Cartas

Párrocos y ecónomos

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Los amigos chismosos le decían: «Oye, Pepe, que por ahí andan comentando que tu mujer te pone los cuernos». Y el pobre Pepe, ingenuo, el último en enterarse, giraba la testuz en círculo, rascaba la arena con delanteras y traseras y, manso, sin embestir, respondía: «Bah, bah, habladurías, habladurías.». Sirva el símil y la metáfora para distinguir al párroco del ecónomo. Porque aunque ambos pertenezcan a la misma «ganadería» (con cariño) o familia clerical/diocesana son cosa distinta. El Pacorro, pacorrito, es un maletilla, todo lo más un novillero, que busca un empresario benévolo y bonachón que le contrate y, «nuevo en esta plaza», espera tomar la alternativa para dentro de tres o seis años. Lo de ecónomo, sin embargo, hace referencia, más bien, a toros, cornúpetas famosos, en la saga de los atrevidos, avispados, isleros, bailadores, burleros, maestros, emperadores. ecónomos. Es una raza, llamada a extinguir, de toros bravos, bragaos, con trapío. Siguiendo con la metáfora taurina, «al párroco, una vez cumplidos los setenta y cinco años de edad, se le ruega que presente la renuncia al obispo diocesano». Nada dice del «ecónomo». Porque, entre otras cosas, un obispo no tiene jurisdicción sobre los cornúpetas y es muy difícil que éstos lleguen a edades tan provectas. Y además, porque «los ecónomos» suelen morir en la plaza...