CÁDIZ

Plocia, para todos los gustos

La vía se transforma en punto de encuentro de la hostelería gaditana. Diez establecimientos se concentran en la trasera del Palacio de Congresos tras la apertura de tres nuevos restaurantes

CÁDIZ. Actualizado: Guardar
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Era la calle de los malos bares y de las mujeres de vida alegre. Y ahora, Plocia es la vía de los buenos bares. Todo se convierte, que diría Ovidio, y en el caso de la espalda de la antigua Fábrica de Tabacos la transformación ha sido total. Atrás queda ya ese lejano 1947 en el que Atxuri abrió sus puertas en un entorno poco aconsejable. En los últimos meses, tres restaurantes han venido a completar la oferta hostelera de la calle Plocia.

Tres razones más para tomarse una cerveza en una zona que ya suma diez establecimientos. El último en sumarse, la Bodeguita de Plocia. Hace escasos cuatro días que levantó la baraja y «la oferta tradicional y de nuestra tierra», parece haber cuajado a la perfección. Al menos, así lo afirma Rafael Montero, encargado de la bodega de chacinas y «tapas sencillas». Con sus quesos, vinos y conservas amplió la oferta de uno de los decanos del lugar, La cepa gallega. Un cruce de almacén y aprovisionadora de buques con punto de encuentro para disfrutar de un buen vino en su mostrador centenario.

Los últimos de Plocia han sabido captar la esencia de la calle, y de paso del sector de público al que se quieren dirigir. A diferencia de lo ocurrido en San Juan de Dios -con una reurbanización que no llega y una iniciativa privada no muy acertada-, «en esta calle todos nos llevamos de maravilla». Lo puntualiza Carmen Braza, dueña junto su hermano del restaurante Garum.

Los hermanos Braza abrieron su establecimiento hace cinco meses para ofrecer una carta de tapas tradicionales jalonada de pequeñas innovaciones. Una oferta que completó la del restaurante La Cigarrera y diversificó la oferta del resto de bares. Y es aquí donde se encuentra la piedra angular de la buena sintonía entre los hosteleros de Plocia. «Cada uno tiene sus clientes. Yo no tengo problemas con el resto de establecimientos», explica María Márquez, dueña de La Cueva. Su bar atrae al cliente más alternativo y ahora quiere aumentar la especialización en comida vegetariana.

Del fruto de la tierra al del mar. Ese es el cambio que se opera con tan sólo una casapuerta de separación. El Atxuri es el verdadero protagonista de la calle con una carta plagada de pescados cocinados a medio camino entre lo vasco y lo gaditano. No es de extrañar estas influencias creadas por una unión de 62 años. Un tiempo que le convierte en el establecimiento más antiguo del lugar.

De la tradición a lo nuevo

«Somos los fundadores, o al menos así nos sentimos nosotros», explica con orgullo Marian Monasterio, gerente del restaurante vasco. A parte del precedente que sentó el propio Atxuri, Monasterio tiene otra causa para explicar el aumento de la oferta hostelera de la zona: «Se echa mucho de menos a las cigarreras, pero la transformación a Palacio de Congresos supuso un despegue para toda la zona».

Un cambio que provocó un efecto llamada para los locales que ahora pueblan los bajos de Plocia. Así lo confiesa Carmen Braza que buscaba espacio en distintos lugares de la ciudad hasta que encontró Plocia, «un lugar perfecto, ojalá que se transforme en una calle como la de La Palma». Un despegue que también apuntan en Usodimare, el restaurante italiano que acaba de incorporarse a la nómina de restauración. Manuel Sánchez, del establecimiento procedente de Badajoz apunta «la buena acogida que les ha dado la calle». Algo que en el Atxuri denominan como «efecto llamada». «La gente ve el buen ambiente que se crea aquí a la fresca y se decide por venir», explica Marian Monasterio.

La gerente se refiere al ambiente nocturno que impregna Plocia. «Las terrazas se llenan», confirma Braza, de Garum. Y lo hacen con un fin primordial, el tapeo. Una costumbre tan gaditana como andaluza que ha llevado al restaurante italiano a incorporar tapas a su carta.

Un baile de platos pequeños y rubias bien frías que convierten la noche gaditana en un oasis con olor a tabaco natural. De ese del que muchos dicen que todavía destila la segunda casa de ladrillos 'coloraos' de Cádiz. La que hizo posible que muchas familias salieran adelante. La que hoy ampara a la nueva restauración autóctona.