ANÁLISIS

Lukoil se come a Repsol

Con todo, existe un motivo de peso para rechazar la operación que no es ninguno de los citados. Si el sector energético es estratégico, ¿por qué aplaudimos en su día la entrada de Iberdrola en Scottish Power? Es de suponer que los escoceses también aplican tal adjetivo a su sector eléctrico, con lo cual la oposición expresada hacia Lukoil constituye una falta absoluta de equidad y criterio. Algo similar, y con la misma conclusión, podríamos decir de los teléfonos en Perú, las pensiones en Colombia o los aeropuertos en el Reino Unido. Es cierto que Rusia es un país especial, con profundas implicaciones estratégicas y con comportamientos 'particulares'. ¿Pero es lógico no querer depender del gas ruso cuando lo hemos hecho durante décadas del de Argelia? ¿Deberíamos interrumpir, entonces, nuestras relaciones económicas con China y Cuba? Y luego está la empresa concernida. Aunque Lukoil sea especial, ¿no lo era KIO? ¿No lo son algunos de los fondos soberanos por cuyo capital suspiramos para financiar nuestra deuda pública?

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Sin embargo, y pese a la ventaja energética que supone el importante volumen de reservas de la compañía rusa -el segundo del mundo entre las empresas privadas--, hay una razón esencial para oponerse a la operación: que no existe reciprocidad. Lukoil no debería tener la oportunidad de comprar Repsol mientras Repsol no tenga la oportunidad de comprar Lukoil. Este principio, que no es de validez general, debería aplicarse a rajatabla. En cualquier caso, el Gobierno se encuentra ante uno de esos problemas que carece de solución neutral e inocua. Haga lo que haga, su decisión tendrá fallos y será ampliamente criticado por ello.