PUERTO REAL

El colectivo de parados comienza un encierro en la Prioral de San Sebastián

En el transcurso del pleno, Barroso y Mosquera les dijeron que tienen una solución para ellos pero que no les podían adelantar nada

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«A partir de ahora iremos al ataque, a muerte». Con este propósito, en un día recién amanecido, afrontaba ayer el colectivo de parados puertorrealeños la primera de sus jornadas de encierro en la Parroquia de San Sebastián. De las más de setenta personas que llegaron a concentrarse en la plaza de Jesús, apenas nueve han asumido este paso adelante en las protestas.

Ayer volvían al lugar, para colocar tres pancartas que recibían a todos los políticos a su entrada al pleno municipal. «Menos promesas incumplidas y más hechos», rezaba la más directa. Mientras, lo que queda del Movimiento Ciudadano por el Empleo hacía una sentada hacinados en unas pocas baldosas.

Después de la prudencia de los últimos días, Juan Carlos Lozano, uno de sus portavoces, mantuvo que «se ha excedido la paciencia; llevamos dos meses y medio, y van para tres». Y añade que «no le den a Apresa 21 tantas subvenciones, y que miren más por las familias». Para concluir asegurando que «ese tipo de ayudas se podían buscar para otras cosas». Sobre las posibles soluciones, Lozano ha empezado a desconfiar, después de varias prórrogas: «Dicen que lo tienen todo arreglado, pero que hay que esperar». Ellos no terminan de creérselo.

En el transcurso de la sesión plenaria de ayer, Barroso intercambió impresiones con uno de los integrantes. Al parecer, el primer edil les ha comunicado que «no pueden adelantar la solución». Lozano también ha hablado con Mosquera, pero la conclusión a la que han llegado no es otra que la de «esperar».

Su nuevo hogar

Acababa el pleno y los nueve compañeros emprendían la senda hacia el que será su hogar durante el tiempo del encierro. Las colchonetas, sacos y útiles de primera necesidad les esperaban en los maleteros de los coches desde la despedida de sus mujeres e hijos.

Todo estaba preparado en la Prioral para dar cobijo al grupo. Tendrán un cuarto suficientemente amplio y un aseo. Han pedido permiso al párroco, y todo el que pase por la calle La Palma podrá ver las pancartas delante de la habitual entrada a los despachos de Cáritas.

«Lo que más me carga es no poder ver a mi nieto», empieza a añorar Ricardo Pérez. Ante un futuro incierto alberga las incertidumbres típicas que llegarán con el paso de los días. «A partir del tercero o el cuarto empezará a tocarnos la cabeza», se teme. Ya saben cuándo han empezado, pero nada hay sobre cuándo terminarán. «El tiempo que duraremos no está claro, pero sí que nos gustaría poder reunirnos con ellos la semana que viene», adelanta Lozano sobre una posible hoja de ruta con el equipo de gobierno. «Se acabó el tiempo de la reflexión y la negociación. Ya están agotadas todas las vías. Es el momento de las soluciones», deja dicho mientras prepara el colchón.