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Irán: ¿Hacia un arreglo nuclear?

Resultado positivo, punto de inflexión e hito: así ha calificado Irán la reciente reunión con las cinco potencias del Consejo de Seguridad y Alemania sobre su polémico programa nuclear

MADRID Actualizado: Guardar
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Súbitamente, como una especie de milagro que nadie espera, todas las partes involucradas en la negociación del dossier atómico iraní dieron esta mañana pruebas de un optimismo que aunque prudente por las cautelas diplomáticas al uso, ha sorprendido al mundo entero.

Reunidos durante dos días en Almaty (la mayor ciudad y capital económica de la República de Kazajstán) los protagonistas (los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad y los iraníes) hicieron todos una valoración positiva de las conversaciones y fijaron ya un compromiso temporal para reunirse de nuevo en marzo y abril.

“El resultado de las sesiones es esperanzador”, dijo una fuente occidental integrada en el P-6 (los cinco mencionados más Alemania) y Said Jalili, negociador-jefe iraní, dijo haber visto las propuestas como “mucho más realistas que en el pasado” (…) y “más prometedoras en relación con un próximo acuerdo”. Un tono nunca visto antes que compartió la negociadora-jefe por parte del P-6, que no es otra que Catherine Ashton, jefa de Política Exterior de la UE.

El expediente técnico y político

Si se considera que en Occidente, en general, se mantiene una evolución negativa del programa nuclear iraní, por no hablar de Israel, que cada día sugiere la eventualidad de recurrir a medios militares para abortarlo, sorprende mucho lo sucedido. Y más si se recuerda que hace apenas dos semanas de semanas el jefe de inspectores de la AIEA, Herman Nackaerts, que es también su subdirector, fue más bien negativo a la vuelta de una visita a Teheran.

Su pesimismo era más técnico que político y derivado de la alegada falta de colaboración iraní para el acceso irrestricto a determinadas instalaciones de la industria atómica, en concreto a la base de Parchim. Este hecho merece una anotación particular y es muy discutible: no es sensu stricto una instalación nuclear y, por tanto, no puede ser inspeccionada, pero sí es una instalación militar en la que podrían llevarse a cabo estudios avanzados sobre detonares de alto poder que, eventualmente, serían del todo precisos para proceder a explosiones atómicas.

La otra instalación que provoca controversia es la última y aparentemente más moderna y a salvo de ataques aéreos (está literalmente enterrada en una montaña) Fordow, donde se habría acelerado el proceso de enriquecimiento de uranio al veinte por ciento reconocido en Teheran (que dice almacenarlo para fines médicos y de producción de electricidad) y que comunica las cifras de existencias en almacén, que serían ahora de 167 kilos.

Razones para un acuerdo

El punto de vista de Teherán es muy conocido: como firmante del Tratado de No Proliferación tiene el derecho a enriquecer uranio, como hacen más o menos una docena de países en el mundo, y en ningún sitio está escrito que solo lo hará al tres por ciento y parcialmente lo enriquece ahora al 20 porque necesita isótopos radiactivos para los tratamientos oncológicos en sus hospitales o para preparar las barras de combustible nuclear para su central de Bushehr, empezada con tecnología alemana en tiempos del Shah y terminada con mucho retraso con asistencia rusa.

Los occidentales, que temen la existencia de una dimensión militar clandestina y paralela al progre del programa atómico oficial, han alternado la zanahoria (ellos proveerán combustible nuclear para fines pacíficos contra una inspección impecable y sostenida del total) y el palo (han puesto en marcha un programa de sanciones económicas y bancarias sin precedentes y también una lista negra de dirigentes iraníes que no pueden desplazarse libremente según que áreas del mundo).

Las sanciones han causado serios daños a la economía iraní pero hay indicios – y un sólido dossier al respecto difundido el lunes por el “Internacional Crisis Group” lo avala – de que eso no bastará ni doblegará al régimen con el inconveniente adicional de que alienta la cohesión nacional interna ante un cerco percibido como injusto. Hay que añadir, además, otras consideraciones más políticas, como la aparente decisión de Obama de seguir dando preferencia a la opción negociadora y el enrarecimiento de la situación regional: Irán, aliado de Siria y muy enfrentada políticamente a los países árabes del Golfo, podría valorar una distensión general y dotarse de un tiempo de calma.

Bajo fuerte presión americana, Israel canceló el año pasado sus planes de bombardear las instalaciones iraníes. O las aplazó. Ahora teme que la parte iraní, en un ejercicio de pragmatismo, aleje el peligro y hasta teme que cuente con la anuencia (no explícita, desde luego) del nuevo Secretario de Defensa de Obama, Chuck Hagel, confirmado ayer en Washington, quien pasa por muy hostil a toda acción militar contra Irán y privilegia la negociación diplomática.