fútbol

Un comienzo poco agradecido para Rosell

El conflicto con Cruyff, la tensa renovación de Guardiola y el anuncio de la deuda histórica del club han marcado unos primeros días controvertidos y sin la alegría todavía del obsesivo fichaje de Cesc

Barcelona Actualizado: Guardar
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Sandro Rosell ha cumplido un mes como presidente del Barcelona, un periodo de tiempo en el que ya ha tenido que lidiar con toros complicados sin que se pueda afirmar que ha salido airoso de la faena, ahora que en Catalunya está de moda la problemática taurina. Aunque en sus discursos electorales remarcó que quería un club sin enfrentamientos de 'ismos', uno de los eternos males en el Camp Nou, muy pronto se evidenció su fracaso en ese sentido.

El 'Cruyffismo' ya está en la trinchera esperando un descuido para hacerse notar. Ese es el resultado de haber dejado claro nada más aterrizar que el cargo de Presidente de Honor con el que Joan Laporta había condecorado a su gurú, Johan Cruyff, no existía porque en los estatutos del club no aparece esa figura. El resto fue un esperpento. El holandés devolvió su insignia a la recepcionista de las oficinas, previo aviso a los medios de comunicación, mientras Rosell estaba en un acto público. Faltó comunicación, pero se adivina una imposible reconciliación con el jefe del entorno, concepto que por algo 'creó' Cruyff para el mundo del fútbol.

Tampoco se puede decir que Rosell tuvo éxito en la renovación de Pep Guardiola. En campaña anticipó que le ofrecería firmar por los seis años que estará él en la presidencia, cosa que el técnico rechazó en la primera conversación que mantuvieron. Con Sandro ya en la presidencia se aireó que la renovación del técnico sería por dos temporadas más una opcional. Y al final resultó que Guardiola se comprometió por un año y gracias a escasos cuatro días de comenzar los entrenamientos. Y en la primera comparecencia pública del entrenador se intuyó que no hay demasiado 'feeling' entre Pep y Sandro. Hay tiempo para mejorar la relación.

Rosell sí ha sido transparente en el asunto de las cuentas del club con el peligro de ganarse las antipatías de sus propios socios y aficionados. Sus mensajes de "club comprador, pero también vendedor" no gustan demasiado. El hecho de que vendiera a Chygrynskiy por 15 millones al Shakhtar Donetsk "para poder pagar las nóminas de algunos empleados" creó alarma social. Y de paso, eso sólo en el caso de Guardiola, el único que seguía creyendo en el ucraniano, sumó otro punto negativo.

Los números

Hacer público que la deuda es de 552 millones le honra, pero tampoco le hace más popular. Xavier Sala i Martín, el de las chaquetas chillonas, economista de prestigio mundial, se había despedido del club presumiendo de un superávit en la última temporada de 11 millones. Dos semanas después, la auditoría encargada por la nueva directiva reveló unas pérdidas de 77 millones. Fiel a la transparencia anunciada, también se informó del crédito sindicado de 150 millones de euros concedido al Barça por distintas entidades bancarias.

Con esos números se entiende que Sandro Rosell pueda quedarse sin la fotografía que le acerque al socio que le votó: la presentación de Cesc Fàbregas. El Arsenal no vende ni por los 45 millones que está dispuesto a ofrecer el Barça. Aunque en ese asunto es en el que menos culpa tiene. Las prisas de Joan Laporta para cerrar la operación con la que irse por la puerta grande (la misma fotografía que su sucesor anhela ahora) enfadó a Arsène Wenger y telegrafió la necesidad azulgrana al club 'gunner', que ya tiene experiencia en exprimir las arcas del Camp Nou (Overmars, Henry, Hleb...).

Con Villa ya fichado por Laporta, sorprendió, en general de forma positiva, el único refuerzo atado por la nueva secretaría técnica, con Andoni Zubizarreta a la cabeza en lugar de Txiki Begiristain: el sevillista Adriano, polivalente para las dos bandas tanto de lateral como en el centro del campo. Calidad, hombre de equipo y aceptable precio (9,5 millones). También se han entendido las bajas de Henry y Márquez, jugadores con contrato en vigor que se van gratis a costa de perdonar sus altas fichas.

Ya no aportaron casi nada la pasada temporada y en el caso del mexicano, siete temporadas en el club, se ha conseguido uno de los milagros en Can Barça: la salida de un jugador por la puerta grande, con acto público, buenas caras y abrazos. Nada que ver con jugadores tan importantes en la historia reciente del club como Ronaldinho, Deco o Eto'o.

Preocupó más el traspaso de Touré, el hombre que valía para todo, pero poco podía hacer Rosell: el costamarfileño quería irse porque exigía una condición de indiscutible que Guardiola no le podía garantizar y la oferta del Manchester City (30 millones) era irrechazable. Zubizarreta tiene el difícil trabajo de encontrar un sustituto, aunque el excelente papel del canterano Oriol Romeu en el Europeo Sub 19 podría facilitarle la tarea. Y habrá que ver qué ocurre con Ibrahimovic cuando vea que para Guardiola "ser importante" (así dijo el sueco que se expresó el técnico en la charla privada que mantuvieron) no significa jugar siempre, sino cuando el equipo lo necesita. Pero eso será otra historia para el segundo mes de mandato...