Mitt Romney agradece su victoria a los votantes de Michigan. /AP
tercera batalla de las primarias

El triunfo de Romney en Michigan añade incertidumbre entre los republicanos

Con la victoria del ex gobernador de Massachusetts, las tres primeras votaciones en la carrera presidencial en el bando republicano han visto distintos ganadores: McCain, Huckabee y el propio Romney

ENVIADA ESPECIAL. MICHIGAN Actualizado: Guardar
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Tres batallas, tres ganadores. Así de emocionante está la campaña electoral estadounidense, y así de despistado está el electorado republicano, que no encuentra un nuevo líder para sustituir a George W. Bush. Anoche Michigan votó por Mitt Romney, el hijo de su gobernador predilecto, que vapuleó a John McCain por 39% a 30%, llevándose incluso la mitad del voto evangélico que correspondía al predicador baptista Mike Huckabee, tercero con el 16% cuando se había escrutado el 83% de los votos.

Huckabee había abierto la competición ganando Iowa, y McCain resucitó con la victoria de New Hamphire. Ahora era el turno de Romney, salvado por la campana. Después de gastarse más de 25 millones de dólares, banqueros y analistas habían advertido de que si no ganaba su estado natal, tendría que abandonar la carrera hacia la Casa Blanca.

Pero lo hizo, aunque tuviera que usar todos los guiños emocionales y prometerles lo imposible, como que va a devolverles cada uno de los puestos de trabajo que se han perdido. En la depauperada cuna del automóvil, allí donde el brillo de los cadillacs ha sido sustituido por híbridos japoneses, el paro es una epidemia rampante que amenza con doblar la media nacional.

Decían los periódicos de Detroit que Romney sonaba más como un candidato a gobernador que a presidente, tantas eran las promesas para resolver los problemas locales cuando llegue a la Casa Blanca. «Llevo a Michigan en mi ADN y los coches en la sangre», clamó al cerrar la campaña.

«Esos puestos no van a volver»

Por contra, el candidato que viaja en el autobús de «Hablando Claro» no quiso o no supo mentirles: «Amigos míos, esos puestos no van a volver», les advirtió McCain justo antes de que abrieran los colegios electorales. En sus mítines el senador de Arizona hablaba del calentamiento global, de los motores eficientes y los combustibles ecológicos, todo lo que ha herido de muerte a la industria del automóvil estadounidense. Su propuestra para devolverles el lustro pasaba por una reconversión que les convirtiera en líderes de los motores verdes, algo que puede ser más realista y mejor para el planeta, pero que los habitantes de Michigan no quieren escuchar.

«Por un momento allí fuera en New Hampshire pensé que la campaña se podía poner más fácil», confesó el septuagenario senador al conocer la derrota. «Pero no importa, ya tengo callo en esto de pelear las cosas por lo difícil».

Romney no le dio tregua. Desafiando la tradicional cortesía de permitir que los perdedores se dirijan primero a las cámaras para admitir su derrota, el empresario mormón ahogó las palabras de McCain al aparecer en el escenario en cuanto éste dijo las primeras palabras, seguro de que todas las televisiones cambiarían de emplazamiento para dar el discurso del vencedor. Y además, no tuvo piedad.

«Esto demuestra que no le puedes decir a un estadounidense que hay algo que no puede hacer», se ufanó. «Lo de hoy es una victoria del optimismo sobre el estilo pesimista de Washington (...) Nunca aceptaré la derrota de ninguna industria aquí en EE UU. Lucharemos por cada puesto de trabajo».

Los demócratas, fuera de juego

Quienes se quedaron fuera de juego fueron los demócratas, que salvo Hillary Clinton y un par de candidatos menores habían retirado su nombre de las papeletas en obediencia a la disciplina del partido. Michigan se sublevó adelantando la fecha para ganar notoriedad, y como castigo el Partido Demócrata no contará sus delegados en la convención. Menos severo, el Partido Republicano sólo le ha restado la mitad de los delegados, lo que ha dejado la batalla caliente.

Pero nada arde tanto en este momento para los republicanos como la cita que tienen el sábado en Carolina del Sur, mientras que los demócratas se jugarán el desempate ese mismo día en los casinos de Nevada.