Sociedad

La niña respondona seduce al Príncipe

Quino, el padre de Mafalda, se lleva el premio de mayor prestigio cuando su personaje más célebre cumple 50 años

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Nadie sabría decir a ciencia cierta quién es Joaquín Salvador Lavado. Sin embargo, todo el mundo conoce a su criatura más célebre, Mafalda, esa niña de seis años de humor tierno y feroz que lleva siendo la reina de la tira cómica durante medio siglo en el mundo hispanohablante. El jurado del Premio Príncipe de Asturias quiso distinguir ayer a su padre, el dibujante argentino Quino, por su mirada lúcida e irónica.

«Al cumplirse el 50 aniversario del nacimiento de Mafalda, los lúcidos mensajes de Quino siguen vigentes por haber combinado con sabiduría la simplicidad en el trazo del dibujo con la profundidad de su pensamiento», asegura el jurado en el acta de concesión del premio.

La niña que más odia la sopa fue concebida para publicitar una línea de electrodomésticos llamados Mansfield. Sin embargo, la campaña no cuajó. Las tiras cómicas de Quino hubieran quedado arrumbadas si no fuera porque el redactor de la revista Primera Plana pidió al diseñador gráfico en 1964 que se inventara una historieta. El humorista rescató los dibujos y ahí empezó una fulgurante carrera. No solo de esa niña redicha que adora a los Beatles, sino también de sus amigos: el melancólico y soñador Felipe, el cazurro de Manolito, la cursi Susanita y la revolucionaria Libertad, además de sus padres y su inseparable hermano Guille.

El premio le llega a Quino cuando su criatura más célebre está a punto de cumplir 50 años. El tiempo le sienta de maravilla a la nena. Sigue siendo insobornablemente rebelde y crítica, respondona, irreverente y políticamente muy incorrecta; una «heroína iracunda», en palabras de uno de sus más reputados admiradores: el escritor y semiólogo Umberto Eco.

Ha sido muchas veces comparada con Carlitos, el personaje de Charles Schultz, pero mientras el primero es muy estadounidense y pertenece a un país próspero, Mafalda ve la luz en una nación en crisis. Y, sobre todo, la niña de melena negra y flequillo corto es hija de su tiempo. No comprende lo que ocurre en Vietnam, no sabe por qué existen los pobres, desconfía del Estado y le inquieta la presencia de los chinos. Hay cosas que nunca cambian.

Tan popular como Evita

Por añadidura, Mafalda es muy latina, lo que la hace mucho más entrañable que cualquier tebeo estadounidense. Con medio a siglo a sus espaldas, las peripecias de Mafalda, traducidas a una treintena de idiomas, no pasan de moda. Los diez libros de la serie gozan de continuas reediciones y sus protagonistas ahora campan a sus anchas en los predios del libro digital y las tabletas.

Mafalda, un nombre italiano y muy infrecuente en Argentina, es hoy un icono universal que forma parte del imaginario colectivo de medio mundo. En el país que la vio nacer es tan popular como el tango, el Che o Evita. La hermana de Guille es el típico ejemplo de la criatura cuya fama supera a la del autor. Quino, estragado por las atrocidades de la dictadura militar, quiso acabar con ella en 1973. «Se me agotaron las ideas», dijo su creador. Pero como le sucedió a Conan Doyle con Sherlock Holmes, Mafalda se rebeló contra esa desaparición desconcertante.

Quino asegura que no tiene celos de su personaje, que le halaga su éxito, pero crear un dibujo diario se convirtió en una tiranía. «Es como si un carpintero tuviera que hacer siempre la misma mesa, y yo también quería hacer puertas, sillas, banquitos... Una vez me preguntaron si no pensaba en resucitarla. Y resucitarla significaría que está muerta. Nadie duda que está bien viva, afortunadamente», alega Quino para justificarse. Las querencias del dibujante iban por otro lado. Desde que dejó insuflar vida a Mafalda, Quino cultivó un humor mucho más negro y cáustico, como se aprecia en sus libros más recientes: '¡Qué presente impresentable!' (2005), 'La aventura de comer' (2007) y '¿Quién anda ahí?' (2013).

Pero Mafalda es mucha Mafalda para hacer mutis sin más. Ha vuelto a aparecer para echar un cable a Unicef o al Gobierno argentino. Cuando en 1987 se produjo un golpe de Estado contra el presidente legítimo, Raúl Alfonsín, la niña irrumpió en la escena política para clamar «sí a la libertad».

Mafalda y su pandilla llegaron a España en 1970, donde la censura obligó a la editorial que publicaba las historietas a poner una franja en sus libros con la leyenda «para adultos». Gracias a las andanzas de esta chiquilla la editorial Lumen, de Esther Tusquets, pudo capear las zozobras y obtener ingresos para publicar autores difíciles, como Beckett. El dibujante nació en Mendoza, (Argentina), en 1932, año en el que sus padres -oriundos de Fuengirola- llegaron al país. De los andaluces heredó el sentido trágico de la vida y el gusto por el humor negro.