EN CARRO. Una caravana tirada por ganado transporta queroseno junto a una refinería india. /AP
ANÁLISIS

India ingresa en el club nuclear India, pastel estratégico

EE UU suministrará tecnología atómica al gigante asiático aunque incumple la normativa internacional

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India ya no tendrá que sacudir al mundo con pruebas atómicas para demostrar que pertenece al selecto club de los países que cuentan con esta fuente energética. A pesar de no haber firmado el Tratado de No Proliferación Nuclear y de que ha elevado durante años la tensión en la región con la carrera armamentística que le ha enfrentado a su enemiga y vecina Pakistán, el Senado de Estados Unidos dio luz verde el miércoles -madrugada de ayer en España- al acuerdo por el cual el país de mayoría hindú podrá comprar tecnología nuclear para uso civil, incluidos reactores y combustible.

Se cierra de esta manera un debate que se ha alargado durante tres largos años y que pone fin a la prohibición de hace tres décadas de intercambiar material nuclear. Resultará en un acercamiento de ambos países y en el ingreso de India en el grupo de los que tienen pleno derecho al uso y al comercio de tecnología atómica, un hito que demuestra la emergente fuerza del elefante asiático y la necesidad que Washington tiene de un aliado que contrarreste el peso de China. Eso sí, el acuerdo no supone un cheque en blanco e India se tendrá que comprometer a diferenciar claramente sus instalaciones nucleares destinadas a la producción de armamento y las de uso civil, que estarán bajo la inspección de la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA).

El acuerdo recibió el voto a favor de 86 senadores, frente al no de otros trece que lo consideran un peligroso precedente que puede dar alas a países como Irán, Pakistán o Corea del Norte, que también buscan el acceso a instalaciones nucleares para uso energético.

Según los críticos, se legitiman así las aspiraciones de estos estados, que tendrán ahora mayor fuerza frente a sus propios ciudadanos para desarrollar planes nucleares al margen de la comunidad internacional. La decisión del Senado estadounidense ha provocado también una nueva turbulencia política en la propia India, dividida sobre la conveniencia del pacto con Washington.

Prueba de fuego

Mientras el Gobierno de Manmonhan Singh muestra una clara alegría porque, en palabras de un portavoz del Partido del Congreso, «ningún otro país en la historia mundial ha pasado esta prueba de fuego en tan poco tiempo, algo que reconoce la posición de India en el mundo», la oposición asegura que el acuerdo pone en peligro la independencia del país. «Esto significará una rendición absoluta a los norteamericanos y una traición a los intereses nacionales», declaró el portavoz del Partido Comunista, Prakash Karat, que ya había roto la coalición que mantenía con el Ejecutivo por el asunto nuclear.

En este marco también destaca la posición de Francia, que cerró el pasado día 30 otra alianza con el segundo país más poblado del mundo para estrechar lazos en materias de cooperación nuclear, defensa e industria espacial. Así, India gana aliados entre las potencias occidentales para la consecución de una de sus históricas ambiciones: obtener un escaño permanente en el seno del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Tras tres años de intensos esfuerzos, Bush ha conseguido un éxito importantísimo. A simple vista, este acuerdo va a permitir a Nueva Delhi, escasa de uranio para sus poco potentes centrales actuales, satisfacer sus necesidades energéticas y mantener el ritmo de crecimiento. Pero detrás hay también una gran jugada. India se ha ido convirtiendo en un aliado de primera magnitud. Por su significado papel como contrapeso a la, económica y estratégicamente, competitiva China. Y por posibilitar una mayor presencia en Asia, antes de que se posicione la expansiva Rusia. Además, permite a EE UU ejercer presión sobre Pakistán, cuya inestabilidad y cada vez mayor acercamiento a Pekín no deja de preocupar a Washington.

A cambio, EE UU ofrece a India armamento de última generación y acuerdos militares de cooperación. Y apoyarle en su particular lucha contra el creciente extremismo musulmán y el preocupante incremento de los movimientos maoístas, presentes en casi todo el este y norte del país. Por si fuera poco, Bush consigue frenar las importaciones de gas y petróleo procedentes de Teherán y paralizar el gasoducto Irán-Pakistán-India.

Por su parte, Sarkozy, en su política de intimidad con los americanos, no ha desperdiciado la oportunidad, y firmó el pasado 30 de septiembre un acuerdo nuclear con India. Francia, líder de esta industria -con relaciones con China, Brasil o Sudáfrica-, venderá a Nueva Delhi reactores y uranio enriquecido.

Sus empresas, como Areva, ya se frotan las manos. Inmediatamente comenzarán la instalación de dos reactores de tercera generación, con potencia de 1.650 MW. Está previsto que otros seis entren en funcionamiento para 2012, y los montarán empresas norteamericanas, con participación japonesa. En total, 71.000 millones de euros a repartir como buenos amigos.

Quien seguro que se quedará fuera será la empresa rusa Rosatom, que ya puso en pie dos reactores en 2001 en el sur de India. Poco se lo imaginaba Putin cuando, durante su visita a Nueva Delhi en 2007, prometía construir más reactores en el país.

Una vez más, la astucia geopolítica y geoeconómica se ha vuelto a imponer. Rusia es la gran perdedora de este lance al ver cómo se la expulsa paulatinamente de otro de sus feudos tradicionales. Aunque China e Irán también salen perjudicadas.