SECTOR PESQUERO

La pesca pasa de tiznado a negro

La prohibición de la sardina en el Golfo y los problemas en el caladero marroquí ahogan a la flota gaditana

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Los pescadores del Golfo de Cádiz y del Estrecho hablan de la situación del sector con la misma resignación vieja y cansada con la que el jornalero se refiere al campo o el soldador al desmantelamiento industrial de la Bahía. La imposición de cuotas, los ajustes, el paro biológico y el laboral han ido recortando gente y barcos a la flota gaditana que es hoy la mitad que hace una década. El que se queda es porque no sabe hacer otra cosa –o porque no la encuentra. Se agarra a las campañas, al nuevo acuerdo pesquero con Marruecos, a lo que salga para mantener viva una tradición que todavía da de comer a más de un millar de familias en Barbate, Conil, Algeciras y La Línea.

El lunes la flota afronta una nueva jornada en el espinoso caladero marroquí donde vuelve con el temor a no ser bien recibidos. El patrón mayor de la Cofradía de Barbate, Alfonso Reyes, continuaba el pasado jueves haciendo gestiones para que los barcos gaditanos puedan faenar con seguridad. El viernes llegó al fin la tregua. Un tregua a medias que unos atribuyen a la acción de las autoridades del país vecino y otros al día de rezo en el que no suelen salir a faenar. Reyes, que acaba de cumplir dos años al frente de la cofradía admite que ya casi no recuerda los buenos tiempos. «Desde que se cortó el acuerdo anterior hemos estado muy limitados por la saturación del caladero del Golfo y hemos ido reduciendo el número de cajas. Primero fueron 3.000 kilos, después pasamos a 1.800, luego a 1.500 y en el año pasado nos quedamos en 1.000», explica.

El regreso a las aguas de Marruecos suponía la esperanza para una veintena de armadores que se han topan con una situación que no esperaban. Los palangreros han sufrido el acoso y la intimidación de los compañeros de la otra orilla, acostumbrados en estos tres años a no compartir la pesca. No entienden de acuerdos ni de licencias de extranjeros, lo que saben es que dejar que otros lo exploten significa volver a puerto con una carga que vale menos dinero.

La flota de cerco

Angustiada desde el pasado viernes espera amarrada la flota de cerco de Barbate y Conil que se irá incorporando al caladero del norteafricano a partir de octubre. El cierre de la pesca de la sardina en el Golfo anunciado el viernes mantenía el empleo y daba aún alternativas. «Un desastre. Vamos de tiznado a negro», lamenta Tomás Pacheco, presidente de la Asociación Barbateña de Empresarios de Pesca (Abempe). «Tenemos cuatro especies: el boquerón, la caballa, el jurel y la sardina y sólo nos queda una», asegura. Salir ahora con ese panorama significa correr riesgos, porque si no hay pesca suficiente del producto, los barcos vuelven con las manos vacías y nadie se hace cargo del coste del combustible y los salarios.

La mirada vuelve una vez más a Marruecos. «Confiamos en que allí podamos compensar con el boquerón, pero no sabemos en qué estado vamos a encontrar el caladero. Nos llegan noticias de que hay buena pesca, pero eso no es lo único que influye, también que el producto coja precio y que la calidad sea buena», dice Pacheco. Para entonces confían en que el conflicto se haya solucionado. «Entre los cerqueros no hemos tenido nunca problemas, al contrario, siempre nos hemos respetado y hemos sabido ponernos de acuerdo, pero a ver qué encontramos», advierte sin ocultar su desconfianza.

Con los ánimos encendidos

Doble ración de guerra llevan ya los pescadores de la Línea y Algeciras, que el año pasado se vieron acosados por el Gobierno de Gibraltar. Aquel triste episodio con los bloques de hormigón y las patrulleras del Peñón asediando a los barcos parece haber quedado atrás, pero el sector advierte de que «aún sigue latente» y podría volver a estallar en cualquier momento. Entonces fueron los marisqueros, hoy son los de la modalidad de palangre los que se ven afectados por este nuevo conflicto. Algo más de una docena de barcos de Algeciras tienen ya la licencia pagada y pasada la revisión técnica para faenar en el caladero marroquí que ha explotado sin competencia en estos tres años la flota del país vecino.

Los ánimos se caldearon especialmente el pasado jueves cuando al menos cinco pesqueros se vieron obligados a regresar a puerto sin carga. Varios armadores alertaron de que no volverían hasta que se garantizara la seguridad, pero renunciar al permiso de Marruecos supone volver al Estrecho donde hay menos opciones. Manuel Muñí, que está al frente del barco que lleva su apellido, aseguró que la situación se complica, porque «ya sólo se cuenta con la pesca que puedas conseguir en esas aguas». Es por ese motivo que siguen volviendo al caladero, que hacen jornadas de doce y hasta veinte horas como la de ayer para traer la pesca a puerto, cruzando los dedos para que ese día el pescado coja precio y cubra costes y salarios. Como siempre ha sido.