opinión

La momia del chándal

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Hugo Chávez no fue verdaderamente simpático hasta después de que lo disecaran. Dictador para su pueblo, refugio de etarras y lacayo de Castro, nunca le hizo ningún bien a nuestra tierra. Porque, por muchos barcos que comprase a Navantia, muy buen anfitrión de sindicalistas que fuese o mucho petróleo que regalase, siempre ha sido un enemigo de España. Un enemigo de España que mantuvo una colonia de 6o etarras a los que dio pasaporte, alojamiento y amparó a lo largo de años impidiendo que se juzgasen los crímenes por los que se les reclamaba. Total, un regalito de comandante. Más para tirarlo al mar que para disecarlo.

Pero todo esto les da igual a los compañeros revolucionarios de IU que tiene el comandante en este país. Estos, que deben vivir como Alicia, en el país de las maravillas, o en el mundo feliz de Huxley, se han dedicado a decir que hay que exportar la revolución Bolivariana a Andalucía. No os enteráis. ¿Exportar qué?, vale que no estéis a favor de España, pero pensad que si con alguien Chávez ha sido mas letal que con España ha sido con su propia gente. ¿Exportamos su ruina? Ha dejado un país rico, con una inflación galopante del 25% y una devaluación del bolívar del 32%, produciendo un 25% menos de petróleo que cuando llegó. ¿Exportamos sus arbitrariedades? Porque la momia, en vida, expropió mas de 1.100 empresas. No, Chávez no fue bueno para su pueblo. Lo único que yo exportaría de la revolución Bolivariana es el chándal. Esa chupa amarilla con las estrellitas, el orgasmo de un hortera. Ya me imagino a Valderas en el gobierno y Sánchez Gordillo robando Mercadonas en chándal. Seguro que más de uno le votaba sólo por verlo. Lo que sí es verdad es que hay que estar muy seguro de la revolución para ponérselo. Bromas a parte, y aunque Valderas y sus mariachis no lo quieran ver, el muerto hizo mucho daño en vida. Sólo merecería ser recordado como el hombre del que todo se ha olvidado. Pero aquí lo tenemos, momificado como Mao, congelado como Lenin, embalsamado a lo Ho chi Min y con una marea roja de gente desbordándose por verle. Muchos para llorar al muertito, algunos para ver si esta muertito de verdad.