somos doscientos mil

Deshojando la margarita

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La margarita es esa hermosa flor con los colores de la bandera del Vaticano (blanco y amarillo), que todos los enamorados alguna vez hemos deshojado, a la espera de una respuesta positiva a la inquietante duda que la propia flor transmite: ¿me quiere?, ¿no me quiere?, ¿me quiere?, ¿no me quiere?... Pero el acto de deshojar la margarita, amén de ser un ejercicio para enamorados desesperados, también supone una inconsistente manera de hacer las cosas: ¿lo hago?, ¿no lo hago? Y, cómo no, deshojar la margarita es a la vez una sobrecogedora forma de hacer política: ¿adopto esta decisión?, ¿no la adopto?

Seguramente, por los informativos, sabrán que el Gobierno de nuestra nación es partidario del uso de dicha flor: hoy saco un decreto, mañana lo retiro so pretexto de que el Boletín Oficial del Estado se ha equivocado; hoy congelo las pensiones, mañana digo que no, argumentando que se deslizó el fallo en la comunicación remitida a Bruselas; hoy digo que los sueldos de los funcionarios tienen asegurada su revisión, mañana, sin rubor alguno, anuncio que aquello no vale y los sueldos quedan congelados. Así una y otra vez.

Sin embargo, lo que, en modo alguno este cronista esperaba es que la tradición del Gobierno de España, respecto al uso de la margarita como forma de gobierno, se trasladara en su escala local al gobierno del Ayuntamiento de Jerez de la Frontera. De hecho, nuestra alcaldesa y sus concejales dan una y otra vez muestras de que la margarita es también la flor que rige los destinos de la ciudad: Porvera sin aparcamientos y con doble sentido de circulación, o Porvera en sentido único; Honda peatonalizada, o nuevamente, Honda abierta al tráfico aunque sólo para taxis y autobuses; técnicos municipales a los que se les baja notablemente el sueldo, o técnicos que se querellan contra la alcaldesa y mágicamente recuperan su status económico…

Incluso, a esa larga ristra de decisiones y contra decisiones, se ha unido recientemente el «catastrazo». Una medida puesta en marcha en 2008 por el Ministerio de Economía y Hacienda, que elevó de forma notable los valores de los inmuebles en nuestra ciudad contando, para ello, con el beneplácito del Gobierno municipal. Tras varias sentencias que han ido rechazando los recursos interpuestos por los jerezanos, por considerar legal dicha medida, ahora el Tribunal Superior de Justicia en Andalucía dice que la medida no es legal. Curiosamente, es el propio Gobierno Municipal, el mismo que ha venido soportando de forma imperturbable las manifestaciones de la Plataforma Anti Catastrazo, el mismo que ha negado validez a las cientos de firmas recogidas contra la medida, el mismo que ha rechazado los recursos de los jerezanos, quién ahora abandera una coalición con los grupos municipales para intentar extender a todo Jerez los efectos de la Sentencia favorable.

¡Qué corta es a veces la memoria! Ya parece que ni nos acordamos de que el partido que sustenta el Gobierno de nuestra ciudad, es el mismo que ha sentado ante los Tribunales a los miembros de dicha plataforma, por la comisión de un delito electoral consistente en repartir octavillas con el lema: «PSOE, responsable del catastrazo, no lo votes».

Indudablemente lo peor que le puede pasar a un gobernante es no tener claros sus principios. Uno puede gobernar de forma más o menos popular, pero siempre debe hacerlo con firmeza. Ese es el único modo en que se transmite seguridad al ciudadano. Si lo repasan, hoy por hoy, lo único que percibimos desde el Gobierno municipal es justamente la inseguridad más absoluta.

Saben que soy amante de las frases de los grandes pensadores, así que permítanme ofrecerles dos. Una, reflexiva, del gran político británico Sir Winston Churchill que dijo que: «El político debe ser capaz de predecir lo que va a pasar mañana, el mes próximo y el año que viene; y de explicar después por qué fue que no ocurrió lo que el predijo». Observarán que, conforme a esta frase, quienes nos gobiernan no son precisamente políticos. Posiblemente porque, como dijo el escritor Enrique Jardiel Poncela en otra frase humorística: «Los políticos son como los cines de barrio, primero te hacen entrar y después te cambian el programa»…