Las protestas de los estudiantes y profesores ha llevado al Papa a anular su visita al centro. / ap
Sociedad

El Papa anula su visita a la Universidad de Roma por la polémica sobre Galileo

Un grupo de docentes se oponía a su presencia y las manifestaciones de alumnos iban a empañar el acto

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Galileo ha vuelto a despertar, cuatro siglos después, el conflicto entre fe y ciencia, o al menos así se ha querido presentar el extraño incidente entre el Papa y la universidad de La Sapienza, la más antigua de Roma. Debido al boicot organizado contra Benedicto XVI por una parte de los profesores y alumnos, que le acusan de haber apoyado en el pasado la condena de la Iglesia a Galileo, Ratzinger anuló ayer su visita al campus, donde debía participar en la apertura del año académico.

Es una decisión insólita, sintomática, destinada a convertirse en uno de los hitos del pontificado y que traerá cola en las volátiles relaciones entre Iglesia y sociedad laica, sobre todo en Italia, donde gestos de este tipo contra el Papa son poco habituales. Las manifestaciones previstas presagiaban un clima muy caldeado y, de hecho, un centenar de estudiantes tomó ayer el rectorado. El ministerio de Interior quiso subrayar que la seguridad estaba garantizada, pero por si acaso y sobre todo por el riesgo del deterioro de la imagen del pontífice, el Vaticano optó por dar marcha atrás. No es nada normal que la Santa Sede anule un acto a última hora. Hay que remontarse a 1994, cuando Juan Pablo II canceló en el último momento su viaje a Sarajevo por las amenazas del líder serbo-bosnio Radovan Karadzic.

La protesta en La Sapienza nació de un grupo de 67 docentes de Física y otras facultades, apoyado por colectivos estudiantiles de izquierdas, que pidieron al rector que anulara la intervención del Papa. Son pocos, comparados con los 4.500 profesores del centro, pero entre ellos hay figuras de prestigio. El motivo de su iniciativa, un poco traído por los pelos, era a un discurso de Ratzinger de 1990 en el que citaba al filósofo Feyerabend, que definía «justo y razonable» el proceso a Galileo. El entonces cardenal Ratzinger no hacía suya esta reflexión y, la verdad, el contexto completo es mucho más complejo, un denso discurso sobre las dificultades y paradojas en la relación entre fe y ciencia.

Un campus caliente

Sin embargo, a juicio de los docentes, aquellas «son palabras que, en cuanto científicos que dedican su vida a la difusión de los conocimientos, nos ofenden y nos humillan». Por esa razón pidieron al rector en una carta que anulara la visita del Papa, «en nombre del laicismo de la ciencia y la cultura». Los firmantes han advertido que la misiva fue interna, sin ánimo de crear un debate público, pero lo cierto es que se ha convertido en eso. En realidad, en uno de los mayores enfrentamientos que se recuerdan entre una institución italiana y el Papa. El lugar no es casual. La Sapienza es, desde el 68, el histórico caldo de cultivo de las protestas políticas italianas.

«Se ha retenido oportuno sobreseer el evento. El Santo Padre enviará, no obstante, la intervención prevista», dijo escuetamente el comunicado de la Santa Sede que anuló a media tarde la visita. Benedicto XVI participaba en la inauguración del año académico por invitación de la propia universidad y al mediodía iba a visitar la capilla universitaria. Es innegable que, tras lo ocurrido, hay mucha más expectación por el contenido de su discurso.

No obstante, Ratzinger hablará hoy ante los fieles, en la tradicional audiencia general de los miércoles, y quizá aborde por primera vez la polémica. Pablo VI visitó La Sapienza en 1964 y Juan Pablo II, en 1991. En aquella ocasión ya hubo protestas, pero fueron en la calle, el mismo día.

Un caso similar

Todo el mundo ha ido a buscar el texto de Ratzinger de 1990 sobre Galileo, origen del conflicto, a ver si dijo lo que dicen que dijo. No ayuda mucho, pues se trata de uno de esos complicados, de alto contenido filosófico. En este sentido, todo recuerda la polémica del discurso de la universidad de Ratisbona, en 2005, donde una cita medieval, sacada de contexto, desató la ira del Islam radical.

Esta vez, Ratzinger habla del proceso a Galileo y explica que «se elevó a mito de la Ilustración», pero apunta que varios autores, incluso marxistas y agnósticos, lo han revisado. Cita a Bloch, Von Weizsacker y el «drástico juicio» de Feyerabend: «La Iglesia se atuvo a la razón más que el propio Galileo y consideró las consecuencias éticas y sociales de su doctrina (...) Su sentencia fue racional y justa». Como en 2005, quizá la polémica tenga la virtud de resaltar el debate que plantea el Papa.