60 edición de la berlinale

La plenitud lésbica de Julianne Moore

La actriz ha presentado 'The kids are all right', un filme en el que interpreta a la esposa de Anette Bening

BERLÍN Actualizado: Guardar
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La actriz Julianne Moore ha dado alas a la Berlinale convirtiéndose en la esposa de Annette Bening en The Kids are all right y encarnando una aparente plenitud lésbica, que se revela ambigua cuando aparece el donante de semen que las convirtió en madres.

"Da igual la orientación sexual de los padres, la vida familiar siempre es compleja, ser buenos padres es difícil. Si de pronto uno desencadena el caos le corresponde pagar por ello", ha afirmado Moore en la presentación del filme dentro de la sección oficial, aunque fuera de concurso.

Toda plenitud implica duda y eso es lo que plantea la directora Lisa Cholodenko en una película que arranca en el momento en que los hijos adolescentes deciden conocer a su padre biológico -Mark Ruffalo-, abriendo así la caja de Pandora alrededor del intruso que un buen día donó su semen por 60 dólares el frasco.

Moore es la parte femenina en la pareja y la que inevitablemente irá en busca de Ruffalo, el soltero empedernido que de pronto se crea la ilusión de pertenecer a una familia. Será la única en la aparentemente inexpugnable fortaleza homosexual que se permite el respiro de la duda. Y, ya puestos, gozará la experiencia.

"La duda existe siempre, no hay amor sin duda, no hay pareja sin cuestionamiento. Cualquier familia se sustenta sobre la lealtad, eso es lo importante, da igual si quien está al frente son dos madres lesbianas o un padre y una madre", ha sostenido Julianne Moore, que ha dejado en la Berlinale el áurea de impecable solidez que la caracteriza.

El corte es convencional, ni una pieza escapa al esquema y a nadie le asaltan dudas de que de lo que se desmadejó volverá al orden del ovillo. Queda por ver si sus secuelas quedarán en algún rasguño o en el cuestionamiento irreversible de la homosexualidad como algo absoluto.

Películas de difícil digestión

Julianne Moore ha capitalizado los flashes de la jornada y ha aliviado con esa típica comedia 'made in USA' de Cholodenko una sección oficial cuyas dos participaciones a competición del día han sido de digestión difícil: por un lado, Kak ya Porvel Etim Letom, de Alexei Popogrebsky; por el otro Shahada, ópera prima del afgano-alemán Burhan Qurbani.

Popogrebsky coloca al espectador ante la confrontación de dos personajes antagónicos en una estación meteorológica del círculo polar: un joven inexperto que rompe cuanto toca y su colérico colega, a punto de regresar a casa tras años entre hielos, al que el primero no se atreve a comunicar que acaban de morir su mujer y su hija, por temor a que la emprenda a tiros. El paseo por el círculo polar da para dos horas largas de espectacular fotografía ártica, más desarrollo del pulso entre los dos caracteres, que sólo los más pacientes llegan a paladear como corresponde y como, finalmente, llega a desvelar el filme.

Qurbani retrata los conflictos de varios jóvenes musulmanes del Berlín multicultural, en un intento por reflejar que sus conflictos no difieren tanto de los de sus conciudadanos. "Quería mostrar la diversidad del Islám", ha afirmado un realizador cuyos personajes van desde un joven nigeriano que trabaja en un mercado de abastos a un amoroso padre -e imán en la mezquita del barrio- que trata de entender a su hija, pese a que ésta optó por un estilo de vida nada acorde con el Corán.

A Qurbani se le ha reprochado que da sólo una cara de la moneda, la del Islám más tolerante, no la de las jóvenes que pueden morir en cualquier esquina, asesinadas por un hermano, porque rompieron el honor familiar por su modo de vida. Unas críticas a las que el realizador ha respondido señalando que no todo el que reza o recita el Corán es un fundamentalista islámico.