RECONOCIDO. Diego A. Manrique recibió el Premio Ondas en reconocimiento a su trayectoria. / LA VOZ
DIEGO A. MANRIQUE PERIODISTA

«Internet nos vende una cultura rápida, de consumir y defecar»

El célebre crítico musical, que abre hoy los Cursos de Verano de la UCA, considera a Chiquilicuatre un ejemplo de cómo la red puede darnos gato por liebre

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Cuando Diego A. Manrique se acercó, por primera vez, a un micro, Queen arrasaba con A night at the Opera, en los teatros españoles se adaptaba con éxito y polémica Jesucristo Superstar, y Abba competía en hits con el inconmensurable Camilo Sesto. A lo largo de sus tres décadas de profesión, por el plato de su tocadiscos han pasado grupos míticos, solistas frikis, álbumes legendarios y valores presuntamente definitivos que luego resultaron ser espejismos del mercado; ha compartido estudio con nombres ilustres de la historia de la música, se ha metido en algunos berenjenales considerables por decir en voz alta lo que piensa y ha militado, activamente, en el subgrupo de rebeldes con causa, libres y heterodoxos, que anteponen su derecho a discrepar a las imposiciones de lo políticamente correcto.

Hoy, el crítico musical más prestigioso de nuestro país, dueño de un estilo que oscila entre el discurso distante, escéptico e irónico de sus textos más duros y la celebración ilusionada de la creatividad de los más optimistas, abre los Cursos de Verano de la UCA con una conferencia en la que disecciona los nuevos patrones de consumo cultural, brutalmente afectados por la eclosión de las nuevas tecnologías.

-Hemos pasado del 'internet es el futuro' al 'internet es el presente'. ¿Ya no hay dudas de que todo pasa por los bits, también en lo relativo a consumo cultural?

-Internet nos ofrece la gratuidad, la ubicuidad y un falsa opulencia, como si el universo entero cupiera en internet, como si lo que no pudiera encontrarse en la red no existiera. Mentira. La realidad es que, al menos por ahora, para la cultura está suponiendo un caos sembrado de incertidumbres, que puede traer muchos beneficios, pero también muchos perjuicios.

-¿Y quiénes serían los principales afectados, tanto por los primeros como por los segundos?

-Hay que preguntarse cómo es posible sostener un negocio en el que la mayor parte de los consumidores no son clientes, porque no pagan. Ése es el gran dilema al que debe enfrentarse la industria musical, la cinematográfica, la televisiva y la editorial. Los únicos beneficiarios, por ahora, están siendo los intermediarios, los proveedores. Ellos ofrecen un servicio y dicen que no se hacen responsables de nada de lo que ocurra a posteriori. Como los traficantes de armas. Son las sanguijuelas de esta historia. No crean, no producen, se limitan a pasar un producto de unos a otros, por la cara.

-¿Pero no habíamos quedado en que las nuevas tecnologías suponían la democratización absoluta de la cultura, con todo el mundo poniendo y cogiendo lo que le daba la gana del mismo saco?

-Sí, sí, claro. (Carcajada escéptica). Estoy harto de que nos vendan un montón de grupos, por ejemplo, que supuestamente han surgido de la nada, sin apoyos de la industria, pero que se han dado a conocer en la red y, de ahí, gracias al boca a boca, han tocado directamente la gloria. Arañas un poco y resulta que esos grupos estaban previamente fichados por una compañía, que se han limitado a promocionarlos con una inteligente campaña de márketing digital. Internet está lleno de suplantadores. Como nos descuidemos... Fíjate en el Chiquiliquatre.

-¿Se refiere a que Chiquilicuatre es un ejemplo de...?

-De engaño masivo. Lo ves y parece la rebelión de los consumidores ante los prescriptores: todo un ejercicio de democracia. Como si el fenómeno viniera de abajo. El Chiquilicuatre es un modelo muy significativo de cómo un equipo de maquinadores muy amplio (la canción está registrada a nombre de Buenafuente ¿y de doce personas más!), moviendo los hilos adecuados hacen pasar por espontáneo lo que está planificado al detalle. Nos han dado gato por liebre.

-¿Una metáfora válida de lo que nos pueden estar 'colando' en internet con portales supuestamente colectivos y democráticos del tipo de 'Myspace'?

-Exacto. Lo primero es que, como espejo de grupos o tendencias, son un auténtico patio de vecinos. Pierdes más tiempo del que ganas. Hay una fragmentación total de los gustos, no hay un centro del que partir y orientarse. ¿Y quién se beneficia de esa supuesta anarquía? Los gigantes, que cuentan con los medios idóneos para promocionar a los suyos entre tanta maraña. ¿Y quién sale perjudicado? Los pequeños productores.

-A pesar de todo eso, los creadores siguen teniendo más opciones de llegar a un público masivo que hace una década...

-Relativamente. Los creadores deberían plantearse seriamente lo que ganan y lo que pierden. Mira, Muchachada Nui está funcionando muy mal en audiencia, ¿porque la gente prefiere pillarlo a trozos en el Youtube! Si el programa no ingresa publicidad, el programa desaparece... Dile a Joaquín Reyes y compañía que en internet tenían millones de seguidores cuando ya no les quede un duro para seguir creando, a ver qué les parece...

-Hay artistas, como Alaska, que han pedido abiertamente que se pirateen sus discos..

-Eso es una boutade. Es puro teatro. Alaska no vende música, vende su personaje. No gana dinero por sus discos, sino por sus conciertos, apariciones... A ella le puede interesar promocionalmente y punto. Pero no todos los artistas tienen la posición de privilegio de Alaska y pueden prescindir de esos ingresos...

-¿Qué opina del canon?

-Es una solución antipática para un problema muy grave. Hay una tremenda hipocresía, una tremenda doble moral entre muchos de sus detractores. Dicen: no quiero que se me prejuzgue como un pirata cuando compro un CD virgen, porque yo lo quiero para guardar las fotos de los niños, y no para grabar música o películas... ¿Vamos, hombre! ¿Seamos serios! Uno de cada mil se compran para almacenar fotos o escritos, pero que aquí todos sabemos a qué estamos jugando... El fenómeno de la gratuidad, lo llaman. En mis tiempos eso era robar.

-O sea, que de liberación, nada...

-Nada de nada. He visto unas cuantas de estas revoluciones que lucen un eslogan del tipo vamos a liberaros, y acaban esclavizándote. Hay quien se lo cree e impulsa un cuestionable espíritu insurgente: No necesito que me orientes para moverme en internet, lo tengo todo al alcance de la mano, yo decido. Y luego pasa lo del Chiquilicuatre...

-Parece que el tema de Eurovisión le indigna bastante...

-No, no, es que realmente creo que es significativo, incluso desde el punto de vista sociológico. Una supuesta masa crítica se subleva y se regodea en que quieren que ese... producto... nos represente. Digo supuesta porque, como expliqué, estaba dirigida de otra forma... La manipulación del concepto de friki, ese espíritu general de sabotaje de todo el proceso -también inducido-, la paradoja que supone que la televisión nacional haya tenido que ir a rastras de una comercial... Es digno de estudio, en serio. Hay que tomar alguna clase de medidas, o algo va a ocurrir...

-¿Está defendiendo un control 'responsable' de la red?

-Lo que sé es que, por todo lo que he dicho antes, la situación actual no es sana. Tampoco se pueden hacer juicios o diagnósticos completamente válidos, porque todo va tan rápido... Pero, vamos, que internet no supone el inicio de la edad de la abundancia.

-También está cambiando nuestra forma de relacionarnos con la cultura, incluso físicamente.

-Creo que por ahí también salimos perdiendo. Hay gente que tiende a acumular. Tiene miles de archivos, canciones o películas, que no escucha o ve tranquilamente. Y que no entiende. Son piezas descontextualizadas: toneladas de material desmaterializado, bits, que tienen un impacto emocional muy inferior al hecho de tocar un disco, de relacionarse, de alguna forma con el artista. Es como si estuviéramos creando nuestro propio hilo musical, sin saber quién lo produce, sin orden ni concierto... total, como es gratis, da igual.

-¿Se banaliza, se le resta espíritu?

-Vivo en una zona de Madrid en la que permanentemente me encuentro con cientos de CD tirados en la basura... ¿Joder! ¿Antes eso no era así! La gente conseguía un disco que le gustaba y lo atesoraba, lo vivía... Internet nos vende una cultura rápida, de consumir y defecar.