Tribuna

Por la protección del caserío neoclásico gaditano

HISTORIADORA DEL ARTE Actualizado: Guardar
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Un hecho patente que a través de la historia ha convertido a Cádiz en una ciudad singular y diferente de las otras ciudades andaluzas es el estar constituida por una burguesía mercantil. Este factor de uniformidad no ha existido en ninguna otra ciudad andaluza, ya que aunque otras hayan tenido como preferencia el sector mercantil, éste se ha combinado con otras funciones: administrativas, residenciales, etc., lo que en Cádiz no ha sido posible en los siglos anteriores al XX.

A esta exclusiva función mercantil unimos una población cosmopolita, asentada y censada, que confería un carácter especial al modo de vida de la ciudad, diferenciado en parte de otras ciudades burguesas como Londres o Ámsterdam, ya que a la burguesía gaditana, al tiempo que ganaba dinero, le gustaba divertirse y emplear sus ganancias en vivir bien y con cierta fastuosidad.

Buena parte de la configuración de la arquitectura civil gaditana dejará patente este carácter burgués y comercial en su caserío, donde la tipología de casa de cargadores de Indias será generalizada durante el siglo XVII y gran parte del siglo XVIII.

Sin embargo, será a finales del siglo XVIII cuando se dé un giro a la estética urbanística de carácter civil. Este acontecimiento es consecuencia de la llegada de las ideas clasicistas, y de su implantación a partir de la creación de la Academia de Nobles Artes, que proporcionará un cambio notable en el caserío de la ciudad, apoyado por el Ayuntamiento. Uno y otro propiciarán e implantarán, casi de una manera homogénea, esas formas clasicistas.

En el siglo XVIII estaba casi totalmente colmatado el terreno del que disponía la ciudad para construir, con edificaciones barrocas de diverso tipo: religiosa, civil, militar, a excepción de la zona que se construirá en San Carlos y que configurará todo un barrio al gusto neoclásico que llevará el nombre de barrio de San Carlos. Por este motivo, la transformación gaditana será mas bien una remodelación y adaptación de esos edificios barrocos a los nuevos gustos. Entre las actuaciones más sobresalientes de remodelación o transformación en las casas barrocas se encuentran: la modificación de vanos, la supresión de rejas y grandes estucos, la eliminación de tejaroces de pizarras, e incluso de un buen número de portadas barrocas. Todas estas importantes alteraciones de la fisonomía exterior de las casas, unidas a las que se edificaron de nueva planta, y que marcaban la estética neoclásica, harían que la fisonomía de conjunto de la ciudad de Cádiz adquiriera una nueva imagen neoclásica, mantenida casi en su totalidad (sin olvidar deplorables excepciones) hasta nuestros días. Esto hace de la ciudad una excepción estética, que marca su diferencia con respecto al resto de Andalucía.

Posiblemente, es el hecho de que esta nueva apariencia no ha sido de «obra nueva» en su totalidad, ya que la mayoría son actuaciones de remodelación sobre casas existentes, el motivo por el que no se le haya dado a esta ciudad y a su caserío neoclásico la importancia que realmente tienen, ya que Cádiz posee un casco histórico único y excepcional a mi juicio, fundamentado por dos motivos: uno por su uniformidad, lógicamente favorecida por la creación de la Academia, y sus Ordenanzas Municipales de 1792; el otro por el respeto con el que son tratadas edificaciones barrocas que le sirven de sustento al Cádiz neoclásico, donde si bien son sacrificadas algunas constantes tipológicas, éstas son casi siempre superficiales, en fachada sobre todo, a excepción de algunas ricas portadas barrocas perdidas. Pero en general, estas operaciones nos dejan entrever la pieza original y la propuesta anterior, ya que las casas son tratadas con sumo mimo y respeto por los arquitectos, que consiguen hacer una cara nueva sin destruir la preexistente.

Parece increíble que una ciudad con esta categoría no tenga reconocimiento legal, y en su lugar se emplee trabajo y esfuerzo burocrático en proteger otros elementos, que a mi parecer deben someterse a examen e investigación de equipos multidisciplinares de especialistas, que determinen con total trascendencia y responsabilidad los bienes inmuebles y muebles que son dignos de protección. Pero sobre todo, y antes de nada, estimo de justicia artística al menos plantear seriamente la protección legal de un caserío único del siglo XIX, donde destaca el barrio de San Carlos como aportación netamente de ese siglo con unas características propias y singulares.