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Adolfo Príes, un conde polifacético

Barcelonés de nacimiento, madrileño de residencia y gaditano de adopción

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Adolfo Príes y Bertrán, barcelonés de nacimiento, madrileño de residencia y gaditano de adopción, lleva más de cincuenta años pasando largas temporadas en Cádiz. Al amanecer pasea por la Alameda Apodaca o el parque Genovés, siempre con una indumentaria que refleja el señorío y los buenos modales de la época de antaño. El conde de Príes nació el 14 de febrero de 1923 en Barcelona, en el paseo de Gracia, frente a la conocida manzana de la Discordia. Hijo de Fernando Príes y Gross, malagueño oriundo de Alemania y Elisa Bertrán y Musitu, su infancia y adolescencia la pasó en diferentes internados jesuitas. Sus primeras letras las estudió en el colegio de monjas de Loreto y se trasladó luego al colegio de la calle Caspe de la Companía. Aún recuerda con cierta emoción la ceremonia de clausura del colegio en el año 1932, cuando los Jesuitas tuvieron que abandonar el centro, por la situación política del país. Los sacerdotes obligados a secularizarse abrieron la academia Torres y Bages, donde prosiguió sus estudios. Seguidamente estudia en el internado de Ramón Llull en Sarriá. Allí permanece hasta que estalla la guerra, que hace que abandone España, enviándolo su familia a Cuneo (Piamonte de los Alpes italianos), al colegio San Tomasso, donde realiza un curso. Ya de regreso a la España Nacional, vuelve al internado del colegio de San José en Valladolid, donde cursa cuarto de bachiller y donde le sorprende en clase un bombardeo, ya que el país se encontraba en plena guerra 1936-1939. En el año 1939 se traslada a Málaga, donde reside su abuela Pilar Gross y Orueta, y cursa sus estudios en el colegio El Palo, donde coincide, entre sus compañeros, con el padre Jorge Loring. Y al finalizar la guerra se vuelve a Barcelona, donde como alumno externo finaliza su etapa colegial, en la calle de Caspe con los Jesuitas, acogiéndose por sus buenas notas a la dispensa de escolaridad cursando sexto, séptimo y reválida. Recupera así el curso perdido durante la guerra. De estos años de adolescencia tan dramáticos da cumplida cuenta en su memorias escritas en el otoño de su vida.

Tras la contienda, su madre, a la que se encontraba unidísimo y que no había hecho otra cosa que preocuparse por los demás, incluso descuidando su salud, muere de un cáncer, dejando a sus dos hijos huérfanos, Adolfo con 18 años y su hermana Pilar con 17.

En el verano de 1940, se examina de estado en la Universidad de Barcelona, donde obtiene la calificación de notable. En 1940 empieza sus estudios de Derecho en la Facultad de Barcelona, distinguiéndose siempre por su expediente académico, obteniendo durante toda la carrera la calificación de sobresaliente y matrícula de honor en todas las asignaturas, excepto tres notables y un aprobado de una asignatura de la que no hubo examen. Finalizada la carrera y tras estudiar profesor mercantil, sigue la influencia de su padre, que era agente de cambio y bolsa, y decide opositar para esta profesión, obteniendo el número dos en el año 1951. Jura el cargo el 1 de agosto de 1951, eligiendo Madrid para ejercer su actividad profesional hasta 1989. Es entonces cuando cierra el Colegio de Agentes de Cambio y Bolsa y se convierte en el decano de los agentes por antigüedad. De sus cuatro hijos, el mayor, Adolfo Príes y Picardo, sigue sus pasos profesionales y se presenta como corredor de comercio para llegar a ocupar cargos como el de presidente de la Junta Central de Corredores de Comercio de España, y el que lidera que los corredores se fusionen con los notarios.

Se examina para agente de cambio y bolsa por lo que se desplaza a Madrid y se hospeda en el hotel Palace, donde conoce, en enero de 1951, a la gaditana María Luisa Picardo de Carranza, la cual pasaba grandes temporadas allí con sus padres Álvaro Picardo y Carmen Carranza. Con ella se casa el 16 de julio de 1952 y tiene cuatro hijos, Adolfo, Carmen, María Luisa e Isabel Príes y Picardo. Desde entonces su actividad profesional la ejerce en Madrid y pasa en Cádiz los veranos, en la casa familiar de Moreno de Mora y tras su retiro profesional, grandes temporadas. Es un amante del arte y suele pasear al amanecer por diversos escenarios gaditanos como la Alameda, el parque Genovés o La Caleta, donde toma apuntes, que luego le sirve para una de sus grandes pasiones, la pintura. Actualmente, en su trayectoria pictórica se incluyen más de 525 cuadros, de los cuales la cuarta parte pertenece a temas gaditanos. A pesar de sus pudores, se organizó una exposición, en el Casino Gaditano, con mucha concurrencia de público y gran éxito.

Otras de sus grandes pasiones es la caza menor, que hoy en día no practica, después de haber cazado con personalidades de la época como el rey de España Don Juan Carlos de Borbón, el conde de Barcelona, el duque de Wellintong, el conde Rossi, el duque de Windsor o el rey Simeón de Bulgaria, entre otros.

Su tercera pasión, la lectura y la historia que le ha llevado a reunir más de 16.000 volúmenes en su biblioteca. A Adolfo Príes le precede la fama de hombre cultísimo, poseedor de una memoria privilegiada y de una curiosidad natural fuera de lo común. Todo ello le ha llevado a escribir sus memorias, llamadas ‘Vivencias de un Vejestorio’, y también ‘Noviembre en el Hemisferio Austral’. De ambos se hicieron una edición para los amigos y familia, además de convertirse hoy en día en libros muy buscados en internet, pues refleja perfectamente una época que pasó.

Tras escribir estos libros a mano, comprendió que en esta época tan dinámica se tenía que reciclar y con más de ochenta años aprendió a utilizar el ordenador, hoy en día otra de sus grandes pasiones.

En cuanto a su vida familiar, es abuelo de ocho nietos y un biznieto que también se llama Adolfo continuador de la tradición familiar. El conde de Príes es un ejemplo de optimismo ante la vida, de bondad, de inteligencia y de refinamiento.