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BUEN TOREO DE LUIS VILCHES

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Nubes y muletazo, la ligazón sin pajareo, la suavidad. Para un ganadero es un torero perfecto: sabe ponerse y estarse, no pega latigazos, no pone trampas a los toros . Les pega muchas voces, demasiados gritos. Los dos toros más nobles de la corrida de Riboulet cayeron en sus manos y ésa fue la suerte de los toros, que, mecidos, duraron y resistieron. Con embestidas al paso primero; más francas d de la Guerra de España, la del 36- se llama Marco, tomó la alternativa aquí mismo hace un año. Y desde entonces. Traza y estampa de atleta germano, no el aura agitanada de los Leal de pura sangre sin mezcla. Torero esforzado, voluntarioso, tesonero. Pero él se llevó casi una hora de esas dos y media de festejo que de pronto reventaba en las sienes como el sol que se fue sembrando en las sienes y el sombrero de paja de Van Gohg, que hace un siglo pintó de Arles la luz y los cielos del día y de la noche sin dejarse cegar por ellos. Banderillero atleta, lidiador enviciado con capotazos injustificables, muletero tosco.

Valiente con un sobrero playero nobilísimo. Pero no parece que vaya a prosperar. Lo jalearon.

El primero del lote del mexicano Israel Téllez, que tanto sorprendió el pasado septiembre en la segunda de las dos ferias de Arles, la de Arroz, que es la suculenta, se rompió una mano y sólo cupo despenarlo. El quinto derribó pero se paró. Téllez se emperró en torearlo a toques y al hilo del pitón, y en faena redundantísima, y la estrategia no fue la indicada. Con la mano izquierda sacó muletazos muy bien dibujados. Las dos estocadas fueron muy de verdad.