TRADICIÓN

Don Rosendo se va a Chiclana

Los restos del comerciante, al que se atribuye la capacidad de hacer milagros, tendrán un lugar especial en el cementerio mancomunado de la Bahía

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No se sabe qué fue primero: el deseo o la realidad. El caso es que alguien le hizo un ruego. Que mi niña no se muera, que a mi marido no le maten en la guerra, que no me desampares, ni de noche ni de día. Y ese susurro, esa llamada a media voz, esas flores colocadas a tiempo surtieron efecto. Don Rosendo obró el milagro. La niña sanó, el marido regresó vivo del frente y el hijo pasó de curso. Y así fue forjándose la leyenda, a medio camino entre lo pagano -porque don Rosendo no tiene causa abierta de santidad en el Vaticano- y lo religioso.

El caso es que con el desmantelamiento del cementerio de San José, donde descansan los restos de don Rosendo, se presentó la duda. ¿Qué hacer con su tumba? Si bien es cierto que ya no tiene tantas visitas como antaño, cuando se colocaban alfombras de flores coincidiendo con el Día de Todos los Santos, hay mucha gente que continúa acercándose a su nicho para pedir algo. O simplemente para hablar con él. Hay quien se sienta frente a la lápida, llena de imágenes de Cristo, y le cuenta sus cosas. Más barato que un psicoanalista y tal vez con idénticos resultados.

Por eso se ha tomado la decisión de trasladarle a Chiclana, pero configurando un lugar especial en el Mancomunado, para que todos aquellos que quieran llevar flores a su tumba puedan hacerlo. De hecho, hoy en día los únicos que aún que siguen en el cementerio de San José son los restos de don Rosendo y de los alcaldes, amén de las fosas comunes.

Hace años que no se venden flores en las cercanías de San José y aún así su nicho aún luce ramos de claveles rojos y frescos. Y ya casi no quedan motivos, con nombres, apellidos y morada fija, por los que acudir allí.

San José pronto se convertirá en un gran jardín con vistas a la playa Victoria, una vez que se decida qué hacer con los centenares de cuerpos que aún reposan bajo las losas del camposanto.

Rosendo de Vicente y Vicente fue un comerciante que murió en Cádiz el 20 de julio de 1876. Hasta el día de su muerte, este mercader (así se denominaba antes a los comerciantes) se distinguió por ser un hombre generoso, que fiaba a las personas que menos tenían o repartía comida entre aquellos que pasaban hambre. Y no eran tiempos fáciles aquellos finales del siglo XIX.

Muchos de aquellos que le colocaban flores tal vez se animen a acercarse hasta Chiclana para dejarle un ramo de claveles. Tal vez la recompensa caiga en forma de aprobado o de una subida de sueldo. Y eso sí sería un milagro.

mcaballero@lavozdigital.es