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Egipto: sorpresas y porvenir

Un islamista de la Hermandad y un laico con experiencia parece la razonable destilación producida por los filtros electorales… pero no es así

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Con toda diligencia, esta misma mañana, un portavoz autorizado del “Partido de la Libertad y la Justicia”, la expresión político-electoral de los Hermanos Musulmanes, invitó formalmente a Hamdim Sabahi y Abdel Monein Abul-Futuh a discutir con ellos posibilidades de acuerdos sobre candidato a la vicepresidencia y programa de gobierno de cara a la segunda vuelta de la elección, el 16 de junio.

En la primera el candidato del PLJ, Mohamed Mursi, obtuvo la mayoría relativa (26%) por delante del general Ahmed Shafik (mubarakista, con el 24), el neo-nasserista Sabahi (20) y el islamista templado y semiliberal Abul-Futuh (17).

Este resultado es una sorpresa completa, excepto en el caso del progresista laico y nacionalista Sabahi, cuyo auge había sido correctamente percibido por las encuestas. El uso de la cursiva para calificar los sondeos es un recurso moderado para no descalificarlas del todo, pero hay que decir en su descargo que no pudieron ser calificadas de tales, a falta de muestras fiables, tradición y medios económicos.

De hecho, las encuestas eran los comentarios hechos por el Centro de asuntos políticos y estratégicos del inevitable y centenario diario estatal 'Al Ahram' y pequeñas calas de la TV y algunas radios. Nada definitivo como, por lo demás, señalaron los medios.

La maquinaria de la Hermandad

En realidad, los resultados son coherentes en lo esencial: que el partido que barrió en las legislativas de enero (45% de los votos y 235 de los 508 escaños) gane también la presidencial parece lógico… y sin embargo, sobre todo tras la sustitución de su primer candidato, vetado por razones técnicas, y su sustitución por Mohamed Mursi, jefe del partido, no de la Hermandad (que es su Guía, el muy discreto Mohamed Badie).

Mursi no pareció un buen candidato, mientras sus rivales, el antiguo 'hermano' Abdul Futuh, expulsado de la organización por concurrir por libre, el antiguo ministro Amr Mussa, un liberal centrista-nacionalista, y el candidato de la izquierda tradicional, Sabahi, crecían en la estimación pública.

Pero, de hecho, no había tal cosa: la fidelísima parroquia de la Hermandad, una organización fundada en 1928 y que ha resistido contra viento y marea la represión, a veces durísima, de todos los regímenes desde entonces, votó disciplinadamente, aunque los porcentajes indican que no con la amplitud aritmética de enero.

La maquinaria islamista tradicional había funcionado y se advirtió, por cierto, en un detalle aparentemente menor: mucho antes que nadie, lo que prueba que tenía gente en cada colegio y buenas comunicaciones, anunció que Mursi era el más votado.

El inmediato porvenir

Un islamista de la Hermandad y un laico con experiencia parece la razonable destilación producida por los filtros electorales… pero no es así porque el general Shafik, con su sólido pasado mubarakista a cuestas (incluso fue un efímero primer ministro en las últimas semanas de Mubarak antes del hundimiento de la dictadura) ha reunido todo, y aún algo más, de lo que puede esperar: en teoría, no tiene un voto más disponible.

Su notable 25% traduce no solo que el régimen no era tal vez tan impopular, sino, sobre todo, la necesidad de recuperar definitivamente el orden público, la seguridad ciudadana y una cierta normalidad que la mano dura del viejo régimen garantizaba y es sentida como necesaria para la recuperación económica, sobre todo en el crucial sector turístico. Pero el porcentaje, además de un poco artificial, no es suficiente.

Muchos egipcios, pues, pueden haberse quedado hoy sin candidato: no votan a un islamista ni a un mubakarista (la impopular familia del presidente juzgado ahora hizo saber que, naturalmente, había votado en bloque por Shafik, lo que no ayuda mucho)… y la aritmética ayuda a confirmar la inquietante y sorprendente polaridad vigente.

El 48 por ciento de votos que suman Sabahi, Abul-Futuh y Mussa son el objetivo de Mursi y Shafik, pero ahí, en la negociación, el programa y las promesas lo tiene mejor Mursi. De hecho portavoces de Abul-Futuh y Sabahi han tenido que desmentir ya que se dispongan a respaldarle… pero si el candidato islamista es diligente, constructivo y práctico, es probable que pueda prefigurar el gobierno futuro y dar seguridades adicionales sobre la nueva Constitución, la gran asignatura de la legislatura, y crear un equipo plural e inclusivo…