Juana Galarza de Goicoechea, por Francisco de Goya. Óleo sobre cobre, 81 mm de diámetro. 1805.
ARTE

Los tesoros más diminutos y ocultos del Prado

El museo saca a la luz lo mejor de su desconocida y excepcional colección de miniaturas y pequeños retratos

MADRID Actualizado: Guardar
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Son cuarenta piezas, pero caben en dos vitrinas que no suman más de seis metros cuadrados. Conforman la exposición más recogida en la centenaria historia del museo del Prado, que exhibe uno de sus tesoros más ocultos y diminutos en 'Las miniaturas en el Museo del Prado'. Son una treintena de piezas de las casi 200 que constituyen su excepcional colección de miniaturas, unas joyas nunca expuestas antes. Unas sutiles obras sobre las que lleva más de dos décadas investigando Carmen Espinosa, comisaria de la exposición y responsable del catalogo razonado de esta insólita y valiosa colección que incluye una pieza de Goya, catalogada como pequeño retrato. El resto son piezas de delicados y muy especializados artistas, perfectos desconocidos para el público de hoy, pero admirados y muy cotizados maestros en su tiempo que se disputaban casas reales, aristócratas y grandes y medianas fortunas. Practicaban con maestría el apreciado y difícil oficio de micro retrato al que 'mataría' la aparición de la fotografía y su popularización en la segunda mitad del XIX. De las 40 piezas de la exposición, 37 son miniaturas y tres pequeños retratos. Las miniaturas, del tamaño de un sello de correos o de una moneda de dos euros en sus ejemplares más diminutos, se realizaban sobre placas de marfil, tejidos de vitela o pergamino con pigmentos al temple y aguadas. El pequeño retrato, que rara vez supera los veinte centímetros de lado, se pintaba, por el contrario, con óleo y sobre planchas de cobre. Es habitual en la tradición española en la que se denominaron retraticos o retratos de faltriquera.

Entre ambas catalogaciones el Prado atesora 180 piezas -164 miniaturas y16 pequeños retratos-, cuyo grueso procede de una donación de finales del siglo pasado. Es un tipo de colección que también tienen grandes museos europeos y americanos, dado que hasta mediados y casi finales del XIX la miniatura fue un deseado artículo de lujo entre aristócratas y familia adineradas, además de un habitual regalo ente casas reales que, como la española, tenían un miniaturista entre sus pintores de corte.

Genios desconocidos

El retrato de Goya de un familiar político, Juana Galarza de Goicoechea, es el único que resultará familiar al espectador que no reconocerá nombres como el de Guillermo Duccker, pendenciero y atrabiliario amigo de Goya más tiempo en la cárcel que en libertad, José Alonso del Rivero, Genaro Boltri, José de Roxas, Cecilo Corro, o Antonio Tomasich y Haro, el maestro entre los maestros de género que trabajo hasta finales del XIX.

La pieza más antigua es un anónimo retrato de Carlos V pintado en 1540 y que se exhibe junto otro de Mariana de Austria de aire velazqueño. "Sabemos que Velázquez pintó pequeños retratos, sobre los que hay documentos y los estudiosos sobre estas pieza aún tienen cosas que decir" destacó la comisaria, que recordó que Goya "no es un miniaturista aunque hiciera varios pequeños retrato de familiares".

El primer Borbón, Felipe V, quien trae a España este intimista y delicado género pictórico que eclosiona con Carlos III "que se trajo a sus miniaturistas desde Nápoles", según explicó Carmen Espinosa. Los artistas alcanzan una calidad fotográfica gracias a una depuradísima y exigente técnica que convertirá sus piezas en valiosísimos fetiches y objetos de deseo y. Se aprecia en una de las joyas de esta insólita colección, un retrato de Luisa Carlota de Borbón pintado por Luis de la Cruz y Ríos hacia 1830 y que es un dechado de virtuosismo y delicadeza. Reyes, aristócratas y embajadores las regalaban con motivo de bodas, compromisos, tratados o convenios.

Fue la fotografía la que 'mató' a la las miniaturas, que disfrutaron de una demanda muy fuerte hasta mediados del XIX y que tuvieron en Antoni Tomasich y Haro su último gran adalid. "Es sin duda el mejor y más moderno de los miniaturistas españoles y el único que no sucumbe al empuje de la fotografía y que siguió recibiendo encargos hasta su muerte en 1891" destacó la comisaria y responsable de la selección. Espinosa aclaró que el término miniatura no hace referencia en exclusiva al tamaño de la obra, ya que alude también a una "técnica pictórica" sofisticada y exclusiva.

La pieza más pequeña de la muestra es un retrato de Francisco I, emperador de Austria, obra de Heinrich Friedrich Füger de apenas cuatro por dos centímetros. La más grande un 'San Miguel derribando al demonio' de 48 por 35 centímetros, en este caso un cartulina destinada a reproducir en pequeños gabinetes las grandiosas piezas de palacios y museos. Está colgado en la segunda vitrina que incluye piezas las escuelas holandesa, francesa, británica y portuguesa.

En cartel hasta el 26 de febrero de 2011, las miniaturas del Prado se exhiben en la misma cámara acorazada del sótano del edificio Villanueva que acoge el 'Tesoro del Delfín' una de las colecciones más valiosas y menso visitadas del Prado. Así, será posible disfrutar durante cuatro meses de ambas colecciones en una única visita.