Gaspar Zarrías. :: EFE
ANDALUCÍA

El penúltimo adiós de Chaves

Los socialistas no dudan de la solvencia de Griñán, pero miran con incertidumbre la nueva etapa por su inexperiencia orgánica El PSOE andaluz se prepara para el cambio de liderazgo más importante de su historia

SEVILLA. Actualizado: Guardar
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La renuncia de Gaspar Zarrías a la secretaría del PSOE en Jaén, anunciada el viernes, es el ejemplo más claro de que los socialistas están decididos a echar el cerrojo a una etapa en Andalucía, la de Manuel Chaves. Hombre clave del chavismo en Andalucía en los últimos quince años, su marcha en puertas de producirse el relevo en la secretaría general del PSOE andaluz sólo debe entenderse, en opinión de socialistas consultados por este periódico, como «un gesto más para afianzar la autonomía que el partido quiere concederle a José Antonio Griñán» para organizar una dirección a su medida. Pero a nadie se le escapa el simbolismo que encierra su despedida cuatro días después de que Chaves hiciera público su adiós al último eslabón que le ligaba a la política andaluza: El fin de una etapa y el comienzo de otra.

¿Cómo afronta el PSOE andaluz este reto? Unos la miran con ilusión, convencidos de que empieza una «etapa ilusionante», según expresó un joven dirigente. Es la opinión mayoritaria de quienes, rondando los treinta, ven en el congreso extraordinario de marzo la oportunidad de un cambio generacional, tal como ha prometido Griñán. «No se trata tanto de edad, sino de los que llevan mucho tiempo ocupando una misma responsabilidad, hay que dejar paso», sugiere otro joven socialista.

La mayoría de los que ya pasan de los cuarenta y cincuenta, no dejan de reconocer la solvencia de Griñán, su seriedad y ganas de trabajar, pero admiten que en el partido hay cierta incertidumbre debido a la inexperiencia orgánica del presidente de la Junta. No hay por ahora una sóla voz que dude de que Griñán recibirá un apoyo mayoritario en su elección como secretario general el 12 de marzo, pero eso no quita que no admitan cierta preocupación por cómo comandará la nave socialista. O, también lo admiten, por los cambios que se avecinan en el partido, en el Parlamento y en el Gobierno. «Hay cierta expectación», dicen.

Una diputada de esta generación que ha visto trabajar a Griñán elogia del presidente su «sensatez» para tratar los temas y su afán por conocer los asuntos «a pie de calle». «Es muy llano, con una vertiente que te sorprende, te recuerda cosas sobre tí que tu pensabas que ni se había fijado, tiene muchos detalles de esos». Esta personalidad abierta, seria y distendida a la vez, es, en opinión de esta diputada socialista, un buen aval para afrontar con optimismo la dirección del PSOE.

Un partido cohesionado

Ahora bien, también admite que los complejos encajes que hay que hacer para «equilibrar y contentar a todos» en el partido requieren de una experiencia que Griñán no tiene. Nunca ha ocupado un cargo de relevancia orgánica. Otro socialista consultado sugiere que esa fue siempre la táctica de Chaves, la de saber «hacer equilibrios» para mantener la unidad del partido.

Es la herencia que Chaves deja a Griñán, como el todavía secretario general de los socialistas andaluces recordó el lunes al anunciar su despedida y la convocatoria del congreso de marzo. «Dejo un partido unido y cohesionado», remarcó. No siempre fue así, como todos en el PSOE saben, el que más Chaves, que llegó a la secretaría general en 1994 con un partido enfrentado entre guerristas y renovadores. En aquellos convulsos días queda para las hemerotecas la famosa frase de Carlos Sanjuán, su rival entonces: «Es el peor de los candidato que podemos presentar».

Estos comienzos tan difíciles influyeron en la obsesión de Chaves por preservar la unidad de un PSOE siempre ávido de autocrítica y de divisiones internas, sobre todo en provincias como Málaga y Sevilla. «El mérito de Chaves es haber logrado que el partido acabara cerrando filas en torno a su liderazgo -más del 99% de apoyo en el último congreso-, fortalecido desde luego tras cada victoria electoral», opina un militante asiduo de los congresos.

