ANÁLISIS

Europa sin velocidad

El presidente polaco, Lech Kaczynski, ha decidido no firmar por ahora el Tratado de Lisboa, a la vista del 'no' irlandés y de las dudas checas y aprovechando que Alemania anunció el lunes que su Tribunal Constitucional debe pronunciarse sobre el nuevo texto, algo que no hará antes de principios de 2009. Con estas noticias se han complicado las posibilidades de que entren en vigor a corto plazo las reformas europeas. Por fortuna, el gemelo Kaczynski no representa el sentir de la mayoría de los polacos, pero está dispuesto a usar a su favor las debilidades de la Unión para crecer en votos con un discurso tan nacionalista como populista. El caso alemán es más peliagudo. Merkel encabezó hace unos días en el Consejo Europeo el grupo de líderes decididos a proseguir la ratificación de Lisboa a pesar del revés irlandés, dando por hecho que su país tenía vía libre para hacerlo. La canciller volvió a adoptar un tono de superioridad moral para apuntar a los demás cuáles eran sus deberes. El presidente de la República Federal, Horst Koehler, ha tenido que frenarle 'in extremis' y recordarle que aún hay dos pleitos constitucionales por resolver sobre el Tratado.

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De este modo, Nicolas Sarkozy empezó ayer su presidencia semestral de la UE con un dolor de cabeza más, mientras su ministro Kouchner, mucho mejor médico que diplomático, amenazaba con volar los procesos de ampliación pendientes en respuesta a los noes, titubeos y dilaciones en la firma del Tratado. El problema de fondo no es tanto el retraso seguro en la aplicación de unas nuevas reglas del juego, que facilitan la toma de decisiones. Lo grave es el bloqueo psicológico en el que los líderes europeos entran cada vez que se presenta una dificultad para avanzar y la falta de soluciones democráticas e imaginativas para abordar los problemas propios de un proceso tan complejo como la integración europea.