Kaká, con claros síntomas de cansancio durante el partido ante el Barça. / Afp
FÚTBOL | LIGA DE CAMPEONES

El Milan recupera a un Kaká menor

Sólo el destello de calidad en el pase perfecto en el tiempo y preciso en el espacio que permitió marcar a Robinho recordó al jugador que maravilló a San Siro en su anterior etapa en Lombardía

MADRID Actualizado: Guardar
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El Milan se ha convertido en los últimos años en una constelación de estrellas en un proceso irrefrenable y constante de apagado que les llevará a desaparecer, en un periodo más corto que largo, del universo futbolístico en el que un día refulgieron de tal forma que sumían en la más profunda oscuridad a cualquiera que intentara lucir bajo su manto. Nombres que asustaban nada más mentarlos y que convertían en temible al club de Berlusconi son ahora figuras sobre el terreno de juego con sabor a un pasado con sabor a rancio. Ni el frescor de los jóvenes, irreverentes y mediáticos El Shaarawy y Balotelli sirven como declaración de intenciones y elementos representativos de los aires de renovación de una entidad de aroma caduco.

No tiene que ver tanto con la edad como con la sensación de carrera acabada que arrastran hombres como Robinho. El brasileño cuenta con 29 años y aún con temporadas por delante hasta la definitiva retirada, pero transmite una impresión de etapa decadente y cuesta abajo de un futbolista que ya no asusta y del que sólo se esperan destellos puntuales de aquel que tuvo pero que fue olvidando por el camino.

Dos años más tiene el recuperado Kaká y el mismo olor a cerrado que su compatriota, tras cuatro años perdiendo prestigio en el Real Madrid, en donde en ningún momento reveló indicio alguno de aquel que mereció el Balón de Oro en 2007 ni justificó los 65 millones de su traspaso -pese a que el presidente blanco, Florentino Pérez, afirmó que les había hecho “ganar mucho dinero”, ser “un activo amortizado” y consideró que, “desde el punto de vista económico”, les había “salido bastante bien”-.

Ricardo Izecson Dos Santos Leite decidió esta temporada “regresar a casa”, al club ‘rossonero’, al que definió como ese “amor que no se olvida”, pero al que volvió convertido en un turismo de gama alta y piezas caras pero prestaciones de utilitario de bajo coste. Kaká consideró que Milán era “el lugar ideal para recuperar las ganas de jugar al fútbol” y su última oportunidad para acudir al Mundial del próximo verano. Tal era el amor que el brasileño decía profesar por la entidad lombarda que, cuando cayó lesionado en sus primeros minutos ante el Torino, decidió suspenderse el sueldo mientras no volviera a jugar, algo que en ningún momento planteó en Madrid pese a los numerosos problemas físicos por los que pasó en el equipo merengue.

El pasado fin de semana regresó unos minutos ante el Udinese, y ante el Barça ya ocupó un puesto en el once titular. Pero los milagros no suelen existir en el mundo actual, en el que no basta con jugar al paso y aprovechar la calidad en el toque. Sin una buena condición atlética, los rivales superan por la izquierda y la derecha a cualquier jugador, por bueno que sea. Cristiano y Messi son muy superiores al resto, por su talento supremo pero también por su físico privilegiado. Kaká ya no puede presumir de lo primero, salvo con píldoras ocasionales, y anda muy justo en lo segundo.

En la tercera jornada de la Liga de Campeones soltó una de esas pastillas de genialidad a los nueve minutos, cuando inventó un pase perfecto en el tiempo y preciso en el espacio que dejó solo a Robinho frente a Valdés y que permitió al Milan adelantarse en el marcador. Pero no dio para mucho más. Algún intento de arrancada a un par de velocidades de la trepidante aceleración de antaño y un tiro sin precisión ni fuerza en la segunda mitad, cuando ya evidenciaba un agotamiento demasiado prematuro como para esperar algo más del estiloso punta.

Allegri cumplió con lo prometido a su pupilo. En la previa ya había afirmado que el brasileño no estaba para aguantar todo el partido (quizás ya no lo esté nunca para tolerar hora y media en un duelo de este nivel), pero le dio los 70 minutos a los que se había comprometido. Ni uno más. Ya no daba más de sí y se retiró ovacionado con un San Siro que ve en Kaká a un ídolo, y le mira con los ojos del aficionado que sueña con aquel Milan poderoso y dominante en el que el ‘22’ convertía en hermoso lo fútil y en sencillo lo imposible. Pero el mito se ha caído del Olimpo para convertirse en un ser terrenal. Demasiado terrenal.