EL MAESTRO LIENDRE

COSAS QUE CALLAR

Internet, PSOE, puente, fútbol, la lista de asuntos que dejar de mencionar en agosto es extensa

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Empieza la temporada del año en la que más gente está sin trabajar. Por una parte, desgraciada, porque nunca hubo más desempleados y mira que tenemos hábito. Por otra, la festiva, porque agosto aún conserva la condición de mes vacacional prioritario. Si se suman los ociosos dolorosos y forzosos a los gozosos resulta que nunca habrá más ciudadanos sin jornada laboral que en los próximos 30 días.

Esa situación modifica el ritmo de las pequeñas ciudades de la Bahía. De pronto, los atascos son a las 12 y no a las 8 de la mañana. La población se multiplica por aquí, mientras tierra adentro parece que hubieran lanzado una bomba de neutrones. Aparece gente extraña que aplaude los anocheceres y los aparcamientos cuelgan el cartel de completo por las tardes y no por las mañanas. Es imposible circular por esa plaza del centro antes del almuerzo porque los turistas creen que en estas islas se puede aparcar sin pagar. La doble fila se vuelve crónica en cada barra. Los que suelen llevar corbata parecen aún más desahogados y los dedos de los pies ven la luz del sol. Pero, sobre todo, se hace posible el silencio. Ha sido un curso de ruido horrendo. Y apetece como nunca. Ansia de silencio.

Los del ocio temporal, los que tienen un empleo al que volver, tienen una ocasión maravillosa para elegir conversaciones y, sobre todo, para desecharlas. Cada cual tendrá un abanico de temas o actividades que suspender, que aplazar.

Por elegir algunos:

El futuro del puesto de trabajo de cada uno. Cuando volvamos, ya hablaremos de la reforma laboral, con su inservible huelga y todo, pero, mientras, la suerte está echada. Cualquier empresa podrá despedir a quien quiera, por casi nada, si sus directivos consideran que al día siguiente puede llover. Que empiecen. Vamos. A alguien necesitarán, el problema es que copiamos lo peor de los países con mejores sistemas laborales. No tenemos su productividad, ni sus normas de conciliación, ni su formación, pero sí que vamos a clonar eso de tener más puestos de trabajo de peor calidad. Menor protección y ninguna estabilidad. Más empleo, pero tipo basura, de cinco días, como en las películas americanas.

El PSOE local. Ya tiene candidata. Se acabaron las insufribles intrigas de los que confunden sus intereses con los de todos. Y, encima, Cabaña riñe a los periodistas. Que no tema. No tendrá más motivos. Ahora llega la realidad. A ver si conquistan algún voto más en Cádiz además de pelearse, entre ellos y con todos. A ver si hay alguna idea ilusionante, si consiguen que confíen en ellos los suficientes.

El segundo puente. Un año más o un año menos le importará mucho a Teófila Martínez y a muchos ciudadanos. A otros nos parece que no es una prioridad, que el retraso puede ser una bendición si permite terminar la avenida transversal o preparar mejor la ciudad para la ducha de coches. La prioridad está en las ayudas sociales, la lucha contra la infravivienda, la educación y la vivienda... Si el puente está en abril o en octubre no es nada comparado con otros destinos del poco dinero.

El fútbol, en general. Después de la 'petite morte' del 11 del julio es difícil concentrarse y salir del sopor. Ningún deporte pierde más gracia cuando es amistoso. O es competitivo, o no es nada. Después de aquello, nadie se traga un partido con diez sustituciones a la vez. El Trofeo hace tiempo que perdió sentido. Y las barbacoas. Hay que aguantar ocho horas, limpiar y adiós.

¿El Cádiz? Ni idea. El nuevo culebrón sobre si el Hércules baja porque se han alineado tres galaxias y dos agujeros negros lo comprará quien quiera. Como los abonos. A muchos nos han extirpado un trocito de algo. Se empeñan en venderlo como una empresa del espectáculo cuando la cartelera que da es un truño. La gestión es una exhibición de ineptitud no potable. Cuando cambie ya leeremos, iremos o discutiremos. Si queremos. Igual hemos hablado demasiado de todo esto. Un ratito a su cuarto. Que se lo ganen.

Los toros. En Cádiz no hay. Ojalá no los haya nunca. No le gustan a casi nadie. Es una barbaridad que sólo se justifica con otras crueldades o con antigüedad. Pero como un debate se ha mezclado con otro (la idea de España sería más adorable sin ese imagen) mejor dejarlo.

Los nacionalismos. Nunca apetecen mucho pero, ahora que todos vamos y venimos ya parecen definitivamente estúpidos.

Internet, móviles. Un mes sin pantallas, sin el alejamiento permanente disfrazado de conexión constante.