Este socialista reflexiona que la etapa que se avecina supone el cambio de liderazgo más importante de la historia de este partido en Andalucía. Ni los de Rafael Escuredo ni José Rodríguez de la Borbolla se le aproximan. Un proceso que comenzó hace un año cuando Manuel Chaves pactó con José Luis Rodríguez Zapatero su abandono de la política andaluza de forma paulatina, primero la Presidencia, luego la dirección del partido. Una fórmula, bautizada por la oposición de 'bicefalia', que ha resultado más motivo de fricciones que de una transición tranquila, de continuismo en definitiva.

Soltar amarras

Sólo nueve meses ha durado el parto del adiós. En abril pasado Chaves anunció de forma repentina que se iba cuando todos los suyos saboreaban todavía las mieles de la mayoría absoluta de 2008. Este lunes finiquitaba la operación tras no pocos tiras y aflojas sobre el momento más adecuado para acabar de soltar amarras en la política andaluza. Abandonaba la secretaría general del PSOE andaluz. Este gesto, no por esperado desde hace meses deja sin efecto lo que el militante antes mencionado planteaba como la transición «más fuerte». No sólo por el largo tiempo en el que Chaves ha desempeñado el cargo, 16 años, sino también por la forma de hacerlo, con un férreo control que le ha dado fortaleza cara al electorado en tiempos difíciles, como los años del aznarismo, aunque también «ha impedido que surgieran dirigentes dispuestos a sucederle». El ejemplo más claro fue el de Mar Moreno, bien vista por Zapatero y por quien Gaspar Zarrías apostó fehacientemente.

El último 'barón'

Visto desde Madrid, la operación de la salida de Chaves de la política andaluza se encuadraba dentro de la lógica regeneración dirigida por Rodríguez Zapatero con indudable tacto para relevar a los pesos pesados del PSOE de la época de Felipe González, los llamados 'barones' socialistas, que además en su mayoría apostaron por José Bono, uno de ellos, en las famosas primarias de 2000. Se puede considerar a Chaves como el último de estos 'barones', tras el relevo del citado Bono en Castilla-La Mancha, el de Juan Carlos Rodríguez Ibarra en Extremadura y el de Francisco Vázquez en La Coruña. Todos con mayorías absolutas.

Para algunos socialistas, en la sucesión de estos estuvo la clave de Chaves para elegir a Griñán, aunque conociendo su visión global de la política nacional, también debió de tener en cuenta las que se produjeron en Galicia y Cataluña de la mano de dos pesos pesados de la política, Fraga y Pujol. Porque Chaves no sólo es el último 'barón' socialista, es también el último de una generación de dirigentes autonómicos con gran influencia en la política nacional.

Su pragmatismo y su creencia en que la marca PSOE pesa más que los liderazgos aventurados le hizo decantarse por la fórmula de los veteranos Bono e Ibarra, a quienes les sucedieron dos hombres de su confianza con experiencia en gobiernos, Guillermo Fernández Vara y José María Barreda. Ambos revalidaron las mayorías absolutas.

Ese era el objetivo planteado hace un año con Griñán, cuya experiencia como ministro de Trabajo y consejero de Salud y de Economía unido a la marca PSOE en un buen momento hacían confiar en un proceso similar. La crisis y el irrefrenable paro cuestionan hoy esa confianza, si bien en las filas socialistas todavía se cree que se está a tiempo de remontar las encuestas adversas - como la del IESA que da ligera ventaja al PP sobre el PSOE en Andalucía- y renovar la confianza de los andaluces. Ese es el reto de José Antonio Griñán, ilusionar a su partido para ese propósito.

Un fin para el que no va a contar con los hombres clave en ese liderazgo de Chaves durante muchos años, tanto en el partido como en el Gobierno. Su marcha de la política andaluza también ha implicado que salgan de la primera línea de esta dos dirigentes hasta hace un año con mayor influencia en el Gobierno andaluz y en el PSOE: Gaspar Zarrías y Luis Pizarro. Lo cual no quieren decir que dejen la política o pierdan fuelle en ella, sólo cambian de escenario. Gaspar Zarrías es el primero en adelantarse. Con su nombramiento como número 4 del PSOE se barrunta un reforzamiento de su influencia. El futuro de Pizarro, que se plantea seguir en el Gobierno, está por definir, pero fuentes del PSOE aseguran que seguirá en activo.

Del mismo modo que su despedida de Andalucía sólo significa el penúltimo adiós a la política de Chaves. Desde la vicepresidencia tercera y con su veteranía, muchos en el PSOE le ven ahora como el ministro que dote de perfil político y enérgico al Gobierno de Zapatero, que vive sus horas más bajas atenazado por la crisis.