POLITICA

El PP tiene un problema a su derecha

La aparición de Vox confirma que el electorado más conservador se distancia del partido de Rajoy

MADRID Actualizado: Guardar
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El PP admite que tiene un problema con su electorado más a la derecha. Los sectores más conservadores del partido gubernamental están desencantados con Mariano Rajoy y sus políticas, una desafección que no ha pasado inadvertida al presidente del Gobierno y a la dirección popular, que tratan de apagar el incendio con medidas que suelen gozar de buena acogida en ese segmento electoral aunque el precio a pagar sea el malestar del votante menos radical. La aparición de Vox, el nuevo partido que impulsan José Antonio Ortega Lara y Santiago Abascal, es el síntoma de que quizá sea demasiado tarde para detener la sangría y que el divorcio del PP con la extrema derecha no tenga marcha atrás.

José María Aznar se vanagloriaba en su segundo mandato de 2000 a 2004 de haber logrado aglutinar "a todo lo que hay a la derecha de la izquierda" y así lo recordaba durante un coloquio en Valladolid en noviembre pasado. El expresidente reconoció en aquella charla que uno de los mandatos que encomendó a Rajoy cuando lo escogió como sucesor hace algo más de diez años fue que "no fragmentara" el espacio político de la derecha porque si así ocurriera sería "lo peor para la democracia española". La encomienda no parece cumplida y las otrora disciplinadas mesnadas del PP dan señales de revuelta.

Uno de los promotores de Vox, Iván Espinosa de los Monteros, recurrió al lenguaje rotundo al denunciar que el Gobierno de Rajoy "ha defraudado" a sus votantes porque hace políticas "de izquierda o extrema izquierda". Pero sin esa crudeza, otros impulsores de esa nueva organización comparten la tesis del desengaño de una parte del electorado popular. Incluso desde dentro hay voces, como la del propio Aznar o la expresidenta madrileña Esperanza Aguirre, muy escuchadas en los sectores más radicales, que no esconden la decepción. Claro que también hay silencios elocuentes, como el de Jaime Mayor Oreja en aras de un premio electoral.

La derogación de la doctrina Parot, la excarcelación de más de 60 presos de ETA y la, a juicio de los críticos, tibia actitud del Ejecutivo ha sido la gota que ha colmado el vaso de la desilusión. Pero también la respuesta al desafío independentista de Cataluña, la presencia de los representantes de la izquierda abertzale en las instituciones democráticas o el incumplimiento del programa electoral, sobre todo en el capítulo fiscal con los aumentos de impuestos en las antípodas de la promesa de bajarlos, fueron tragos de muy difícil digestión para el sector más conservador del PP.

Rajoy intenta taponar esta vía de agua con iniciativas a la medida del sector más a la derecha de la derecha. La reforma educativa, la ley de seguridad ciudadana, la de seguridad privada, o las nuevas operaciones antiterroristas, por citar algunas, son gestos con destinatario. También tenía ese objetivo la reforma de la ley del aborto, pero ha tenido la virtualidad de no contentar a los más conservadores, que abogan por la penalización sin excepciones de la interrupción del embarazo, ni a los moderados, incluidos líderes populares de peso, que consideran la reforma un fiasco sin paliativos.

El presidente del Gobierno desearía que el foco del debate estuviera puesto en la incipiente recuperación económica pero tampoco lo consigue. "Perdemos por la derecha y por el centro, pero sobre todo por la derecha", confiesa con amargura un dirigente popular de larga trayectoria, que atribuye al recuerdo de Aznar y a la comparación con su gestión buena parte de las deserciones en las filas conservadoras.

Infidelidad

El expresidente no tenía complejos en reconocer que el PP representa a toda la derecha, pero los actuales dirigentes del partido no están cómodos cuando se les menciona que la extrema derecha también se refugia bajo la gaviota. "La extrema derecha se siente cómoda en el PP", comenta la expresidenta del Centro de Investigaciones Sociológicas Belén Barreiro.

De acuerdo al sondeo de ese organismo demoscópico de octubre, el último con datos de intención de voto, el 95% de los que se consideran de ultraderecha vota o ha votado al PP. Algo que no está tan claro para el futuro pues solo el 62,5% de los ultras dice que darán su papeleta en las próximas elecciones al partido de Rajoy, mientras que el 25% no votará a nadie y un pequeño porcentaje respaldará a UPyD. Un ministro del círculo más cercano al presidente del Gobierno calcula que un 10% de sus votos procede de la extrema derecha, porcentaje que coincide con los datos del CIS.

Una realidad que puede cambiar en próximo comicios porque los populares soportan los niveles de fidelidad electoral más bajos de los últimos años. El barómetro de octubre revela que solo el 56,8% de quienes respaldaron a Rajoy en las elecciones generales de 2011 lo volvería a hacer. Lo habitual en el PP solía ser contar con índices de lealtad del orden 80 y del 90%. En esa desbandada, los ultraderechistas ocuparán un lugar notable, máxime con la aparición de fuerzas como Vox, un partido refugio para los disidentes populares, admite un miembro del comité ejecutivo del partido. Otros, en cambio, creen que la nueva formación perjudicará más a UPyD o a Ciutadans, que ya habían recogido a desencantados del PP que ahora pueden encontrar en la organización de Ortega Lara y Abascal una opción más acorde con sus ideas.