PÁNICO EN BOMBAY. Los bomberos obligan a un grupo de personas a protegerse de los tiroteos y las explosiones en los aledaños del hotel Taj Mahal. / REUTERS
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«¿Por favor, matadme ahora!»

Azam Amir, único capturado vivo tras los atentados de Bombay, es el exponente del nuevo yihadismo global Pidió morir a los médicos para no ser interrogado

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«Ahora quiero morir. ¿Por favor, matadme!». Azam Amir Kasav no quería que los médicos del hospital Nair de Bombay le dejaran en manos de la Policía. Tras atenderle y curarle las heridas sufridas en una mano durante el tiroteo con las fuerzas de seguridad indias, el único terrorista capturado con vida tras la cadena de atentados del 26 de noviembre se convirtió en una pieza clave para la investigación. La operación, que ha sido catalogada como el primer ejemplo de yihadismo de guerrilla global, se alargó durante más de sesenta horas y costó la vida a 188 personas.

Azam es un joven de 21 años natural de Faridkot, una pequeña aldea del Punjab paquistaní situada a pocos kilómetros de la frontera con India. Habla inglés perfectamente y su rostro fue portada de los medios de medio mundo tras ser fotografiado con un AK-57 en la mano sembrando el terror en la estación de tren de Chatrapati Shivaji. Con una camiseta de la marca Versace, una mochila azul y unos pantalones safari, Azam y un compañero asesinaron a 26 personas e hirieron a otras 55 entre los andenes 12 y 15 de la antigua estación Victoria, cumpliendo de esta forma con la orden de «matar al mayor número de personas posible» que les habían dado.

Como pudieron mostrar las cámaras de vigilancia, en Chatrapati Shivaji los terroristas no lo tuvieron muy difícil. Es una de las estaciones más populares de una ciudad en la que el uso de los trenes es similar al que en Europa se da al metro. Es un medio imprescindible para desplazarse por Bombay, una urbe mastodóntica de cerca de veinte millones de habitantes. Los pasajeros fueron blancos fáciles e indefensos.

Imitación del 11-S

La acción de los yihadistas se inspiró en los atentados contra las Torres Gemelas en Nueva York de 2001. Los terroristas buscaban su 11-S particular en suelo indio y por eso se centraron en el corazón económico del país, el distrito de Colaba. Tenían aún frescas en sus retinas las imágenes del hotel Marriott de Islamabad ardiendo el 21 de septiembre tras la explosión de un camión-bomba a sus puertas. El ataque dejó al menos sesenta muertos. Pero ellos iban a ir aún más lejos y pretendían volar los dos lujosos hoteles desde sus cimientos «para matar a más de 5.000 personas», según la supuesta declaración de Azam a los investigadores.

Cumplida la misión en la estación de tren, el terrorista superviviente y su compañero pusieron rumbo a Girgaum Chowpatty en un Skoda robado, pero en el trayecto fueron interceptados por una patrulla de Policía que consiguió abatir a uno de los asesinos y detener a Azam. El objetivo de esta pareja era llevar a cabo la misión más mediática, la que incluía a extranjeros y a los hoteles a los que sólo tiene acceso a la gente más rica del país.

Pero todo es aún muy confuso, incluso la procedencia de Azam. El servicio en urdu de BBC ha investigado en tres pueblos llamados Faridkot en Pakistán para intentar entrevistar a la familia del detenido, pero en ninguno de ellos -el más grande no supera los 5.000 habitantes- le conocen, ni hay familia que tenga esos apellidos. The Economic Times, el gigante de la prensa económica india cuyas oficinas se sitúan precisamente frente a la estación de Chatrapati Shivaji, llegó más allá y publicó un perfil completo del yihadista, que responde a los parámetros clásicos del militante de la guerra santa. Hijo de Mohd Amir Iman y de Noori Taj, el pequeño Azam, el tercero de cinco hermanos, nació en el seno de una familia pobre. Los problemas en casa le obligaron a dejar la escuela sin acabar la educación básica y a los trece años se trasladó a Lahore para vivir con su hermano mayor.

Del campo a la guerrilla

Cuatro años después, ya con 17, discute seriamente con su padre y hermano mayor y promete no volver a sus casas. Encuentra refugio en el santuario de Syed Ali Hajveri y se gana la vida haciendo peonadas en el campo, trabajo que encuentra denigrante y que abandona para iniciarse en la delincuencia urbana. En uno de sus viajes a Rawalpindi -adyacente a Islamabad- para comprar armas establece contacto con Jamaat-ud-Dawa, el brazo político de la organización Lashkar-e-Taiba, y a los pocos meses decide enrolarse en uno de sus campos de entrenamiento. Allí queda impresionado por las atrocidades cometidas por India que le muestran en las películas que proyectan sobre la cuestión de Cachemira y se hace fiel seguidor de los sermones de Hafiz Mohammad Saeed, fundador y líder espiritual de LeT.

Con el paso del tiempo, sus capacidades destacaron sobre las de sus compañeros y es seleccionado junto a otros diez para un curso más específico, que incluía entrenamiento en navegación, cuyo único objetivo era atacar Bombay. El premio era irrechazable: el triunfo sobre India y, según las agencias locales, «una cantidad en metálico de 1.250 dólares (unos 987,50 euros) para su familia si moría como un mártir», dinero que Azam no habría podido nunca soñar en reunir.

Con una mochila cada uno en la que llevaban siete cargadores con cincuenta balas, ocho granadas de mano, un fusil AK-57 (hermano mayor del mítico AK-47 soviético), una pistola automática y varios kilos de frutos secos -también LSD, cocaína y esteroides, según declaraciones de un agente policial al diario 'The Telegraph'-, el comando formado por diez terroristas puso en evidencia las lagunas en materia de seguridad de un país como India. Desembarcaron en Maachchimar Nagar, se dividieron en parejas y pusieron en marcha una operación de yihad urbana que llevaban al menos un mes planificando y que logró concretar nueve ataques en una hora y ocupar posteriormente tres puntos clave del sur de la capital financiera india.

«Nunca se había atacado a extranjeros y mucho menos a judíos. Se abre una nueva etapa. La yihad a base de guerrillas locales nacida en Irak que también han sufrido ciudades como Madrid o Londres se ha convertido en Bombay en una especie de guerrilla global. Se trata ahora de células bien preparadas que lo mismo que han hecho en esta ciudad, lo pueden exportar a cualquier parte del mundo», advierte el analista Pramit Pal Prakash.