El ala-pívot del Real Madrid Felipe Reyes, durante el partido frente al CAI. / Efe
BALONCESTO | COPA DEL REY

Éxtasis blanco

El Real Madrid levantó la Copa del Rey tras ganar en la final al Barça con una canasta de Llull cuando sólo faltaba una décima de segundo para la conclusión

MÁLAGA Actualizado: Guardar
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¿Quién le pone el cascabel al gato? Ésta era la pregunta que llevaban haciéndose desde hace ya mucho tiempo los 17 equipos de la ACB que han sufrido esta temporada el dominio implacable del inabordable Real Madrid. Tras una trayectoria de 18 partidos de la fase regular sin mácula y dos más de la Supercopa, algunos confiaban en que la Copa del Rey supusiera el fin de algo más importante que una racha, de una época de dictadura insoportable para aquellos que esperaban contar en las quinielas de los títulos. Pero el torneo del KO tampoco supuso esa ciclogénesis explosiva, repentina y abrupta, que destrozara de un plumazo y en el momento más inoportuno las estadísticas merengues.

Después de arrasar de forma despiadada a unos amedrentados adversarios en un paseo militar hacia la final, el Atila blanco sació sus ansias de conquistas en el Martín Carpena de Málaga con su título copero número 24, rompiendo de paso la igualdad que mantenía con el Barcelona . Precisamente lo hizo superando a su eterno rival en un duelo terriblemente angustioso por 76-77 y haciendo oídos sordos a unos antecedentes que no daban pie al optimismo.

En el duelo estadístico habitual de los dos grandes equipos del baloncesto español se cruzaban las rachas de uno en la Copa con las del otro en los últimos enfrentamientos entre ambos. El dominio culé ante los capitalinos en el torneo del KO era sorprendente por su contundencia: quince triunfos en 18 partidos, cinco de ellos en las siete finales en las que se vieron las caras antes de la edición de 2014. Pero los blancos, que ya batieron en la final de la pasada ACB a los de Xavi Pascual, arrastraban una temporada impoluta que incluía dos victorias ante los azulgranas.

No podía haber una batalla mejor. Por historia y por presente. Desde que el Baskonia se llevara la ACB en 2010, Madrid y Barça se han repartido todos los títulos en disputa -cuatro para los blancos y seis para los de la Ciudad Condal-. El Real Madrid llegó a la final tras una trayectoria impecable, batiendo registros a cada paso. Contundente ante el Gran Canaria en cuartos, se superó en semifinales ante el CAI Zaragoza con otra paliza. A la última ronda pasó tras doblar a su oponente en valoración y como el primer equipo desde la edición de 2001 en pelear por el título tras derrotar a sus rivales por una renta superior a los veinte puntos. El último en hacerlo fue el Barcelona y se alzó con el triunfo. En esta ocasión, los blancos cumplieron como hizo el equipo culé hace trece años y se proclamaron campeones. Además, de golpe rompieron con la tradición de que el eterno rival se llevara la Copa cuando la ciudad costasoleña ejercía como anfitriona.

El Barcelona , por su parte, también había cumplido con creces en su camino hacia el clásico. Ante el Tenerife se regaló la mayor diferencia en una fase final, mientras el Valencia sufrió en semifinales ante un rival que completó el mejor primer cuarto en la historia de la competición.

Duelo espeso y tenso

El Madrid empezó muy espeso, obligado a jugar posesiones largas por la buena defensa del Barça, muy intensa sobre los bases y aleros blancos, que les impidió lanzar contraataque alguno hasta el minuto 21 y provocó pérdidas constantes.

Al conjunto capitalino le pasó lo que en los dos choques anteriores en Málaga o en la única derrota del año contra el CSKA. Fue inferior en el duelo interior. El Barça apostó por cargar el juego sobre sus postes hasta el punto de que hubo que esperar al último segundo del primer cuarto para ver la primera canasta en juego de un exterior culé.

El partido transcurrió según lo previsto por Xavi Pascual, con un rival maniatado, con Tomic resolviendo cerca del aro y un marcador corto y ajustado. Los aspirantes se apoyaban en la suma del bloque - todos sus jugadores anotaron (Mejri no,ya que sólo estuvo un segundo en pista)-.

Unos y otros tenían claro que iban a tener que bajar al barro tras el descanso para llevarse la batalla. Y el Madrid se desperezó de la mano de un Rudy Fernández que goza como nadie en este torneo, con el Barça apoyado en la facilidad de Huertas para cortar con la precisión de un bisturí la defensa contraria pero demasiado desacertado en el tiro libre (falló 12 de los 27 que dispuso).

La tensión aumentaba por momentos. Cada canasta era oro -no hubo una ventaja superior a cuatro puntos hasta los tres últimos minutos- y las chispas saltaban sobre la cancha (con doble técnica incluida a Tomic y Slaughter) en un ambiente turbio y áspero en el que Sergio Rodríguez no se encontraba cómodo.

Pero al equipo comandado por Pablo Laso es complicado echarle el lazo. Cuando se cuenta con la mejor defensa y el mejor ataque de la liga, con una variedad de jugadores capaces de aportar y elegir soluciones válidas ante cualquier tipo de problemas que se les presente y un entrenador con las ideas claras y un bloque absolutamente identificado con la filosofía implantada por su jefe, las posibilidades de éxito se multiplican porque las herramientas que permiten llegar a él son tan abundantes como poderosas.

Así, cuando quedaban poco más de dos minutos y medio para el final, entre la espesura de brazos culés, apareció solo en una esquina Mirotic (MVP del campeonato, con 17 puntos y 11 rebotes en la final) para clavar el triple que parecía descoser definitivamente un duelo absolutamente encorsetado (64-71). Parecía. Porque el Barça sacó su orgullo de campeón empeñado en no ceder el trono y logró colocarse por delante en una jugada de canasta y personal de Oleson (76-75) y ocho segundo por jugarse.

Y en estas arenas movedizas en los que otros se hunden sin remisión, aquí sí, el 'Chacho' levita. Cruzó el campo y enredó la madeja para acabar sacando un hilo hacia Llull que, cuando quedaba una décima de segundo para el final, lanzó el tiro ganador en un duelo que el Madrid supo agarrar con otro estilo. Con sufrimiento, esfuerzo y agonía. El triunfo que daba el título 24. El que convertía al Madrid, al invencible, en el rey de copas.