TRABAJADORES. Algunos de los miembros de la familia Berlanga Mangano, de Espera. / A. ROMERO
la familia berlanga mangano

«No tenemos más remedio que ir a recoger la fresa»

La familia Berlanga Mangano acude este año al completo a la campaña en Huelva porque la construcción ha mandado al paro a varios de sus miembros

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La crisis pasa factura y la agricultura se ha convertido de nuevo en la salida para algunas familias gaditanas. El tajo en la construcción ha caído y toca ahora buscar trabajo en las campañas de fruta. La familia Berlanga Mangano, encabezada por Francisco y Carmen, vive en Espera y llevan dieciséis años acudiendo a la recogida de la fresa en Huelva. Un trabajo «duro» que aseguran no desean para nadie. Este año acuden todos a la campaña, dice Carmen. La construcción ha mandado al paro a sus hijos.

La familia la componen, además de los padres, los hijos María José, Elena, Pedro Antonio y Alejandro. A ellos se han unido las nueras, Katarzyna y Aneta, dos mujeres polacas que Alejandro y Pedro conocieron en Huelva. Todos ellos han trabajado duramente en el campo y, como comenta Francisco, «formamos parte del oro rojo de la fresa», añadiendo que «el rojo no es del color de la misma, sino de la sangre que nos dejamos allí para que los dueños hagan grandes fortunas».

«Es una necesidad»

Esta familia tiene claro que la dureza de estos trabajos, además de los sueldos, «se cobra 35 euros diarios por ocho horas de trabajo, bajo plásticos y a 60 grados», asegura Francisco, hacen que «no sea un trabajo que eliges, sino que lo haces por necesidad». Alejandro, uno de los más pequeños de la casa, que comenzó a trabajar en el campo con 15 años, asegura que «yo no tengo más remedio que ir porque no hay nada más, ojalá pudiera trabajar en el hormigón, que es lo que más se estila en Espera, pero por desgracia no es así».

Uno de los momentos más duros por los que pasó la familia fueron los primeros años en que decidieron irse. «Teníamos a nuestros cuatro hijos pequeños», asegura Francisco, por lo que «tuvimos que dejarlos en una guardería de temporeros e irnos para ganar cuatro duros para ellos», comenta Carmen emocionada. Además, esos años eran duros y estaban en el campo sin coche por lo que prácticamente no podían ver a sus hijos en esos seis meses. «Al trabajo había que unir la dureza de estar separados de los niños», asevera Francisco.

La campaña de recogida de la fresa comienza en enero y se alarga hasta junio. «En esos seis meses trabajas hasta reventar y sólo te queda tiempo para dormir lo justo y recuperarte», comenta Francisco. A eso, aseguran, hay que añadir que las condiciones de trabajo no son «nada buenas», asevera el padre de familia que entiende que «el empresario nos explota al extremo y aprieta», añadiendo que «en las ocho horas de trabajo no puedes levantar la espalda del suelo, más que para llevar las cajas que llenas; no puedes hablar ni un segundo con nadie».

Esta última campaña, añaden, «nos han puesto una especie de chip colgado al pecho para controlar que hacemos un número mínimos de cajas», comenta Francisco.

A estas duras condiciones de trabajo hay que añadir falta de medidas de seguridad. Alejandro asegura que «me he tirado varios año echando insecticidas a la fresa; se me hinchaba incluso la boca, y no me dieron ni una mascarilla, ni me advirtieron nada», de hecho asegura que «hasta que un día me vio un perito agrícola y me dijo que tomara medidas que era tóxico el producto».

Katarzyna también recuerda ocasiones en las que «han estado echando azufre mientras nosotras estábamos en el campo y lo hacían sin tener en cuenta que podía dañarnos».

Los Berlanga Mangano entienden que «además de dignificar el trabajo», se debería establecer «una subida de unos diez euros de sueldo diario que hicieran que lo que ganamos sea más digno», sobre todo cuando ellos entienden que «en menos de media hora de trabajo de nosotros, el empresario ya ha ganado lo que nos paga en todo el día, por lo que es de justicia esa pequeña subida». Además entienden que las administraciones «no deberían de darle tanto dinero en ayudas a los empresarios de la fresa porque ellos, aunque lloran mucho ante cualquier contratiempo, ganan muchísimo dinero a costa de no pagarnos en condiciones y ahorrarse dinero en nuestras condiciones de vida allí», asegura Carmen.

sierra@lavozdigital.es