El comisario muestra el retrato robot del preso de Puerto II implicado en los hechos. / NURIA REINA
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La nueva base de datos policial de ADN descubre a los dos supuestos violadores

Este sistema, aprobado por ley en octubre pasado, permitió tomar una muestra al primer detenido, que tenía antecedentes por abusos, en una actuación rutinaria

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Una herramienta policial creada en octubre del año pasado ha dado la clave para que la Policía Nacional esclarezca una oleada de violaciones que atemorizó a las vecinas de la Bahía y Jerez entre los años 95 y 2000. Los dos acusados que están encarcelados en Puerto II y Puerto III fueron descubiertos ocho años después por una muestra de ADN que reactivó una investigación que había permanecido aletargada por el paso del tiempo y la entrada de nuevos casos.

El comisario provincial, José María Deira, en compañía de los responsables de las pesquisas, detalló ayer cómo lograron vincular a un jerezano (F. P. G., de 53 años) y a un interno de Puerto II (J. B. G. de la misma edad) con diez violaciones ocurridas siete de ellas en El Puerto, dos en Puerto Real y una en Jerez. A esas imputaciones se le puede sumar una más, ya que los agentes están convencidos de que agredieron a una menor de El Puerto, que en su día prefirió no denunciar. Y tampoco descartan que estén implicados en algún ataque más, posterior al año 2000.

Conocida ya la implicación de un interno de Puerto II y el ingreso en prisión del primer detenido, tan sólo faltaba por conocer cómo la Policía había llegado hasta ellos sin que hubiera una confesión. En la rueda de prensa ofrecida se aclararon las lagunas de un extraño caso, que tiene como efecto colateral la situación penal de un preso de Topas (Salamanca), que fue condenado en 1997 por una de las diez violaciones a 30 años de prisión, y que le quedan tan sólo dos para quedar en libertad. La Policía Nacional sostiene que es inocente, pese a que existe una sentencia de la Sección Quinta de la Audiencia que dice lo contrario.

El principio de la resolución del caso comenzó a tejerse en julio pasado, cuando F. P. G. fue apresado en una actuación policial rutinaria. Sobre él pesaba una reclamación judicial por un «delito común», explicaba ayer el jefe de la brigada provincial de la Policía Judicial, Teodoro Fernández. Al revisarle sus antecedentes, un agente comprobó que este jerezano había sido apresado con anterioridad por abusos sexuales.

En octubre, el Gobierno aprobaba una ley orgánica para poner en marcha una base de datos común para los Cuerpos de Seguridad donde quedan almacenados muestras de ADN de víctimas y de detenidos, imputados y sospechosos por delitos de especial relevancia, entre ellos los de índole sexual.

Cuatro de diez

Siguiendo ese protocolo, le tomaron una muestra a F. P. G, quien no se negó a ceder saliva para ser estudiado. La Policía cree que estaba seguro que no iban a relacionarlo con unas violaciones ocurridas hace más de diez años. Pero hace quince días, el Instituto de Toxicología confirmaba que su ADN coincide con los restos de semen hallados en cuatro de las diez víctimas. Fue ahí cuando la oleada de agresiones sexuales volvió a convertirse en un asunto preferente.

La inspectora Raquel Díaz, que en su día llevó las investigaciones como miembro de la UDEV de la Comisaría de El Puerto, retomó las pesquisas. Confirmado el primer sospechoso, tenían que buscar a su cómplice ya que todas las mujeres fueron violadas por dos hombres y con el mismo modus operandi: las abordaban de noche, las metían en un coche y las trasladaban a un lugar apartado, donde consumaban unas agresiones que podían durar más de tres horas.

Su círculo próximo

Como explicaba ayer esta responsable policial, se indagó en el círculo de amigos y allegados más cercano de F. P. G. y con la descripción aportada por las víctimas, que indicaban que este vecino jerezano (de complexión gruesa y bajo de estatura) siempre actuaba en compañía de un hombre alto y agresivo, se barajó un primer nombre y la elección fue acertada. Un preso con antecedentes por abusos y malos tratos, fue sacado el miércoles de la cárcel (el mismo día que su compañero era arrestado en la puerta de su casa) para extraerle saliva. La base de datos arrojaba una nueva coincidencia entre su ADN y los restos hallados en una de las diez víctimas.

Ninguno de los dos ha querido declarar. Tan sólo el preso de Puerto II confirmó que conocía al primer sospechoso. Pero las pruebas de ADN son concluyentes para la Policía. Ahora confían que las víctimas puedan reconocer, a través de la voz o de algún rasgo físico, a los acusados. Esta identificación es especialmente importante en los cinco casos en donde no ha sido posible recuperar ningún rastro biológico. Los supuestos autores, que siempre actuaron con la cara tapada, siempre limpiaban de pruebas los escenarios de sus agresiones, que preparaban meticulosamente.

stubio@lavozdigital.es