URBANITA. Álex de la Iglesia pasea por las calles de su querido barrio de Malasaña. / JOSÉ RAMÓN LADRA
ÁLEX DE LA IGLESIA DIRECTOR DE CINE

«Si bromeas todo el tiempo te vuelves loco»

Con 'Los crímenes de Oxford' dice adiós al humor negro y se pone trascendente: «Hay que huir de ti mismo y de tu personaje»

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Tomates verdes fritos, mejillones gratinados y bonito ennegrecido. Sólo Álex de la Iglesia (Bilbao, 1965) conoce un restaurante cajun en pleno Malasaña. La próxima semana estrena Los crímenes de Oxford, en inglés, con estrellas y sin rastro de su humor negro. Matemáticas y filosofía para hablar «del dolor, del bien y del mal».

-¿Por qué va siempre con pantalones de chándal?

-La realidad es más grotesca, macabra y siniestra que la ficción. No puedo ponerme pantalones que no sean de chándal porque no me caben. Es un problema de obesidad; me siento y se crea una especie de botijo extraño con dieciséis michelines incapaz de respirar. Odio el chándal. Mi ilusión sería encontrar pantalones con goma elástica.

-¿Ni siquiera se pone uno para los Goya?

-Por eso estoy tan nervioso en los Goya, porque llevo un pantalón de verdad que me aprieta hasta la extenuación, ja, ja.

-Estamos muy cerquita de la pensión Sil en Fuencarral, adonde llegó hace quince años.

-Sigo viviendo en la ciudad, aunque ahora no estoy en el centro (vive en un chalé en Arturo Soria). Aquel imbécil de optimismo desenfrenado es hoy un imbécil con más experiencia, un perro apaleado. Y eso mejora mis películas. Los palos te sirven para moverte con más agilidad. Cada vez disfruto más haciendo cine, porque sé contar mejor las historias.

-En su blog se siente culpable por haberse comprado un televisor Full HD. En sus películas denuncia el consumismo, pero usted es el primero en reconocerse víctima de él.

-Sí, porque soy parte del problema. Nunca hablo de algo que no me incluya. No digo: 'Hola, soy de puta madre y aborrezco el consumismo'. Digo: 'Soy un enfermo'. Mi única manera de relajarme es comprar libros y DVD. En mis películas no intento aleccionar. En Los crímenes de Oxford, sin ir más lejos, el crimen es una excusa. Ante un problema como la situación política actual, la relación con mi mujer o la educación de mis niñas, ¿puedo llegar a alguna certeza o voy a vivir en un mundo de confusión?

-Es sincero.

-Forma parte de mi profesión. Desde el momento en que haces una película estás diciéndole a los demás cómo eres. Ves El orfanato y sabes cómo es Juan Antonio Bayona, te está diciendo cuáles son sus miedos. Fingir sería como ponerte calzoncillos después de haber participado en una orgía.

-Por cierto, ¿qué es lo último que se ha comprado?

-Algo irracional Hay unas piezas de un juego de rol que sólo se venden en Illinois. Me cuesta más traerlas que lo que valen. He pedido dos cajas. También recomiendo las cuatro temporadas de una serie, The Shield.

-Tiene pinta de darles todos los caprichos a sus hijas.

-Sí. Es un grave problema. Y no puede controlarlo ni mi mujer. Me dice que soy un imbécil por comprarles cosas todos los días. Me temo que las voy a malcriar.

«Este país empuja a viajar»

-Ya va retrasando lo de irse a Hollywood.

-No sé por qué todo el mundo piensa que tengo que irme a Hollywood. Allí tienes todos los juguetes, pero también una madre que no te deja jugar con ellos. La presión que ejerce el estudio es enorme, no sé si merece la pena.

-Lo sabrá después de intentarlo.

-No me han propuesto nada que me haya gustado: El cuervo 3, Ridley Scott me propuso una de terror sobre una embarazada que era una tontería Me ofrecieron el remake de The Ring, y cuando llamé ya había aceptado Walter Salles.

-Ha vuelto a rodar en el extranjero. ¿No escarmentó con Perdita Durango?

-Aquel fue un rodaje complicado pero muy feliz, porque no hay nada más divertido que complicarse la vida. En España no podemos jugar a X-Men 3, tenemos que hacerlo con ellos.

-¿Y no le dan ganas de marcharse cuando ve cómo está el país?

-Este es un país que empuja a viajar, siempre ha sido así. Por otro lado, hay pocos sitios donde se viva tan bien. Ahora, con niñas, no me apetece irme a Los Ángeles, no es una ciudad para vivir. Pero si me ofrecen algo interesante sería interesante estar un ratito.

-Es como si la crispación de La comunidad se hubiera trasladado a escala nacional.

-Sí. Estamos llegando a unos niveles de patetismo impresionantes. Parecía que en estos últimos años se había generado una cierta esperanza, un diálogo, y que las cosas se iban a conseguir. De pronto algo sale mal y volvemos a lo de antes pero con una sensación de fatalismo. Este país me genera estupefacción y tristeza.

