BROMISTA. El literato anunció hace unos meses que quizás no escribiera más. / LA VOZ
Cultura

En agosto nos vemos

La nueva novela de García Márquez tiene su punto de arranque en un cuento presentado en sociedad hace casi diez años

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Cada 16 de agosto, Ana Magdalena Bach toma un transbordador que la conduce hasta una isla en cuyo cementerio está enterrada su madre. Allí limpia la lápida, deja unas flores, reza sus oraciones y se dirige a un hotel -siempre el mismo pese a que otros establecimientos más modernos y lujosos se han ido levantando al calor del turismo-, donde cena, toma una copa y se acuesta unas horas, antes de coger el barco y regresar a su casa. Así lo ha hecho durante 28 años, los mismos que hace que se casó con el único hombre que ha habido en su vida. Pero esta vez, mientras saborea una ginebra con hielo y soda y de fondo suena una versión en bolero del Claro de luna de Debussy cantada por una niña mulata, Ana Magdalena ve a un hombre tímido con aspecto un tanto rústico y sin pensarlo dos veces se dirige a su mesa para invitarlo a tomar una copa juntos. Ese es el arranque de En agosto nos vemos, un cuento de Gabriel García Márquez que según todas las pistas que ha ido dejando en los últimos meses es el eje de su próximo libro. Un volumen que aún no está ni siquiera corregido por completo y ya es objeto de atención preferente por parte de la prensa de todo el mundo.

El Nobel colombiano, de 81 años, levantó un considerable revuelo cuando la pasada primavera confesó a algunos amigos que estaba terminando una novela que gira en torno al amor. Un tema que se ha convertido en el leit motiv de sus textos de ficción desde hace un cuarto de siglo. Las novelas El amor en los tiempos del cólera, Del amor y otros demonios y Memoria de mis putas tristes giran -en los dos primeros casos desde sus mismos títulos- sobre la pasión entre un hombre y una mujer, y otro tanto sucede en varios de los relatos de Diez cuentos peregrinos. La obra de teatro Diatriba de amor contra un hombre sentado, finalmente, escenifica la ruptura de una pareja que ha cambiado la pasión por la indiferencia primero y un soterrado rencor después. Sólo El general en su laberinto escapa a esa obsesión por el amor que ha empapado su literatura tras la concesión del Nobel, en 1982.

Desde el momento en que se comenzó a hablar de su nueva novela, García Márquez ha sido preguntado allá donde iba por la misma. Tampoco distintas personalidades de la política y la cultura (incluido el ministro César Antonio Molina) con las que se ha entrevistado en estos meses han dejado pasar la oportunidad de recibir información de primera mano. Así que, poco a poco, ha ido soltando algunas pistas: la novela está sufriendo una nueva corrección después de haber sido reescrita casi por completo, la inició hace diez años pero la abandonó en varias ocasiones, se compone de relatos que aunque son independientes tienen claros vínculos entre sí... y el título bien podría ser En agosto nos vemos. Que es justamente como se titula el relato de la peripecia de Ana Magdalena Bach. Un personaje, por cierto, con el que homenajea al compositor alemán (así se llamaba su segunda esposa), autor de la obra que el colombiano prefiere por encima de cualquier otra: las Seis suites para violonchelo solo.

La primera versión del relato fue objeto de una insólita lectura pública en la Casa de América de Madrid, el 18 de marzo de 1999. Allí, aquel día, se clausuraban unas jornadas de la SGAE sobre La fuerza de la creación iberoamericana. Cuando todo el mundo esperaba un discurso de compromiso, o bien una provocación como su rupturista propuesta de reforma de la ortografía -efectuada dos años antes en el Congreso de la Lengua Española de Zacatecas- el escritor sacó unos folios del bolsillo y empezó a leer: «Volvió a la isla el viernes 16 de agosto en el transbordador de las dos de la tarde...» Antes había explicado que iba a leer «el primero de los cinco capítulos de una novela inédita», que también podrían leerse de forma independiente.

Versión corregida

Cuatro años más tarde, el libro no estaba aún terminado pero su construcción iba avanzando. La prueba de ello fue un cuento publicado en la revista colombiana Cambio, cuyo consejo editorial presidía. En ese relato, titulado El año del eclipse, volvemos a encontrar a Ana Magdalena en la isla. Está allí para visitar la tumba de su madre, pero en este caso se aloja en un hotel sofisticado y mientras toma una copa en el bar es invitada a bailar por un varón moreno que parece un seductor profesional. En ambos cuentos, la mujer, una belleza «pese a estar a punto de ingresar en la tercera edad», como escribe el autor, sucumbe por primera vez a la tentación de una relación extramatrimonial.

En esos textos están presentes todas las constantes de la narrativa del colombiano: el manejo diabólico de los adjetivos, la capacidad para describir escenarios con unas pinceladas mínimas (el lector percibe la luz cruda y el calor del Caribe sin que estrictamente se hable de ellos en ningún momento) y su retrato de personajes que llegan al corazón del lector desde el primer párrafo. La literatura y la música están también muy presentes: la primera con la aparición de Drácula, el Lazarillo de Tormes, El viejo y el mar, El extranjero y algún título de Bradbury como lectura de Ana Magdalena. La segunda -al margen del homenaje a Bach- por la presencia masiva de referencias al bolero, Debussy y El Danubio azul y El vals del Emperador de Johann Strauss.

Hay algo más. En el texto titulado En agosto nos vemos se encuentra una escena de intenso erotismo, algo infrecuente en García Márquez, que suele ser más sugerente que explícito. Sin embargo, en la revisión titulada El año del eclipse esa escena ha desaparecido.

El anuncio de este libro, cuya publicación será sin duda el acontecimiento de 2009 en el mercado literario, sorprendió a muchos porque el Nobel colombiano había confesado en una entrevista concedida a un periódico catalán en enero de 2006 que quizá no escribiera nada más. Sea porque ha cambiado de idea o porque su anuncio resultó una de esas mamadas de gallo (tomadura de pelo en el lenguaje del Caribe) a las que tiene tanta afición, hoy no parece que García Márquez esté decidido a retirarse de la literatura. De momento, sus lectores podrán disfrutar en unos meses con esta historia de amor entre una mujer de vida regular y un desconocido que se cruza en su camino de forma inopinada. Lo piensa la propia Ana Magdalena en la resaca de su desbordamiento sexual. «Hasta entonces no se había dada cuenta de que no sabía nada de él, ni siquiera el nombre, y lo único que quedaba de su noche loca era un tenue olor de lavanda en el aire purificado por la borrasca». En agosto nos vemos.