La joven diestra recibió emocionada el apoyo del maestro Padilla antes de enfrentarse al toro. :: ESTEBAN
Sociedad

Sandra Moscoso sale a hombros en la tarde de su alternativa

La plaza de toros de Ubrique es testigo del estreno en el ruedo de la primera gaditana matador de toros

UBRIQUE. Actualizado: Guardar
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19 de septiembre de 2010, una fecha de verano postrero, de otoño incipiente, de temporada declinada, en la que los oblicuos rayos de sol barnizan de un cansado oro la belleza de la tarde ubriqueña. Fecha que permanecerá grabada con el inextinguible fuego del recuerdo en Sandra Moscoso porque en ese día el sueño latente desde su infancia se convirtió, al fin, en realidad. La joven jerezana de la calle Arcos se ha convertido en matador de toros, la primera mujer de la provincia de Cádiz que lo hace. 'Serpentino', un ensabanado y veleto ejemplar de Osborne, de 521 Kilos de peso y herrado con el número 82, ha sido el primer cuatreño estoqueado por la toricantana Sandra Moscoso. Vestida de blanco y oro, recibió a su primer toro con relajadas verónicas, chicuelitas y revolera, siempre con la suerte cargada y ganando terreno en cada lance. Dibujó después un quite compuesto de dos verónicas y una media en el que imprimió donaire y sabor. Su enemigo derrochó mucha fijeza y una embestida suave, franca y repetidora pero con la cara a media altura, ante el que elaboró Sandra un trasteo voluntarioso. Aunque contó con pasajes lucidos, los consabidos nervios y precipitación de su estreno como torera le impidieron alcanzar la pretendida redondez. Más asentada con el que cerraba plaza, derrochó garbo capotero al recibirlo por verónicas y se mostró segura y entregada en su trasteo de muleta.

Quietud en el cite, temple en el pase y gusto en la ejecución, constituyeron las premisas que marcaron su notable labor frente a un animal bravo, noble y repetidor. Un pinchazo y una estocada pusieron broche a una actuación tras la que flanquearía a hombros el umbral de la puerta grande.

El segundo de la suelta presentó cierta brusquedad en el último tercio, durante el que cortó el recorrido de su viaje y planteó unas dificultades que Finito no pudo superar.

Frente al cuarto, el toro más bravo del encierro, el de Córdoba anduvo muy por debajo de las condiciones de la res.

Destacó Juan José Padilla con su habitual luminosidad y variedad capotera y en los espectaculares tercios de banderillas. Pero sus enemigos, de extrema nobleza, se apagaron con una premura tal que los trasteos sólo pudieron configurarse a base de encimismos y desplantes.