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Los domingueros toman la Bahía

Son turistas que traen la comida de casa y regresan en el mismo día Bares y restaurantes ingresan un 30% menos en el verano de la crisis

| CÁDIZ CÁDIZ Actualizado: Guardar
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Domingo. La canícula roza los 40. El coche a rebosar. La carretera llena de automóviles. Desde la radio informan de los atascos en la autopista. El aire acondicionado se estropea y maldice el momento en que salió de casa con la familia rumbo a una jornada de sol y playa. Hay numerosas variantes, pero grosso modo podía ser la definición de una estampa típica veraniega. Aunque lleva años repitiéndose, en este 2009 de la crisis lo hace de una manera más continuada e intensa. Valgan como muestra las colas de tráfico en el cruce Tres Caminos, la marabunta que sale del tren playero, las neveras que posan sobre la arena y las mil y una sombrillas que techan el trocito de cielo que alcanza la visión del turista.

La figura del dominguero es una de las causas que han propiciado que el sector hostelero de la provincia haya obtenido hasta un 30% menos durante el recién concluido julio con respecto al mismo mes del año pasado. Aunque Antonio de María, presidente de Horeca, reconoce que en los fines de semana del estío proliferan los visitantes de ida y vuelta desde hace más de una década, el descenso en las ganancias de restaurantes, bares y cafeterías de la Bahía durante la primera parte del verano se debe, según él, a las características de la climatología y, sobre todo, «a que todo el mundo ha tenido que ajustarse el cinturón» con la crisis. «Gastan lo normal, habida cuenta que todo está en contra. Hay menos dinero y hay que ajustarse más al presupuesto doméstico», sostiene de María.

Y es que, a pesar de que los sábados y domingos se produce la llegada en tropel de playeros de un día que lo traen todo de casa y consumen poco o nada en los establecimientos de restauración que poblan los paseos marítimos de la Bahía, los niveles de ocupación hotelera se mantienen similares a los cosechados en cursos pasados. Eso salvará a la industria turística un año más, pero lo cierto es que para los restaurantes, a la espera del maná de agosto, está siendo un año complicado.

Las estadísticas, como la última publicada por el INE, arrojan que hay más establecimientos dedicados al sector por el contrario, se tiene constancia de una bajada en la cifra de personal contratado. Sin embargo, esta caída no se debe a que haya menos clientela, sino que responde a una medida de los empresarios, que también deben de ajustarse a la recesión.

Entre semana «estamos llenos desde las 9 de la noche e incluso tenemos a comensales esperando, pero durante el mediodía y los domingos se ha notado un bajón», comenta Pedro, encargado de La Montanera.

Víctor Sánchez, gerente de La Pepa destaca el hecho contrario. Más personas durante el almuerzo, muchas de ellas que optan por el menú, y por la noche «menos gente y más tapitas». Desde este restaurante especializado en arroces se observa cada domingo la afluencia de esa especie turística que carga en su nevera todo lo necesario para un tranquilo, copioso y barato día de playa. Mientras tanto, el verano transcurre con una «redución de beneficios del 15%», subraya el gerente.

Ubicado en la primera pista de La Barrosa, el restaurante Los Pescadores sirve casi a diario a 1.000 comensales. Manuel, su encargado, relata cómo ya no se tienen que doblar tantos servicios, cómo se impone la macro paella y, sobre todo, el hecho de que haya caído la cultura del aperitivo. «Otros años, incluso en domingo, el playero solía aparecer por aquí a las 12 del mediodía para tomarse una cerveza y una tapa como previo al almuerzo. Ya no».

Idénticas situaciones se repiten cada fin de semana en todas las localidades costeras de la provincia. Las playas se llenan. No sólo de personas, sino del espacio que ocupan sus bártulos. Los bares y restaurantes también están completos, pero sus cajas registradoras no tanto. «Estamos tranquilos. La clientela reglada, la que ocupa habitaciones y apartamentos sigue siendo fiel a Cádiz. Es normal que se consuma menos», alienta el presidente de Horeca.

Es uno de los fijos de las guías que recomiendan dónde ir y que hacer si se visita la provincia. Dispone de una clientela fiel desde hace décadas y es parada obligada de los que desean disfrutar de la buena gastronomía de la Bahía. Por fortuna, o quizá por ese cúmulo de circunstancias, el restaurante El Manguita, en Chiclana, está resisistiendo a la crisis. Eso sí y según cuenta Paco, el encargado del establecimiento de la playa, ya no se descorchan tantas botellas de vino ni se sirven las mismas mariscadas. Dicen, incluso, que notan un mayor trasiego de comensales, pero que no se ve traducido en las ganancias. «Servimos 1.200 comidas al día, pero antes cada persona gastaba 60 euros y ahora sólo 30. Madrileños, vascos y sevillanos que pernoctan en la zona acuden cada temporada de verano a este referente de la cocina y aunque se trate de un cliente de nivel adquisitivo alto, ya no se decide por el bogavante o la cigala y recurre al pescaíto frito.

La Pepa, en el paseo marítimo de la capital, prepara paella para ocho pero se la comen entre 12 personas. Y por la noche, la terraza de la cercana Heladería Jijonenca está abarrotada. «Durante la primera quincena se notó que había menos gente, pero ya se está remontando», dice Juan Antonio Mira, su encargado. En las mesas, pocas copas y tarrinas por doquier. «Nosotros vendemos más tapitas que chuletas y corderos», responden en La Montanera. «Aquí llegan directos a por la paella y fuera», comenta Manuel, de Los pescadores.