FÚTBOL

Guardiola, presionado hasta por su estilo

Su balance de 5-0 en los clásicos previos no evita que ahora se juegue hasta ese futuro inmediato que se empeña en no aclarar

BARCELONA Actualizado: Guardar
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El presente devora al pasado. Ocurre en el fútbol como en tantas otras cosas de la vida, aunque en los últimos tiempos sucede con mayor crueldad en el deporte del balón. Pep Guardiola afronta los cuatro clásicos ante el Madrid con el paraguas de sus cinco victorias en los últimos cinco clásicos ligueros. Como entrenador, sólo sabe ganar al eterno rival. Una 'mano' de victorias que adornó con otra 'mano' de goles en el último pulso del Camp Nou. Un doble 5-0 que, sin embargo, no le garantiza ningún tipo de tranquilidad ante la tensión que se avecina.

El técnico del Barça parece menos presionado que Jose Mourinho, pero sólo lo parece. Guardiola también se juega mucho en este inminente póker de clásicos. Pese a que ha conquistado ocho de los diez títulos que ha disputado en el banquillo azulgrana, sabe que eso no sería suficiente si su Barça cayera ante el Madrid en la final de Copa y en la semifinal de la Liga de Campeones. Como mucho se le perdonaría una derrota en el pulso liguero porque se entiende que el campeonato de la regularidad no se le va a escapar. El palmarés le valdría como manto protector si los adversarios fuesen otros, pero se trata del enemigo, el Madrid, entrenado por el técnico más odiado en la historia del Barça: Mourinho.

La afición le valorará siempre por lo que ha ganado y por el fútbol espectacular que ha impuesto en el Camp Nou, pero ahora se trata de dar un golpe (o dos, o tres...) definitivo al conjunto blanco y al entrenador que se pavoneó el año pasado en el Estadi tras clasificar al Inter para la final europea a costa de la escuadra culé. A Guardiola se le exige una estocada. Nadie entendería otra cosa. Para un Barça tan poderoso, además, una Liga de Campeones comienza a ser poca cosa. Dos en tres años ya sería un éxito más acorde a la calidad del proyecto.

El de Santpedor se encuentra, por otra parte, señalado por su propia forma de interpretar su continuidad en el equipo. Esa renovación año a año que invita a especular constantemente sobre su futuro no le ayuda. Ya ha firmado hasta el 30 de junio de 2012, sí, pero ese desliz verbal en una entrevista a un medio de comunicación italiano afirmando que "mi tiempo en el Barça se acaba" puede volverse en su contra tras este empacho de clásicos. Ahora, una vez explicado, el significado de la frase está dormido, pero puede despertarse en cualquier momento.

Interrogantes

¿Quizás no está a gusto? ¿Será cierto que con Sandro Rosell no ha congeniado? Teniendo en cuenta que en su día avisó que se iría cuando viera que la plantilla ya no le sigue a ciegas, ¿ya ha llegado ese momento? La única forma de frenar el aluvión de preguntas es rematar al Madrid. Si no es así, comenzará el circo de las interpretaciones, habitual prólogo de las crisis periódicas en el Barça.

Son muchos también los que creen que Guardiola debería haber sido menos diplomático con un Mourinho que muerde una y otra vez a la yugular del Barça desde que arrancó la temporada con declaraciones malintencionadas, sobreactuaciones teatrales y quejas infantiles para tratarse de un entrenador del Madrid. Sus intenciones maquiavélicas se ven a la legua, a veces da hasta risa por su facilidad para explicar la historia del fútbol reciente según su versión personal y ególatra, pero no se le puede negar que el portugués sabe lo que hace. Los medios de comunicación quieren carnaza, es lo que más vende en tiempos de crisis, y Mourinho tiene de sobra. Al final sus mensajes manipuladores calan en la gente y a más de un barcelonista de la calle le hubiese gustado ver a Guardiola defendiendo la honestidad del club en lugar de no entrar al trapo del luso. Es lo de siempre. Si el Barça sale victorioso de este mes de abril, se dará por buena la elegancia formal de Guardiola. Pero si triunfa el llorón, el que ve favores arbitrales, televisivos y federativos, a ningún culé se le podrá quitar la sensación de cornudo y apaleado por no haber sido defendido.