Jean Sarkozy celebra una victoria electoral en el consejo cantonal de Neully. / AFP
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Francia rechaza la dinastía Sarkozy

La opinión pública desaprueba las tentaciones del presidente, un rey sol eclipsado por el amor filial, de crear una saga política con su hijo Jean

CORRESPONSAL. PARÍS Actualizado: Guardar
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A medio mandato, período crítico en el biorritmo político, Nicolas Sarkozy atraviesa el momento más delicado desde su acceso hace dos años y medio al palacio del Elíseo. La polémica desatada en torno a las acusaciones de favoritismo y nepotismo en beneficio de su hijo Jean Sarkozy ha disparado las alarmas en la presidencia francesa.

Por culpa de los caprichos de un principito consentido y adulado por los cortesanos, Sarkolandia ha dejado de ser el paraíso teórico de la democracia irreprochable, la recompensa al esfuerzo y la meritocracia erigida en religión de Estado para convertirse en una vulgar república bananera en la que impera el poder absoluto del hiper-presidente Sarkoleón, rey sol eclipsado por el amor filial.

Según los sondeos de opinión, al 64% de los galos le parece mal la probable elección de Jean Sarkozy al frente del Ente Público de Ordenación de La Défense (EPAD), la City de París. También es mayoritario (51%) entre los propios simpatizantes de la derecha gobernante el sector disconforme con la entronización de un joven de 23 años, que nunca ha trabajado y sigue estancado en segundo de Derecho, a la cabeza de uno de los mayores barrios de negocios de Europa.

Famoso por su arco gigantesco alineado en una perspectiva kilométrica con la pirámide del Louvre y el Arco de Triunfo, La Défense es el escaparate de Francia en los medios económicos internacionales, con sus rascacielos que albergan las sedes de las grandes empresas nacionales y multinacionales. Pero también es una pieza clave en la ambición de Sarkozy-padre de crear un Gran París metropolitano además de constituir una inagotable máquina de hacer dinero por derechos de construir y tasas empresariales en la que la oposición socialista ve una tentadora caja fuerte para financiar campañas políticas y proyectos menos edificantes.

De tal palo tal astilla, Jean Sarkozy ha dado los primeros pasos en política a la misma edad que su progenitor y con idéntico instinto asesino para desembarazarse de obstáculos y rivales. Elegido en las cantonales de 2008, a los 21 años se convirtió en el más joven consejero general (diputado provincial) de Francia.

El clan húngaro

Semanas después, el recién llegado era el flamante presidente del grupo conservador en el Consejo General de Altos del Sena, el departamento más rico de Francia, protegido por el padrinazgo del clan de los Balkany, amigos íntimos de su padre y también oriundos de Hungría. La presidencia de La Défense marcará en diciembre la siguiente etapa de la meteórica ascensión del impaciente francés si los misiles de la opinión pública no abaten la nave en pleno vuelo.

Consciente de que los disparos le apuntan por elevación, papá Sarkozy se ha visto obligado a lanzar un contraataque en defensa de su hijo, es decir, en su autodefensa. «Es un puesto no remunerado; por tanto, no se trata de una prebenda. Es una elección, luego no es nepotismo», declaró el viernes en Le Figaro, el diario más leído por un electorado al que convenció de que era el campeón del cambio y la ruptura con los reflejos dinásticos de sus antecesores. Tras proclamar el deseo de rejuvenecer las avejentadas élites políticas, confesó sentirse impresionado por la tenacidad, la capacidad de trabajo y la valentía para encajar los ataques del retoño que pronto le va a hacer abuelo por primera vez.

Jessica Sebaoun, heredera de los acaudalados propietarios de una cadena de electrodomésticos, está embarazada de cinco meses y espera dar a luz a un niño. En contra de un rumor insistente, Sarkozy-junior no se convirtió al judaísmo antes de la boda pero sí estudia hebreo desde hace un par de años para comprender mejor la religión de su esposa. La pareja se conoció en las aulas de un liceo de Neuilly, rico municipio limítrofe con París del que Sarkozy-senior fue alcalde durante casi veinte años.

Asesorado por un consejero en comunicación del Elíseo, el hijo de papá también ha salido a la palestra para demostrar que, si tal vez el sarkozysmo no sea una enfermedad hereditaria, sí lleva la política en los genes. «He comprendido que, cuando uno se llama Sarkozy, las cosas son a veces más difíciles», declara en una entrevista con el semanario 'L'Express' en la que bromea con que «ser un delfín, como me llaman, es la única manera de resistir a los numerosos tiburones que me rodean».

El hijo en el que su padre tiene puestas todas las complacencias reta a sus detractores a promulgar una ley que «me prohíba presentarme a una elección porque tengo 23 años y me llamo Sarkozy». El estudiante repetidor revela a la revista las notas de las tres únicas asignaturas a las que se ha presentado: 11 sobre 20 en Historia de las Ideas Políticas, 14 en Finanzas Públicas y 19 en Derecho Inmobiliario y Civil. «En año y medio sacaré el título», anuncia, sabedor de que su verdadera carrera se aprueba en el nombre del padre.