los jazmines'.

Para calmar los ánimos, el presidente anunció ayer que no se presentará a las elecciones de 2014 y aseguró haber dado órdenes a la Policía para que no utilice más fuego real contra los manifestantes. En una intervención televisada, el jefe del Estado aseguró que «no existe la presidencia vitalicia en Túnez» y abogó por un «completo y profundo» cambio económico y político en el país.

La capital de Túnez vivió ayer momentos de máxima tensión, que obligaron al Gobierno a adelantar el toque de queda nocturno a las 18 horas, momento a partir del cual el Ejército tomó el control de la ciudad. Por la mañana, la Policía cargó contra una manifestación de profesores y estudiantes en las inmediaciones de la avenida Habib Burguiba, donde al menos un manifestante murió por disparos de la policía, según Efe.

Testigos describieron escenas de pánico, ya que las fuerzas de seguridad utilizaron gases lacrimógenos para dispersar a los manifestantes, que huyeron despavoridos en todas direcciones. Poco después, los centros de salud se llenaron de personas heridas, afectadas por los gases o con ataques de ansiedad.

Sin miedo

La noche anterior, cientos de jóvenes desafiaron el toque de queda en la capital, y salieron a las calles de varios barrios periféricos de la ciudad de Túnez como Le Kram y Salambo para protestar contra el anquilosamiento de un régimen con el que han perdido toda esperanza de un futuro digno. La juventud tunecina, adormecida durante años por la ilusión del crecimiento económico, o acallada bajo el puño de un régimen represivo, ha perdido el miedo a denunciar su situación. En su mayoría lo hacen de forma pacífica, pero también con actos de vandalismo y violencia.

Los disturbios continuaron ayer en otras zonas del interior de Túnez, como la región de Gafsa. Según la agencia AP, al menos cuatro personas murieron durante la noche abatidas por los disparos de la policía cuando violaban el toque de queda en varias ciudades tunecinas. En el centro de la capital, las tiendas permanecieron ayer cerradas y con las persianas echadas, mientras que centenares de militares velaron por la seguridad de edificios oficiales, protegidos tras rollos de alambre de espino.

Si bien oficialmente solo se han reconocido, por ahora, 21 muertos, el recuento que está realizando la Federación Internacional de Derechos Humanos (FIDH), con sede en París, eleva ya la cifra de víctimas a 66 fallecidos, todos ellos identificados con nombre y apellido. La presidenta de la FIDH, Souhayr Belhassen, que ha pedido una investigación por parte de la ONU, aseguró ayer que tienen constancia de al menos ocho muertos más que se encuentran en varios hospitales del país, pero que aún están sin identificar.

Las protestas alcanzaron ayer a varias localidades de la costa, como Hammamedi, cerca de la capital, uno de los principales destinos del turismo de sol y playa tunecino. Un corresponsal de 'The New York Times' describió cómo varios descontrolados asaltaron la lujosa vivienda de un familiar del presidente Zine el Abidine Ben Alí, destrozaron dos vehículos y soltaron a un caballo.

En el casco antiguo de la capital, varios manifestantes atacaron con cócteles molotov la sede del partido de Ben Alí, la Reagrupación Constitucional Democrática, así como sucursales bancarias y mobiliario urbano.

Las revueltas comenzaron el pasado 17 de diciembre después de que un joven diplomado en paro se quemara a lo bonzo para protestar por su precaria situación. Su caso fue la chispa que ha prendido la cólera de miles de jóvenes, que reclaman empleo y oportunidades de futuro y claman contra el gobierno represivo de Ben Alí, en el poder desde 1987.