MUNDO

La mala suerte de ser mujer

PUERTO PRÍNCIPE. Actualizado: Guardar
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Todas las montañas tienen un valle, y no siempre es el de los caídos. A Florene Papité le llegó el suyo el viernes, después de un año viviendo bajo un toldo con un bebé en brazos junto a un hospital, donde le daban medicamentos para el sida. Su familia no quiere saber nada de ella. El padre murió durante el terremoto, cuando estaba embarazada de ocho meses. Dice que acaba de cumplir los 18, pero su rostro infantil revela 13 o 14.

Si admitiese esa edad estaría en un orfanato público, de esos para niños grandes que nadie quiere adoptar. En su lugar, tras un año de paciente resignación, al fin tiene un casa prefabricada en un campamento de Concern. Llega, eso sí, una semana tarde: acaba de entregar su hijo a un orfanato.

Todas las semanas madres como ella desaparecen del hospital en el que dan a luz dejando el bebé atrás. Otros los encuentran en el suelo. Y muchos más están en lista de espera para ser aceptados en orfanatos como el que lleva el reverendo Jacob Bernard. Es uno de los buenos: 55 niños bien atendidos de hasta 4 años que se aferran con ternura a las piernas del primer forastero que entra. Ni un grito, ni un llanto para llamar la atención, ni un tirón de pelo. Sólo caricias tiernas con las que ganarse los favores de una nueva madre.

En la vida de los campamentos, donde un toldo de plástico es apenas un espejismo de intimidad, las violaciones rampantes han multiplicado los embarazos no deseados. También la prostitución. «Mis hijas de 13 y 15 años están en esa tienda, señor, pase y le atenderemos bien», decía a un extranjero un hombre de la plaza de Saint Pierre. «No tenemos que comer», rogaba.

Algunos aceptan la oferta lasciva. Otros aportan soluciones, como la periodista francesa que ha conectado a 83 mujeres de la plaza de Toussaint con una empresa de microcréditos. Al 10% de interés reciben fondos para poner un puesto en la calle con el que sacar unos 15 euros al mes. «Las mujeres son más fuertes y más inteligentes, pueden ayudar mucho a este país, pero no las tienen en cuenta salvo que sean de un hombre», dice Guerda Anier, presidenta del colectivo de Mujeres para el Relanzamiento de Haití, que vive bajo la estatua de Louverture. «En Haití tenemos un dicho: ama a la gente que te ama. Por eso no quiero a ningún candidato».