VIGILANCIA Un policía de la etnia uigur vigila las calles tras el atentado en Kashgar. / AFP
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China se blinda ante el terrorismo

Pekín culpa a la Yihad de la muerte de 16 policías y afirma haber detenido a 18 «agitadores»

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Controles más exhaustivos todavía, patrullas de soldados por doquier y helicópteros sobrevolando el Estadio Olímpico mientras se celebraba anoche el ensayo general de la ceremonia de inauguración. Tras el atentado islamista del lunes, que se cobró la vida de 16 policías en la remota región de Xinjiang, el Gobierno chino ha reforzado la seguridad en Pekín a sólo dos días de la apertura de las Olimpiadas.

Aunque la vigilancia en la capital se había basado hasta ahora en unas medidas draconianas, el ataque perpetrado contra un destacamento de agentes de frontera en la ciudad de Kashgar ha disparado las alarmas de una posible acción terrorista contra los Juegos.

Tal y como reconoció ayer un oficial del Partido Comunista en dicha localidad, Shi Dagang, la principal amenaza contra este magno evento radica en los grupos separatistas de la etnia uigur que luchan por la independencia de Xinjiang, una región del noroeste de China rica en petróleo y recursos naturales con una abundante población musulmana.

«La religión es para ellos más importante que su propia vida o la paz de sus madres, y por eso se dedican a la 'yihad' (guerra santa)», explicó en una rueda de prensa Shi Dagang, quien desveló que los dos detenidos por el atentado eran un taxista y un frutero.

El lunes por la mañana, ambos embistieron con su camión contra 70 policías que hacían ejercicio y luego los atacaron con bombas, cuchillos y pistolas. Como consecuencia, 16 murieron y otras 16 resultaron heridos, cuatro de ellos de gravedad.

Además de relacionar a los detenidos con los movimientos independentistas musulmanes de Xinjiang, el responsable oficial confirmó que uno de los apresados por los agentes se encontraba en el hospital tras haberse volado el brazo con los artefactos caseros que lanzó sobre los agentes. Unos explosivos, además, similares a los incautados el año pasado por la Policía en una operación contra un campo de entrenamiento de terroristas uigures.

Junto a ellos, han sido capturados otros 18 «agitadores extranjeros» implicados en una cadena de atentados planificada a principios de este año, pero el Gobierno siguió con su habitual tónica de no dar más detalles al respecto.

Censura

Además, el régimen de Pekín ha vuelto a optar por el hermetismo y la represión para impedir la difusión de noticias internacionales sobre este ataque. Tal y como denunciaron ayer el Club de Corresponsales de China y Reporteros Sin Fronteras, dos periodistas japoneses habían sido golpeados por los soldados cuando trataban de informar sobre el atentado.

Masami Kawakita, un fotógrafo del periódico 'Chunichi', y Shinji Katsuta, reportero de la cadena de televisión Nippon, se habían desplazado a Kashgar, donde fueron descubiertos por los militares.

Según la agencia de noticias nipona Kyodo, Kawakita fue rodeado por los soldados, que le propinaron varias patadas, le lastimaron el hombro y las costillas y le rompieron el flash de su cámara. «En quince años de Periodismo, nunca había sufrido algo así», dijo este fotógrafo de Deportes que había acudido a China para cubrir los Juegos Olímpicos.

Mientras tanto, el Gobierno chino ha asegurado que mantendrá la paz y la estabilidad durante este evento, lo que a fin de cuentas significa que endurecerá la represión en Xinjiang.

En dicha región, que se enclava a más de 4.000 kilómetros de Pekín y tiene frontera con Rusia, Pakistán y varias antiguas repúblicas ex soviéticas, el Movimiento Islámico del Turkestán Oriental lucha por la independencia de esta zona que, tradicionalmente, ha pertenecido al imperio chino cada vez que sus dinastías eran lo suficientemente fuertes como para controlarla.

Incluido en la lista de organizaciones terroristas por Estados Unidos y las Naciones Unidas, este grupo puede hallarse tras el atentado perpetrado el lunes y la amenaza que, hace dos semanas, profirió el Partido Islámico del Turkestán, que juró trasladar la yihad a los Juegos.