-Reconoce que, en el cine y en la vida, cada vez le cuesta más ser cínico.

-Tampoco te creas, lo siguiente que voy a hacer es una película de aventuras Unas veces quiero que me cuenten una historia divertida, otras que se rían de mí y otras que alguien me hable en serio. No puedes estar bromeando siempre, sino te vuelves loco. Hay un momento en el que tienes que mirar de frente a los problemas, y me parecía interesante abordarlo en una película de suspense y crímenes, como las antiguas, en las que hay que descubrir si el asesino es el mayordomo.

-Suena serio, usted que siempre ha aborrecido la trascendencia.

-La falsa trascendencia. Engolar la voz al hablar siempre me ha parecido ridículo. Pero creo en la verdadera trascendencia, en las cosas importantes que merece la pena tomárselas en serio. Pocas. Yo no me río de Ciudadano Kane, Sed de mal, El rey Lear

Huír de sí mismo

-Rodaje en Oxford y en inglés. Elijah Wood, John Hurt ¿Ha hecho usted una bilbainada?

-No. Es un cambio de rumbo, otra manera de contar historias sin dejar de ser yo mismo, enseñando una parte diferente a la que había mostrado hasta ahora. No sabes cuántas veces me han pedido hacer la segunda parte de El día de la bestia.

-¿Dónde queda el humor negro y cínico marca de la casa?

-No hay cinismo. La película trata de si podemos conocer realmente las cosas y a nosotros mismos. Cuando investigas sobre la verdad y la realidad sin intentar ser pretencioso descubres el dolor. Y el dolor es lo único con lo que no puedes ser cínico.

-John Hurt dice que es una película de gente inteligente para gente inteligente. Se van a quedar solos en el cine

-No es bueno decir eso. Habrá gente inteligente a la que no le guste la película. Ese es uno de los errores que comete su personaje: el que no piensa como yo se equivoca.

-Suena a El código da Vinci, una película que usted aborrece.

-Que la comparen con El código da Vinci es uno de los estigmas con los que tengo que vivir. No tienen nada que ver. Es triste: haces una película de misterio en la que los personajes investigan y te la comparan con El código da Vinci Las cosas son más complejas. El que lea esto dirá: 'Pues menudo coñazo será'. Para nada. Los crímenes de Oxford es una película compleja pero entretenida. Porque estoy convencido de que los espectadores son mucho más inteligentes de lo que creen los productores. El espectador es un tío como tú y como yo, hartos de que nos traten de tontos y nos den historias simples. Queremos que nos hagan pensar y jugar.

-¿Ha renunciado a su mundo personal, a ser un autor con mayúsculas?

-No. Es una película muy mía porque trata cosas que me preocupan, no todos somos como la imagen que proyectamos. El que la vea y me conozca verá que hay puntos en común. Un director debe huír de sí mismo, no intentar jamás ser la imagen que los demás quieren que proyectes. Acción mutante me dijeron que no se podía hacer, que era ciencia-ficción absurda; tardé casi tres años en encontrar un productor para El día de la Bestia; Perdita Durango era demasiado bestia y siniestra; Muertos de risa, desagradable; La comunidad era antigua, parecía de los años 50, me decían; y 800 balas ¿Por qué haces una del Oeste, qué pretendes? En todas las películas que he hecho he tenido una reacción en contra.

-A estas alturas, valora ser un currante del cine, como le sucedía al llorado Fernando Fernán-Gómez.

-Sí. Incluso siendo cinéfilo hay dos maneras de ver a un director: admirándolo como un Dios o como a un artesano que trabaja. Yo creo firmemente en lo que decía Howard Hawks: lo único que vale es el trabajo, uno es lo que hace. No existe el talento, sólo el esfuerzo y la experimentación. Equivocarte y mejorar. No soporto el término artista. Haces dos pelis y ya eres un creador, cuando lo interesante es no serlo. Admiro a Sidney Lumet, un tipo que hace exclusivamente buenas pelis. ¿Qué tiene que ver Veredicto final con La trampa de la muerte? Hay que huír de ti mismo y de tu personaje.

-¿Se ha sentido cómodo rodando escenas de sexo?

-Fernando Trueba me ha dicho alguna vez que le encantaría rodar una porno. Para mí no es fácil. Como todos somos muy adultos, nadie quiere estar nervioso. Hay setenta tíos muy listos que no se ponen nerviosos, y eso genera tan mal rollo que pasas inmediatamente a la fase de angustia. Hay que tener mucha paciencia y saber hacerlo para que tu pánico no llegue a los actores. Leonor Watling creó un ambiente simpático. Y Elijah Wood es asombroso. Como Obélix, se cayó en la marmita de pequeño. Es más actor que persona. Con esos ojos hipnotizantes Quiero hacer una de terror con él.