Sociedad

Cada diseño, un manifiesto

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Es el paso previo, la primera emoción, el impacto inicial, antes de que el lector abra el libro por la primera página: el diseño de la colección, los colores y el tipo de letra, las ilustraciones, todo aquello que constituye la marca de las editoriales, el sello de su prestigio, la forma de ser reconocida en la mesa de novedades, en las que se pelean volúmenes de diversa procedencia para captar la atención del comprador.

Todo esto suena como algo muy de ahora, como una lección básica de márketing, si bien los famosos cuentos de la editorial Calleja ya tenían en los años veinte del pasado siglo unos dibujos que los hacían especiales, lo mismo que los libros de Pío Baroja editados por su cuñado Rafael Caro Raggio, con los aguafuertes de su hermano Ricardo en la portadas, o las ilustraciones picantes de lo que entonces se llamaba literatura sicalíptica (erótica).

Cada diseño es un manifiesto. La mítica colección Austral de Espasa comunicaba seriedad con sus portadas de distintos colores, punteados de blanco, según el género que tocase, gris para los clásicos, azul para las novelas, verde para los ensayos, rojo para el teatro, anaranjado para la poesía. Ideado por el italiano Attilio Rossi en los años treinta, aún sigue vigente con muy ligeras modificaciones.

Como réplica a Austral, salió en los sesenta la colección de bolsillo de Alianza. Si la primera connotaba la cultura de siempre, la otra quería posicionarse como la cultura de entonces, en viva comunicación a lo que se hacía en el resto del mundo, abierta en la cerrada España del franquismo. El diseño de las portadas fue obra de Daniel Gil, el genio, el mejor de todos los tiempos. Cada una de ellas -hasta un total de más de 600- era una obra de arte con un toque surrealista, como si fueran cuadros de Magritte. A finales de la misma década de los sesenta surgieron dos editoriales de gran prestigio, Anagrama y Tusquets, que este año celebran su cuarenta aniversario, y cuyo diseño les hace visibles a primer golpe de ojo en los expositores de las librerías. Julio Vivas fue el artífice de la imagen de Anagrama, primero con la colección Argumentos de ensayo, de color gris, luego con las vistosas portadas de Contraseñas, línea de libros contraculturales en fondo blanco. Más tarde adjudicó el verde a las narrativas hispánicas y el amarillo a las extranjeras. En cuanto a Tusquets, los franceses Jean-Pierre Guillemot y Elvira Navares crearon en los años ochenta la imagen de su colección más conocida, cuyo elegante color negro deja espacio a la ilustración central del libro. Diseñadores como Enric Satué -Alfaguara, Turner, RBA- han sido cruciales en la edición española, mientras los jóvenes editores están mostrando una fina sensibilidad en el cuidado artístico de los libros. La editorial Impedimenta destaca por sus vistosas ilustraciones y la belleza general de su diseño. En el otro extremo, los extremeños de Periférica han elegido colores fuertes y sin dibujo para sus portadas, fáciles de reconocer. Las dos forman parte del grupo de editores independientes Contexto, que en 2008 ganaron el Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial.