DERECHAZO. Faena de muleta de Barrera a su segundo.
Sociedad

Antonio Barrera se entrega con los Peñajaras

Los toros y la entrega del matador dieron la primera sorpresa de la Feria de San Isidro

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La corrida, escogida con evidente rigor, fue de tres fuentes: dos sardos, primero y quinto, de un lado. De otro, dos toros, cuarto y sexto, en el corte antiguo de lo del Conde de la Corte. Los dos toros que completaban envío, segundo y tercero, más cabezones, y convexas las caras. Bien cortada, bien hecha la corrida. Embistieron los seis, aunque no todos igual.

De rayas afuera pelearon los seis toros sin negarse. Consintieron y resistieron faenas de aliento, unas por largas y otras no tanto. Y, luego, el público, también propicio por norma de los sábados de San Isidro. Con el contrapunto amargo, ruidoso y severo, esta vez, de voces de denuncia que exigieron en función del toro y a veces trataron de romper a los nervios de los toreros.

Injusta y excesivamente rigurosa la exigencia con Antonio Barrera, que se entregó de verdad y fue también quien más de verdad se puso. A los dos toros les dio fiesta. Con el sexto, encajado ya en el saludo, toreó a la verónica de salida con temple, calma y corazón. Tres lances muy enroscados, media verónica soberbia. Con los dos se dejó ver en faenas de riesgo, sin esconderse. Apertura a la mexicana en el primer turno. El cambiado por la espalda citando desde los medios a toro en tablas, y el mérito de cambiar el viaje justo cuando tocaba. Y otro cambiado de idéntica horma. Más los dos muletazos que casaban con los de alarde. Una tanda por abajo y con la derecha, ligada en serio, fue lo mejor de esa primera faena que pecó por exceso: por atacar Barrera demasiado, por no medir las fuerzas del toro, que lo desarmó una vez y trabajó por la mano izquierda sin mayor entusiasmo.

Más lograda la faena del sexto, que fue más difícil: de aguantar al toro en la distancia y en la suerte natural, de atornillarse y embraguetarse, de trabajar por abajo y no irse. Poca fortuna al torear con la zurda, y fue entonces cuando importunaron a Barrera gritos aislados. La paz fue una estocada cobrada a ley. Al tercero lo tumbó de estocada tendida.

Nobilísmo primero

Para Manolo Sánchez fue el nobilísimo primero, muy bien picado por Cenizo el joven y bien manejado por el matador en faena simétrica y firme. Sin terminar Manolo ni de encajarse ni de romperse ni de dejarse ir ni de cruzarse ni de ajustarse. En lances sueltos de divina calidad, no sólo oficio.

Inspiración también para acariciar las embestidas de toro tan dulce. Ningún derroche. Menos con el cuarto de corrida, que le estuvo pidiendo la muleta por delante y no en uves señaladas con el torero muy fuera del cacho. No perdió el hilo la cosa. Pero los que sintieron que el toro daba más protestaron. Fácil hasta con la espada estuvo Manolo Sánchez.

Desigual, el trabajo de Eugenio de Mora con el toro que destrozó un piquero, el segundo de corrida. Una tanda con la derecha de gran categoría. Pero una faena de no terminar de cogerle el aire al toro, que tuvo su chispa incómoda. Una desdicha con el descabello: diez golpes, dos avisos. No rodaron mejor la cosas con el espectacular quinto, que venía siempre y a todo, pero que tropezó por sistema los vuelos de la muleta. Siempre atrás el engaño. Lo contrario de lo que quería el toro. Y un bajonazo para no perder tiempo.