El atardecer frente al antiguo Templo de Hércules es una de las estampas veraniegas más espectaculares que existen. / ROMAN RIOS
Sociedad

Inventario de atardeceres

Desde la desembocadura del Guadalquivir a Sancti Petri, Los Caños o Bolonia, la provincia oferta un amplio catálogo de puestas de sol para todas las sensibilidades

| CÁDIZ Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

A Fernando Quiñones le quedaban sólo unos meses de vida. La tarde era fresca y sedante. «Ven conmigo», le pidió a su mujer. Pasearon un rato por la playa. Ella, acostumbrada a las excentricidades del escritor, no supo preocuparse por sus largos silencios, ni por la extraña manera en que observaba el azul deshabitado del Atlántico. Llegados a un punto, Quiñones se paró en seco, estudió un segundo el color del cielo y la cogió de la mano. «Mira», le ordenó. El sol se ponía justo entonces por el Campo del Sur. «Nadia, quiero hacerte un regalo», le dijo. «Quiero regalarte Cádiz».

Quiñones, amante de las metáforas extremas, sabía como nadie que una tierra es su gente, pero también su luz. Abonado a los atardeceres en La Caleta, el escritor creía en las propiedades curativas del ocaso y buscaba, en cada crepúsculo y en cada palabra, el guiño huidizo del rayo verde.

Ahora que los neorrománticos aplauden la muerte del día entre mojito y mojito, que los fanáticos del blusón ibicenco y los hippies de temporada se han propuesto consumir hasta la última raya del horizonte, hay quien recuerda que mirar la puesta de sol siempre fue gratuito, hermoso y sano, además de una dignísima invitación a la melancolía.

Para todos ellos, en esta provincia mestiza, hecha de Bahía, sierras y esteros, costa y campiña, no faltan miradores con los que construir un magnífico (aunque siempre parcial, subjetivo e incompleto) catálogo de atardeceres. Una ruta más que sumar a la larga lista de valores paisajísticos, turísticos, históricos o emocionales que hacen que Cádiz sea Cádiz, y no cualquier otro lugar del mundo.

1Bajo de Guía La puesta de sol en Sanlúcar, con el Coto de Doñana enfrente, es un prodigio único, aunque dolorosamente amenazado. La desembocadura del río Guadalquivir abre allí la costa a los vientos y el aire adquiere un ligero deje salino.

Huele a juncos y a brea. Los sibaritas pueden disfrutar del atardecer desde cualquiera de las terrazas que han convertido el ocaso en las Marismas en el complemento cotidiano del café.

2Zahora Los avispados gestores del chiringuito Sajorami se dieron cuenta muy pronto de que las puestas de sol entre El Palmar y Trafalgar eran un filón turístico, sobre todo si se acompañaban de un cuidadoso ritual veraniego. A espaldas del Parque Natural de la Breña, lo que hace unos años no era más que otro chiringuito de ambiente cool, hoy se ha convertido en un complejo turístico de primer orden, en el que el viajero puede compartir los últimos destellos del sol con caras conocidas del cine, la música o el famoseo patrio.

3Castillo de Sancti Petri Ver cómo el sol se pone detrás del antiguo Templo de Hércules tiene algo de espectáculo atávico, hereditario, ancestral.

Es posible que los navegantes fenicios ya hicieran lo mismo, cómodamente sentados frente al islote que un día consagraron al Dios Melkart. Por entonces no había timbaleros, ni música chill out, ni una legión de vendedores ambulantes pregonando a gritos el género. Pero el sol es el mismo. Y la magia también.

4Los Caños de Meca Hace ya tiempo que la playa alternativa por excelencia del litoral gaditano se ha convertido en un parque temático del ocio new age. La marca ha terminado por tomarle la delantera al producto, y el viajero poco avisado que espera encontrarse con una colonia hippy, espiritual y naturista, se topa con ejecutivos jugando a Supervivientes, estudiantes fumados que se ríen por nada y alguna que otra familia castiza, de las de tortilla de patatas y flotador de patito, reposando la sobremesa.

En las calas más apartadas, todavía es posible disfrutar de una puesta de sol solitaria y distinta.

5Castellar Viejo Merece la pena subir por esa carretera aciaga, casi perdida entre pinos, acebuches, cañizos y romerales, para llegar a este castillo embrujado de labriegos, pintores y exiliados voluntarios.

Dentro del recinto fortificado hay cafeterías, restaurantes y hasta un albergue de Tugasa. Aunque lo mejor para disfrutar de la puesta de sol en el que fuera el primer paraíso alternativo de la provincia es sentarse en cualquier muralla baja y escuchar cómo el viento arrecia entre los matorrales y hace silbar las almenas.

6Arcos No se sabe muy bien si el pueblo sube desde la tierra o cuelga del cielo. Ofrece la posibilidad de un atardecer monumental. La puesta de sol en Arcos de la Frontera huele a aceite de oliva, ajonjolí y matalahúva. No hay redes, brumas, salitre, ni barquitas mecidas por la marea. Pero allí tampoco hacen falta.

7Bolonia Sin la sofisticación de la playa de Zahora, ni la colección de tópicos que ensucian Los Caños de Meca, Bolonia se ha convertido en una tercera opción más que aceptable. Para muchos, la mejor puesta de sol de la provincia hay que verla desde la duna que se hace fuerte en una esquina de la playa, con el pinar al fondo. Otros prefieren enmarcar el ocaso entre las columnas romanas que retan al paso del tiempo en las ruinas del conjunto arqueológico de Baelo Claudia.

8Vejer La Fundación Montenmedio de Arte Contemporáneo (NMAC) acoge desde hace muy poquito una obra del artista norteamericano James Turrell, cuyo propósito esencial es enmarcar un pedazo de cielo. Se trata de una stupa que pretende estimular la sensibilidad del espectador. Desde ahí accede a una pirámide truncada en cuyo interior están presente los tres elementos esenciales: tierra, agua y aire. Una piscina rodea una figura de piedra. Gracias a una ventana abierta en el techo el espacio cobra su verdadera función: es posible distinguir cada cambio de luz del atardecer, percibir que son algo real, cercano, palpable. Se trata de una obra de arte específicamente diseñada para disfrutar de una puesta de sol diferente a todas las demás.

9Playa de Levante Los Toruños está cerca y resulta accesible. Desde la Punta de Saboneses se puede contemplar la puesta de sol sobre la desembocadura del río San Pedro y los pórticos de los Astilleros. La segunda gran localización del parque son las salinas de Los desamparados. El sendero es el mismo que fue creado por los antiguos explotadores del yacimiento para protegerlo y salvaguardarlo con diques de las crecidas del río. Las garzas reales y otras aves del parque ejercen de banda sonora.

10Cádiz Imposible elegir entre LaCaleta, el castillo de San Sebastián o el skyline del Campo del Sur. Para evitar la descripción fragmentaria o cursi, lo mejor es comprobar de primera mano la grandeza del espectáculo. Si nada lo impide, el sol se pondrá hoy a las 21.40. No hace falta reservar plaza.

dperez@lavozdigital.es