Cristina y Eduardo, del equipo domiciliario de Cádiz, acuden a la llamada de un paciente. :: A. VÁZQUEZ
Ciudadanos

Sosiego y calma a domicilio

Siempre pendientes a cualquier aviso, los equipos móviles atienden al año a más de un millar de gaditanos en sus casas

CÁDIZ. Actualizado: Guardar
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El teléfono que suena antes de subir al coche viene con malas noticias. «Acaba de fallecer». Eduardo cuelga y mira a sus compañeras. La llamada es habitual y la sensación ya nunca es de tristeza cuando todo termina de forma tranquila y sin dolor. El equipo de cuidados paliativos domiciliarios de Cádiz lleva casi diez años al pie del cañón. Sus servicios llegan hasta San Fernando y entre ambas ciudades atienden a una media de 300 pacientes al año.

Médico, enfermera y psicóloga forman la unidad que pertenece a la Asociación Española contra el Cáncer (AECC). Desde hace varios años tienen firmado un acuerdo con el SAS para visitar a los enfermos que les deriven desde la unidad del Puerta del Mar o desde los centros de salud. Se trata de una manera distinta de entender la atención sanitaria.

Cuenta Eduardo Segura que le costó cambiar la filosofía de asistencia. «Tenemos claro que el paciente no va a recibir un tratamiento curativo, nuestra labor es aliviar los síntomas y prolongar lo máximo posible la calidad de vida». La mayoría de los enfermos terminales son de cáncer, pero este servicio se extiende a todos los que han sido desahuciados.

La psicóloga de la unidad, María Ramírez, explica que el principal problema con el que se encuentran es la falta de información del propio afectado. «La familia lo protege así y tenemos que respetar esa decisión». A pesar del derecho a conocer el diagnóstico, los equipos de paliativos siempre respetan la decisión de los cuidadores, porque «son los que realmente están día y noche al pie de la cama».

Entre los profesionales lo llaman la espiral del silencio y supone una verdadera dificultad para administrar los tratamientos. El facultativo explica que «siempre suele haber colaboración por parte de la familia, pero hay ocasiones en las que surgen conflictos». Como ejemplo explica el caso de un paciente que tenía que ser sedado y había que contar con su consentimiento, pero sus cuidadores se negaron para evitar que conociera la verdad. «No pudimos dormirlo y se le siguió administrando los fármacos para aliviarle el dolor».

A pesar del tiempo que llevan funcionando, aún existe desconocimiento sobre esta labor, incluso entre los propios profesionales. El doctor Segura insiste en que es necesaria la formación para abordar este tipo de casos y desde hace algunos años los estudiantes MIR pasan un mes en la unidad durante su rotación. «Por lo general la actitud es muy buena y nosotros conseguimos extender la filosofía de paliativos a otras áreas».

El trato con las familias se realiza durante el tiempo de atención al paciente y tras el fallecimiento si lo precisan. La psicóloga insiste en que el momento del duelo es fundamental y colaborar para que el enfermo pueda despedirse.