doctor iuris

Franco bueno, Zapatero malo

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Perdónenme el plagio. Hace más de veinte años leí un relato de un joven y prometedor escritor, hoy académico de la hispanoamericana y alcaldable en San Fernando, que se titulaba de manera parecida: ‘Franco bueno, españoles malo’. Trataba, si no recuerdo mal, de la visión de la transición por parte de un contrabandista marroquí. El título viene a cuenta del comentario realizado por el presidente de la Junta de Andalucía, José Antonio Griñán –llámeme Pepe– en el Pleno del Parlamento Andaluz. Se dirigía a Javier Arenas con voz sonora aunque trabada mientras explicaba su simple hipótesis: aunque Zapatero sea malo el Partido Popular no va a ganar las elecciones generales. Le falló el uso de los verbos. Podría haber dicho «aunque ustedes crean que Zapatero» pero dijo lo que dijo. La reacción fue un descojonamiento colectivo de los parlamentarios populares inversamente proporcional al azoramiento de Griñán.

Lo que ocurre es que yo hace tiempo que dejé de creer en las casualidades en el mundo de la política. Los comentarios desafortunados se dejan para las tascas en un mundo, el político, donde todo está perfectamente medido y cronometrado y el lapsus linguae de Pepe Griñán responde al convencimiento general de que la imagen de Rodríguez Zapatero está herida de muerte. Dentro del partido socialista el «Maquiavelo de León», como lo han llamado, está sufriendo en soledad –o con Pepiño Blanco, que es lo mismo– esta crisis insana que le va a costar en breve una huelga general. El sector crítico del PSOE cada vez está más convencido non solum que ZP no ganará las próximas elecciones, sed etiam les va a costar votos a los demás, a esos reinos taifas que son los Ayuntamientos y las Comunidades Autónomas. Por eso intentan desmarcarse. Un candidato socialista a la alcaldía de la zona me dijo que la gente le paraba por la calle para preguntarle eso mismo. Si iba a hacer lo mismo que Zapatero… o lo iba a hacer bien. Ese político, que está en la onda regeneracionista del partido de izquierdas en la provincia de Cádiz –Griñán, Bibiana Aído–, le contestó algo parecido a lo de PG a la preocupada señora; que sí, que lo iba a hacer bien.

Los experimentos con gaseosa, Don José Luis. Algo así le dirían sus correligionarios a ZP tras años de un una política económica y social plagada de subvenciones y gastos innecesarios, de cheques-bebé y subsidios, de cuatrocientos euros, de la ruptura del welfare state. Las ratas –con perdón– abandonan el barco que se hunde. Es su naturaleza, como el chiste. Por eso no tengo claro que a Griñán le fallase el léxico o el subconsciente interpelando a Arenas mientras escapaba del «vallisoletano errante», ese bergantín fantasma que aún navega por estos mares. Aunque parece que por poco tiempo.