CERTERO. Gonzalo Higuaín celebra el tercer gol de los madridistas, el también tercero consecutivo en su cuenta particular. / AP
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El campeón humilla al Barça

El Madrid se da un baño de gloria ante el peor Barça que se recuerda Los azulgrana pierden la segunda plaza directa para la Champions

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El Madrid se dio un baño de gloria ante un Barça que se presentó en el Bernabéu como el que acude al matadero. El campeón se exhibió de cabo a rabo, endosó cuatro a su archirival pero le pudo haber hecho una docena en una noche de éxtasis para el madridismo que definitivamente enterró la era de Rijkaard. Fue una humillación en toda regla en la que todos los blancos se lucieron y los azulgrana agacharon la cabeza.

El día y la noche. Resulta difícil, por no decir imposible, recordar un partido de esta Liga en el que el Real Madrid fuera tan superior a su adversario en Chamartín como frente al Barça. Al Valladolid le hizo un siete porque los de Mendilibar intentaron tirar el fuera de juego en plan suicida, pero en algunas fases los pucelanos generaron más peligro.

Si algún osado pensaba que después de hacer pasillo al campeón con exquisita deportividad los azulgrana tratarían de salvar su orgullo en un ejercicio de dignidad sobre la cancha, se equivocó de pleno. Sus jugadores están deprimidos, rotos, sin alma, hipotensos, esperando que acabe este martirio y sin intención de pelear la segunda plaza, ya en manos del Villarreal. Faltaban Iniesta, Milito y los autoeliminados Deco y Eto'o, pero en realidad se ausentaron todos.

Raúl abre la cuenta

Todo lo contrario que los blancos, felices, eufóricos, henchidos de gozo y con un Raúl pletórico, dispuesto a dejarse hasta la última gota de sudor con tal de que Aragonés no pueda olvidarle. Y como el fútbol es un estado de ánimo, el Madrid jugó a placer y entró como Pedro por su casa hasta las mismas narices de un Valdés dubitativo, impreciso, nervioso, destrozado. Tocó al primer toque, rompió por banda una y otra vez y jugó en plan exhibición.

Igual que en el Camp Nou, Schuster le ganó la partida a Rijkaard. Prescindió en el arranque de un punta, de Saviola e Higuaín, dio plena libertad a Robben y pobló el centro del campo. Gago, espléndido, fue el único pivote, Guti el amo de la fábrica, con la colaboración inestimable de Sneijder, y Diarra tuvo arrestos para robar e irse arriba como si tuviera clase. Enfrente, un equipo partido, con cuatro arriba, cuatro atrás y dos, Xavi y Touré Yayá, perdidos en el medio, ya que Gudjohnsen se fue a la ducha en cuanto el Madrid firmó el segundo. Entró Giovani pero como si fuera un fantasma.

Tras unos minutos de cierto tanteo, Raúl volvió a dejar claro que es el más listo de la clase. Mientras los rivales reclamaban tímidamente una falta de Guti a Márquez, el capitán se encontró un balón suelto y lanzó un zurdazo con rosca desde la frontal que superó a Valdés y entró tras golpear en el palo. El 7 ya lleva 18 dianas en esta Liga.

El Bernabéu era un clamor y pasaba del «¿Eto'o, cabrón, saluda al campeón!», al «¿Raúl, selección!». Ningún cántico novedoso, por otra parte. Ocho minutos después, en el 20', Guti lanzó una falta y Robben, como en Pamplona, cabeceó sin oposición. El holandés no recordaba haber marcado con la testa y resulta que anota dos en cuatro días. Cosas del loco mundo del fútbol. Y el ataque del lentísimo Barça, sin noticias. Henry era incapaz de irse y Messi lo intentaba pero sin acierto. Y si se iba de uno, le hacían una falta de las llamadas tácticas.

Higuaín

Poco cambió el panorama en la reanudación. Rijkaard intentó cambiar algo al meter a Sylvinho en lugar de Márquez y resulta que el brasileño se rompió al cuarto de hora. En cambio, Schuster brinda la media hora final a Higuaín, el autor del gol del alirón en el Reyno de Navarra, y el argentino marca un golazo nada más salir. Diarra le robó la cartera al atolondrado Giovani, se internó como un superclase, la puso de cine y el Pipa definió como los ángeles.

Todo le salía al Madrid y hasta Marcelo y Ramos avanzaban y pisaban el área una y otra vez en busca de su momento de gloria. El público, entregado a la causa, pedía la manita entre olés. Volvía Van Nistelrooy y pronto marcaba de penalti tras golpear con las manos Puyol un centro del zigzagueante Robinho.

Rijkaard se refugiaba en lo más profundo de su banquillo y los suyos no daban la cara. Hasta Bojan era la sombra de ese joven alegre llamado a hacer historia. Messi buscó el del honor pero Iker se lo impidió en dos ocasiones. Al final lo consiguió Henry, quizá el que menos se lo merecía.