ANÁLISIS

Esperando al presidente

El VP o vicepresidente es, en teoría, una de las personas más importantes de EE UU: le separa del Despacho Oval de la Casa Blanca sólo un latido del corazón del presidente. Sin embargo, a algunos les ha frustrado la experiencia de ser siempre el número dos y disponer de un papel muy limitado en términos constitucionales. El primero, John Adams, se quejó de que «el oficio de VP es lo más insignificante imaginable». El problema de Adams fue la larga sombra (y buena salud) del entonces presidente, George Washington, quizás el mejor en la historia de EE UU.

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Sin embargo, no todos los VP se han sentido tan excluidos, y cada uno ha tenido que desempeñar el cargo a su manera. El VP actual, Dick Cheney, ha asumido una función muy influyente en los últimos ocho años y, para muchos miembros del Congreso, su voz ha sido la decisiva en la Administración Bush en temas como Irak y el cambio climático. Una de las razones por las que George W. Bush, anteriormente gobernador de Texas, eligió a Cheney fue precisamente porque buscaba un insider, es decir, un político que entendía cómo funcionaba Washington. Y Cheney ha cumplido su misión.

Pero a veces la necesidad de tener un VP que puede añadir algo a la candidatura presidencial constituye un factor importante incluso si el designado no hace gran cosa cuando ambos alcancen la Casa Blanca. Para sorpresa de muchos, John F. Kennedy (joven, liberal y del litoral este de EE UU) eligió a Lyndon Johnson (más conservador y del sur) y entre los dos ganaron las elecciones del año 60. Lo cierto es que no hace falta que los dos candidatos sean amigos. El presidente Roosevelt y su VP, Harry Truman, no se conocieron antes de la campaña de 1944 y apenas se vieron después. Pero tanto Truman como Johnson llegaron al poder después de la muerte prematura del presidente.

Otros jefes de Gobierno se han arrepentido profundamente de su VP. El de Richard Nixon, Spiro Agnew, tuvo que dimitir a raíz de una investigación sobre malversación de fondos públicos. Y el primer presidente Bush se vio obligado a soportar la humillación de que su VP, Dan Quale, no supiera escribir correctamente la palabra patata durante una visita a un colegio. Pero si un VP sabe aguantar todo es posible que, al final, disfrute de su turno en el Despacho Oval. Para muchos, éste es verdaderamente el premio.