literatura

Gala, ante el espejo

"No debemos resignarnos a tener un gobierno de idiotas", asegura el escritor y dramaturgo, que deshoja la margarita de sus memorias

MADRID Actualizado: Guardar
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Antonio Gala (Brazatortas, Ciudad Real, 1936) asiste encantado a la multitudinaria ceremonia de su resurrección civil. Recuperado del cáncer, menos ácido y con algo menos mala baba, el dramaturgo y escritor presenta al respetable 'Quintaesencia' (Planeta), un libro que firma pero que no ha escrito. Ha dejado que Isabel Martínez Moreno le retrate a través de extractos, retazos y frases de su obra que llenan más de trescientas páginas en una edición primorosa. Es un repaso a casi cinco décadas de andadura literaria que sitúan al autor ante el espejo de sus propios pensamientos. Gala, más atemperado y con una lengua algo menos viperina, se presenta como "un moribundo lleno de vida". Con todo, reparte leña y asegura que "no debemos resignarnos a tener un gobierno de idiotas".

"El libro no está mal; no tengo nada que decir. Es un resumen de mi pensamiento antes que de mi vida y mi obra. Una colección de opiniones, algunas desechables y que habría suprimido de buena gana", admite locuaz y divertido un Gala con muy buen aspecto que regresa al circo editorial tras batallar con quimios y fármacos. Reaparece ante los medios en el Jardín Botánico de Madrid y tan pinturero como acostumbra: poncho de alpaca para defenderse del intenso frío otoñal, colorido pañuelo de seda al cuello, suéter beige y su inseparable bastón.

Dice que no es un clásico "porque para serlo de veras hay que morirse varias veces y yo no tengo ninguna urgencia ni una prisa desesperada por morirme". Y eso que Gala ha mirado a la muerte a los ojos -"he sufrido tres muertes clínicas"- y sabe que la señora de la guadaña ha bajado los ojos y le ha dado otra oportunidad. "Estoy moribundo, como siempre y como todos. La vida es estarse muriendo todo el tiempo. No debemos asombrarnos por eso", dice nada solemne. "Es un estado que no me desanima. Todo lo contrario; si el tiempo es limitado, la intensidad de la vida es ilimitada. Amo la vida y me siento más vivo que nunca, ahora que camino hacia una muerte casera, natural y lo más confortable posible", proclama. "No hace falta echarse a la calle para vivir intensamente. Basta con reflexionar. Y yo amo la vida", insiste.

Unas ganas de vivir que no se traducen en ganas de escribir. Asegura que su obra y su vocación social "están cumplidas". Admite que deshoja con cierto desdén la margarita de sus memorias. Hay más posibilidades de que no las escriba, pero advierte de que si lo hace será bajo la bandera de una inmisericorde sinceridad. "He dicho verdades antipáticas para mí y sobre mí. Si escribiera mis memorias, seria más que sincero y debería poner puntos muy dolorosos sobre íes muy importantes, así que es posible que no las escriba y me ahorre un trance dolorosos". "Pensé en titularlas 'Autorretrato con paisaje al fondo' pero ahora sé que el título debería ser 'No os levantéis, conozco la salida", ironiza.

Atemperado

Asegura Gala ser "realista antes que optimista o pesimista" y admite que su "carácter, a veces vitriólico, se ha atemperado. "Me he hecho menos gracioso y meno ácido. Antes era partidario de ridiculizar al enemigo y ahora menos. No me atrevo a reírme de nadie porque, salvo que se incurra en un ridículo de nacimiento, todo el mundo, o casi todo, es respetable". Pero tras la de cal llega la de arena. "De libertad ando bastante bien. Quien quiera, sin llegar a jugarse el tipo, puede y debe ejercer esa libertad. El pueblo ha de ser osado, y más ahora que estamos tan mal gobernados", plantea. "No se puede decir que tenemos un gobierno de gilipollas, pero puede pensarse; y eso va a misa", reflexiona en alta voz.

Recuerda a renglón seguido que no pertenece ni ha pertenecido a ningún partido y que votó "una única vez, cuando mi amiga Pilar Miró me lo pidió". Pero agrega que "no debemos someternos a directivas que nos resulten dudosas". "¿España está chocheando? Si es así, debería darse cuenta, porque si yo soy consciente de que voy a chochear, no hablo en público". Mas mordaz, dice que muerto Emilio Aragón, Miliki, "el gobierno debería contratar a algún buen payaso". "Miro el telediario a ver si sale, porque necesito que la siesta me coja con alguna serenidad", ironiza este 'Midas' de la palabra escrita que vende sus libros como churros. Con su primera novela, 'El manuscrito carmesí', se adjudicó el Planeta en 1990. Ligado a este sello desde entonces, ha vendido más de cuatro millones de ejemplares de sus libros, por los que ha recibido medio millar de premios.

Admite que en esta obra solo ha escrito la contraportada, "esto es, el culo del libro", unas líneas en las que se muestra "de acuerdo con el retrato que ofrece de mí". "Yo lo hubiera hecho más pequeño y portátil para que pudiera ser leído en el metro o el cuarto de baño", bromea. Muy en serio reconoce haber "estado siempre rodeado de personas que me han querido más que yo a mí mismo" y que siente el enorme peso de no haber tenido hijos. "Dejad que los niños se acerquen a mí es una de las frases que salvaría hasta el final, y más ahora que siento no tener niños a mi alrededor", se duele. La frase que jamás repetirá es "si Dios quiere". "Genera una decepción enorme", concluye.